miércoles, 1 de octubre de 2014

DERECHO A DECIDIR

Vivimos días claves para el futuro de Cataluña. Su presidente, empujado por la fuerza política aliada que le acompaña en su gobernabilidad,  no puede ahora volverse atrás de lo prometido y ha rubricado con su firma lo aprobado por el parlamento catalán.  La convocatoria el 9-N de un referendo sobre la independencia de Cataluña, está servido. El Gobierno español, amparado en las leyes constitucionales,  hará todo lo posible para evitar dicha consulta. Mucho se ha debatido sobre el derecho de los catalanes a decidir sobre su futuro. Reclaman que, el derecho a votar y a decidir, es la forma más democrática, y señalan el ejemplo de Gran Bretaña accediendo que Escocia lo celebre. Al ganar el  NO supone que, en el futuro, Escocia tendrá un sistema autonómico con la transferencia de algunas competencias. Ya le gustaría a Escocia tener la autonomía y competencias que ahora goza Cataluña; posiblemente si las hubiera tenido ya, ni siquiera se hubiesen planteado consulta alguna.

No seré yo quien niegue que la forma más democrática de decidir sea expresar la voluntad en las urnas, pero esta consulta adolece de lo que tanto reclaman los independentistas:  no dejan votar a nadie más. Sólo ellos. Si hay que decidir sobre el futuro de una parte de España, ¿por qué no pueden hacerlo y decidir el resto de españoles?, o ¿acaso la Asamblea de Madrid, por ejemplo, puede decidir por sí sola la salida de la OTAN? La consulta y el derecho a decidir que reclaman, sólo es posible mediante el diálogo, el debate, y el acuerdo político para poder modificar nuestra Constitución y demás leyes que, ahora, impiden su celebración. El derecho a decidir es inalienable, personal e individual, pero dentro del marco jurídico establecido; abandonar éste cuando “yo quiera”, no es permisible. Al Sr. Rajoy le ha faltado cintura, no ha sabido manejar la situación negándose en redondo a solucionar un conflicto parapetándose sólo en la Ley, negándose a un diálogo que derive en un entendimiento satisfactorio para ambas partes.

Al margen de esto, los dirigentes catalanes no han sabido o no han querido explicar a sus ciudadanos el alcance de un hipotético sí a la independencia; cosa no poco baladí pues quizá muchos de los que ahora piensan votar afirmativamente, posiblemente cambiarían de opinión. La globalización de la economía y la interconexión de los mercados financieros y económicos, hace que la independencia de una región de cualquier país genere un importante coste económico que se traslada fuera y especialmente dentro de las fronteras. Cataluña se enfrentaría a un problema grave de financiación, al menos en el corto plazo. Actualmente es la Comunidad más endeudada de España (27,2% de su PIB) y tras asumir la parte proporcional de la deuda nacional alcanzaría el 78% del PIB de arranque de la región. A esto se añade que la salida de la Unión Europea llevaría a perder los mecanismos de financiación del Banco Central Europeo. Brusca caída del comercio: El efecto más claro y contundente estaría en sus exportaciones, tanto las que se venden a otros países como las que se harían a una España, que deja de ser mercado interior. Cataluña exportó en el año 2013 bienes con un valor de 58.358 millones de euros, con un 65% destino la zona euro. En el momento que deje de ser miembro de la Unión Europea las exportaciones estarían grabadas por aranceles, la Tarifa Exterior Común (TEC), que supondría directamente un incremento sobre el precio de las exportaciones del 5,7%. Este aumento no sólo repercutiría a las ventas a países de la UE, sino también a las decenas de naciones con los que la Unión Europea tiene acuerdos preferenciales con rebajas arancelarias que desaparecerían.

Esta pérdida de competitividad se estima que tendrá un impacto de 7.400 millones de euros, un 13% del volumen de exportaciones y un 3,8% del PIB de Cataluña. Pero el impacto mayor sería en la venta de productos que realiza actualmente a otras Comunidades Autónomas de España. Habría que añadir la subida de precios, al aplicarse los aranceles (TEC) como al resto de países; el llamado Efecto Frontera por el cual el comercio entre países es siempre muy inferior al comercio entre regiones, con el perjuicio que supone la inversión directa, salida de empresas y caída del turismo. La suma de lo que vende al extranjero y al resto de España supone el 66% del PIB. El resto de España es su mercado principal, sus 50.000 millones de ventas suponen más de 5 veces lo que se vende en su segundo país por ventas (Francia con 10.000 millones) y más de 8 veces que el tercero (Alemania con 6.600 millones). Por ello mantener el mercado español es más que importante y es precisamente el que más riesgos tiene. España también sufriría pues un 19% del PIB procede de Cataluña y una independencia llevaría a que España perdiera una quinta parte del Producto Interior Bruto de un plumazo.

En resumen, el impacto económico para España y Cataluña sería importante. Cambiaría mucho el mapa de los intercambios económicos y genera incertidumbres en los mercados financieros,  además, de perder "independencia" económica y financiera por mantener el euro como moneda base. En definitiva un duro golpe económico en el que perdemos todos.

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com