domingo, 1 de enero de 2017

BATALLAS DE PODER

El afán por el poder ha sido una característica permanente del ser humano a lo largo de los tiempos; de hecho, la vida humana misma, desde tiempos inmemoriales, se hizo en torno al poder pues la persona siempre se mueve por su incesante búsqueda en cualquiera de sus modalidades: político, prestigio, fama, riqueza, conocimientos, fuerza física, etc.; que no son más que distintas expresiones del poder que anhela.  El poder es la capacidad de imponer la propia voluntad a otros; o la capacidad de disminuir o de eliminar las resistencias externas para el logro de los objetivos personales. Los medios para lograr imponer la propia voluntad son múltiples, y de naturaleza distinta, así como las razones para hacerlo y el contenido de la voluntad que se quiere imponer. Como no podía ser menos, también son muy distintos los resultados del ejercicio del poder en quien lo ejercita y sobre quien se ejerce. El rango va desde la corrupción e involución más indigna, hasta una atractiva humanización de quien ejerce el poder y una mejora en los resultados que obtiene.

Y en nuestra política es lo que acontece a diario. Tenemos dos ejemplos: PSOE y PODEMOS. La renuncia de 17 miembros de la Comisión Ejecutiva Federal  para provocar la caída de Pedro Sánchez, ha abierto un escenario sin precedentes del que ni siquiera sus protagonistas saben cómo salir. Los estatutos marcan la ruta para elegir un nuevo órgano de dirección, pero la redacción de los artículos clave es suficientemente ambigua como para generar diferentes interpretaciones y, por tanto, desencadenar nuevos conflictos. El bloqueo es casi absoluto. Está en disputa hasta el acceso a las instalaciones de Ferraz. La batalla por controlar el PSOE es latente. En dos años, Pedro Sánchez no ha producido una idea política digna de ser recordada, ni ha prestado un servicio especialmente valioso a su país; pero sí ha demostrado estar bien dotado para saber escaquearse como nadie de los fracasos electorales.  No existe un líder partidario capaz de mantener el puesto con la cuenta de resultados que presenta Sánchez. ¿Creen ustedes que en el PSOE importan ahora los intereses de los ciudadanos?; ¿o más bien se trata de una lucha interna con el único fin de recuperar los votos perdidos y la parcela de poder que han perdido?. Juzguen ustedes.

En cuanto a Podemos, es la historia de un grupo de profesores que fueron capaces de organizar y canalizar en las urnas la rabia de millones de españoles, pero que ahora no encuentran el camino para organizarse a sí mismos en un partido político dentro de las instituciones. Una cosa es el panfleto, la protesta permanente, y otra librar la batalla dentro del sistema y de las instituciones. Es la historia de un grupo que,  a fuerza de convertir la acción política en un juego de guerra con lenguaje de combate, ha acabado por combatirse a sí mismo. La historia de una formación que trasladó las emociones a la calle y que ha terminado por vivir dentro de una telenovela en la que el público llama a los protagonistas por su nombre de pila. Pablo e Íñigo. Es la historia de un partido que, a fuerza de llevar la transparencia hasta sus últimas posiciones, ha acabado por hacer terapia de grupo diaria a la vista de todo el mundo; la historia de unos jóvenes que sacan sobresaliente en teoría política, pero que suspenden en las prácticas. En definitiva, la historia de un experimento surgido de la crisis de la democracia representativa que, según advertencia de su líder, Pablo Iglesias, el pasado mes de julio, puede tener éxito “o darse una hostia de proporciones bíblicas”. Esto es Podemos. Hay pocos precedentes de que el número dos de un partido haga el papel de bueno y no el de malo, como ha sido habitual en la política española. Íñigo Errejón, secretario político y portavoz parlamentario, encabeza el sector crítico al secretario general. Una realidad insólitaAlfonso Guerra rompió con Felipe González después de varias décadas juntos. Iglesias y Errejón se han separado en menos de dos años; aunque no quieren firmar el divorcio definitivo para no dañar de forma irremediable a su criatura política. ¿Dónde queda el espíritu de aquel 15-M?

La lucha por el poder de nuestros políticos es un travestismo ideológico que les permite ser quien quieran ser según convenga, pero su verdadera condición se muestra en cuanto no sienten la presión de una convocatoria electoral.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com