Ahora lo que se busca es el control
total, tanto desde el punto de vista económico, como la identidad digital, a lo
que nos quieran obligar. Todos somos alguien, nuestros datos individuales se
extrapolan de forma colectiva para conocernos por edificios, calles, barrios,
ciudades, etc. Saben todo de nosotros y, cuando te conocen, el próximo paso es
la manipulación con motivos económicos y políticos. Brindamos datos muy
valiosos. El mero hecho de tener un móvil o una cuenta bancaria, ya es una
imposición, no es una opción. Perdemos libertad e intimidad. La utopía perversa
ha quedado desfasada, los dispositivos de control ya no los ponen los
gobiernos, sino otros. Nos espían sin permiso. Vamos a un mundo de élite muy
reducida, pero más pequeña, rica e influyente que va a estar ligada a IA
(Inteligencia Artificial) y los demás vamos a sobrar. Ya se habla de reducción
de población.
La crisis del sector primario es una
realidad. Estamos arruinando nuestra propia riqueza. Existen normas
administrativas creadas por personas que no conocen la realidad del campo y las
penurias que se pasan. Sobre el ecologismo urbanita, no sabemos cómo nos
afectará en el futuro. El consumo de insectos o alimentos que nacen de procesos
químicos, como los productos vegetales que imitan la carne, nadie sabe cómo van
a sentar al conjunto de la sociedad, si crearán enfermedades o alergias. No hay estudios, pero nos dicen que no
comamos carne tradicional. La carne está demonizada y las vacas y corderos
también. La carne sintética es otro negocio, así como los transgénicos.
Evocamos un tiempo en el que aún se tenía fe en el poder, y en general de las
ideologías que la sustentaban. Y eso es lo que habría que conseguir, romper
moldes, y hacer, eso que nos parece imposible: hablar del futuro sin hablar de
política.
Mi abuela, como todas las abuelas,
tenía una gran sospecha y cierto temor a realizar cualquier trámite
administrativo. La actitud de la burocracia no ha cambiado mucho, sigue siendo
a menudo condescendiente. Y es que da la sensación que el ciudadano está al
servicio del estado, cuando debería ser al revés. ¿Por qué me piden siempre
documentos que ya poseen? Se preguntaba. Lamentablemente recuerdos de trámites
espeluznantes no son tan lejanos. Los ciudadanos quieren que el estado les
simplifique la vida, quieren reglas claras, procesos simples y resultados
visibles. En una palabra: transparencia.
Por eso, el político debe reinventarse constantemente para lograr cerrar la
brecha entre una sociedad cada vez más digitalizada, y una burocracia a veces
desconectada.
El buen político debe ser, aparte de
honrado, cada vez más efectivo, eficiente y abierto, sustentar sus políticas
públicas con mayor evidencia y fortalecer su capacidad de ejecución de las
mismas. Debe ser abierto, transparente y participativo en su modo de actuar;
debe ser eficiente en su visión estratégica y gestión interna, y debe ser
efectivo en la provisión de sus servicios públicos, buscando soluciones a los
problemas cotidianos de la gente. Huir de la partidocracia: el partido es menos
importante que las necesidades sociales. Los estados, en definitiva, deben
tener al ciudadano al centro de sus preocupaciones. ¿Será posible?
Miguel F. Canser