viernes, 1 de enero de 2016

Y AHORA: ¿QUÉ?

Ya se han celebrado las elecciones, y el cacao que se ha formado ha sido tremendo. Ninguna formación ha obtenido la mayoría necesaria para poder formar gobierno y, además, las perspectivas de posibles alianzas y apoyos son complicadas. La irrupción de Podemos y Ciudadanos ha resquebrajado el bipartidismo que ostentaban el PP y el PSOE. Un tercio de los votos en estas elecciones ha ido a parar a las formaciones lideradas por Pablo Iglesias (20,7 %, si se incluyen las mareas) y por Albert Rivera (13.9 %). A nivel provincial, la media de votos al partido más votado en 2011 era del 50%. En estas elecciones, ha bajado al 35%. A pesar de la ruptura del bipartidismo, gracias a la ley electoral, el PP y el PSOE mantienen ciertas diferencias en el hemiciclo del Congreso. Ambos partidos se han desplomado con respecto al histórico de resultados y la diferencia en escaños entre los partidos clásicos y las nuevas formaciones es superior a la que se desprende del porcentaje de votos. Pero, ¿qué hubiese ocurrido sin el sistema D'Hondt?.

          Si sólo hubiera una circunscripción electoral en España, todos los votos valdrían lo mismo, con independencia del lugar desde donde salieran. En este caso, habría un arco parlamentario aún más numeroso, porque partidos como PACMA, UpyD, BNG o UNIÓ, entrarían en el Parlamento. Así, el Congreso estaría representado de esta manera: PP hubiera obtenido 100 escaños (-23), PSOE: 77 (-13), PODEMOS: 72 (+3), C´S: 47 (+7), IU: 13 (+11), y hubieran entrado partidos como BILDU, PACMA, UPyD, VOX, UNIÓ, C.C. y BNG entre otros. El sistema D´Hont prima a los partidos mayoritarios en cada circunscripción electoral, que en el caso de España es la provincia. Esta fórmula fue adoptada en tiempos de la Transición para conjurar el temor existente entonces sobre la inestabilidad que podría causar en el país un Congreso demasiado dividido. Ya se ha comprobado que, aún así, el Parlamento está tan fraccionado como voluntades distintas del electorado existen.

          Y ahora, ¿qué? No hay duda que los dos partidos más emergentes (Podemos y Ciudadanos) han dado un vuelco al electorado. Y ambos se pronuncian por una reforma de la ley electoral para  que se deje de primar a los grandes partidos y que, sin duda, hoy es ya una reforma tan necesaria como justa. Aunque, a la vista de los resultados de estas elecciones, tampoco se puede decir tajántemente que el bipartidimo no existe ya, porque si se apoyaran mutuamente P.P. y PSOE, habría mayoría suficiente para gobernar dejando a Podemos y Ciudadanos en una mera oposición. Pero no, ese acuerdo es antagónico entre ambos. La historia de nuestra democracia así lo refleja: la incapacidad de ambos partidos para ponerse de acuerdo en la gobernabilidad del País ha sido manifiesta de siempre. Ha primado más el interés del partido de turno, que la conveniencia de efectuar políticas adecuadas para el bienestar común de todos. Sólo se han preocupado de acusarse mútuamente de los males que nos invaden, sin arrimar el hombro al unísono para solucionar los mismos. En fín, así nos va.

          En la noche de las votaciones, cuando oyes hablar a los distintos responsables políticos resulta que ninguno ha perdido. Todos han ganado y se sienten satisfechos por el resultado. Se lamen las heridas de puertas para adentro, que nadie vea su rabia contenida, sus miserias. ¿Alguna autocrítica por la debacle electoral de los grandes? Ni el Sr. Rajoy ni el Sr. Sánchez la han utilizado. Rajoy presumió de ser la fuerza más votada, criticó lo mal que le va al PSOE;  y el Sr. Sánchez, que dijo en campaña que si no ganaba sería un fracaso, ahora resulta que está buscando apoyos para intentar ser Presidente del Gobierno si no prospera la candidatura de Rajoy.

          El panorama político que han dejado las elecciones es desconcertante y dicen que ingobernable; y no se dan cuenta que los ciudadanos ya se han manifestado y, el resultado, es que nadie tiene el poder para hacer y deshacer, sino que este resultado es para que hablen, dialoguen y se pongan de acuerdo. Me temo que, seguramente,  tendremos que acudir a las urnas de nuevo precisamente por esa falta de consenso que siempre ha existido.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com