lunes, 6 de octubre de 2008

JOVENES DE HOY

Tengo que reconocer que el tema sobre el que me propongo escribir, me produce cierta inquietud y desazón; en primer lugar porque ya no me considero joven, no estoy en su “onda”, y temo no ser lo suficientemente ecuánime. Y después, porque no quiero caer en la generalidad; en cualquier caso, no dejará de ser una visión personal, aunque sí quisiera abordar los temas más genéricos que preocupan a los jóvenes.

Entre los jóvenes de hoy, como en todo lo demás, hay de todo; son diferentes entre ellos mismos, dependiendo de su entorno geográfico y educación recibida. Los jóvenes urbanos del centro de las ciudades, poco tienen que ver con los que viven en zonas rústicas, ni los que han tenido largos procesos educativos, de aquellos que transportan sobre sus espaldas el fracaso escolar, ni los que provienen de una familia estructurada a los que han sufrido una degradación y desintegración familiar. La juventud es ante todo diversa.

Lo cierto es que decidimos llevar a nuestros hijos muy temprano a la escuela, la guardería, dejarlos con canguros, aislarlos con dibujos televisivos, y llenarlos de juguetes que no han construido. Quizá hayamos sido muy permisivos en su educación y les hemos protegido en demasía. Al contemplar a la juventud y sus formas de comportamiento y pensamiento, nos encontramos con un panorama a primera vista desolador. Pero no nos engañemos, todo ello no es más que un reflejo de la precaria y penosa base de la que han partido y de la cruel y sórdida realidad en la que viven. Señalemos alguno de estos elementos:

EL ENTORNO FAMILIAR

Es el lugar donde se recibe la primera educación y que puede condicionar muchas de las actitudes/aptitudes de los jóvenes. La actitud de los padres hacia sus hijos, a pesar de todo, es diversa. Encontraríamos en sus extremos las posturas más “radicales” desde la permisividad y el pasotismo más escandaloso de los padres hacia sus hijos, permitiéndoles todos los caprichos sin exigir un mínimo de responsabilidad y delegando su educación social en los centros educativos, la televisión o el grupo de amigos, hasta los padres que utilizan una disciplina férrea imponiendo con autoritarismo y sin diálogo sus ideas, protegiendo a sus hijos de la sociedad en la que van a vivir. El pasotismo y la permisividad es lo más común, lo que educa en la irresponsabilidad, el consumismo crónico (otorgar caprichos, dar demasiado dinero a los niños desde los 12-13 años), la falta de respeto a los demás (indisciplina escolar, botellones, locas carreras en moto o en coche por las calles), es decir, falta de ética y civismo. Las escuelas no pueden dar esa educación ética que falta, ni se dedican a ello, aunque ahora exista la nueva y polémica asignatura de “Educación para la ciudadanía”. La televisión y los juegos, de nefasta influencia, se convierten por ello en niñera y educadora. Falta por tanto conciencia en los padres, comunicación y capacidad de enseñar valores éticos imprescindibles para vivir en sociedad.

LA EDUCACION

Gran parte de los jóvenes se dedica a estudiar. Su pensamiento es que los futuros licenciados universitarios están abocados al paro. Además, la formación profesional –que se propone hoy como la mejor salida- está demasiado especializada y es eminentemente práctica, abandonando toda referencia a la cultura. Nuestra educación responde al viejo modelo de copia, memorización y examen que propicia el olvido de todo lo memorizado, pues sólo sirve para aprobar, inundando de aburrimiento e indiferencia del alumnado hacia la cultura. Mientras son universitarios viven engañados tras la zanahoria de un título o un diploma que combinado con algún master, será el pasaporte imaginario que les abra las puertas del éxito. La realidad es exactamente lo contrario. El éxito depende del ser uno mismo, del equilibrio entre un trabajo enriquecedor, buenas relaciones y especialmente una actitud positiva. Los jóvenes de hoy, a diferencia de generaciones anteriores, tienen acceso a múltiples fuentes de información, desautorizando los tradicionales monopolios del conocimiento.

EL TRABAJO Y LA VIVIENDA

Son factores que más condicionan a la juventud. La precariedad del empleo, unido a la baja calidad de los contratos laborales, afecta hoy a la inmensa mayoría. Esta penosa realidad, las duras condiciones laborales y falta de perspectiva de futuro, lleva ineludiblemente a una frustración continua por desmotivación. Si unimos a este hecho la dificultad de los jóvenes para acceder a una vivienda digna, cuya repercusión es el atraso en la emancipación, dificultad en la independencia de las parejas, etc., no es de extrañar que el deseo de los jóvenes de hoy, sea vivir la vida intensa, eufórica y apasionadamente. Este mundo tan globalizado ha hecho del joven un consumidor programado, como si esa forma de vida fuera un dogma absoluto. Descargan toda esa frustración, esa desgana vital, esa rabia mal contenida, en los fines de semana y, algunos, en la droga. Se trata de un intento inconsciente y desesperado por encontrar momentos de escape a esa frustrante realidad cotidiana mediante la euforia que éstas provocan. Este es el mundo que les estamos dejando.

La libertad para ellos es un valor clave, es la herramienta básica para alcanzar cualquier objetivo. No aceptan imposiciones, sólo respetan las pruebas. Son prácticos y críticos. La palabra pierde fuerza ante la imagen y descalifican el sacrificio porque, dicen, es represivo para su vida. Se autocalifican como sinceros y auténticos. Esta generación, obsesionada con Internet, con una educación permisiva y un exagerado materialismo, que se educó para pensar primero en uno mismo, son factores que pueden generar un contraste entre el mundo real y el sueño efímero, creando grandes niveles de depresión y ansiedad.

Nuestra realidad es que nos preguntamos continuamente: ¿Qué hacemos?, ¿condescender?, ¿prohibir?, ¿ponernos fuertes?, ¿dejar pasar?, ¿rendirnos? En general los tratamos como si fueran nuestra proyección. Al dirigirnos a los jóvenes, nos dirigimos a nuestros recuerdos juveniles, a nuestro pasado joven, a nuestras nostalgias y melancolías, cuando no a nuestros deseos de lo que pudimos ser y no fuimos. La vida real de los jóvenes está muy distante, en otro sitio, y nos resulta difícil de interpretar en nuestros esquemas habituales.

Miremos las cosas son serenidad y optimismo. Nuestros jóvenes tienen unos antivalores preocupantes, pero poseen también unas condiciones envidiables. Y nuestra actitud sería darles la confianza que merecen, con tal que esté sostenida en un gran sentido de la responsabilidad.

No nos equivoquemos, los ejemplos cotidianos de los personajillos de la Tele no nos sirven. Las “ pelis” sólo son sueños de otros y no valen para escribir nuestra propia historia; de hecho, sólo nos sirven aquellas cosas que podemos experimentar personalmente, que nos permitan estar bien y vivir en congruencia con nosotros mismos. De esta forma, contribuiremos a mejorar un poco nuestro entorno y eso sí vale la pena.


Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com