Ya se han celebrado las
elecciones, y el cacao que se ha formado ha sido tremendo. Ninguna formación ha
obtenido la mayoría necesaria para poder formar gobierno y, además, las
perspectivas de posibles alianzas y apoyos son complicadas. La irrupción de
Podemos y Ciudadanos ha resquebrajado el bipartidismo que ostentaban el PP y el
PSOE. Un tercio de los votos en estas elecciones ha ido a parar a las
formaciones lideradas por Pablo Iglesias (20,7 %, si se incluyen las
mareas) y por Albert Rivera (13.9 %). A nivel provincial, la media de
votos al partido más votado en 2011 era del 50%. En estas elecciones, ha bajado
al 35%. A pesar de la ruptura del bipartidismo, gracias a la ley
electoral, el PP y el PSOE mantienen ciertas diferencias en el hemiciclo
del Congreso. Ambos partidos se han desplomado con respecto al histórico de
resultados y la diferencia en escaños entre los partidos clásicos y las
nuevas formaciones es superior a la que se desprende del
porcentaje de votos. Pero, ¿qué hubiese ocurrido
sin el sistema D'Hondt?.
Si sólo hubiera una circunscripción
electoral en España, todos los votos valdrían lo mismo, con independencia del
lugar desde donde salieran. En este caso, habría un arco parlamentario aún más
numeroso, porque partidos como PACMA, UpyD, BNG o UNIÓ, entrarían en el
Parlamento. Así, el Congreso estaría representado de esta manera: PP hubiera
obtenido 100 escaños (-23), PSOE: 77 (-13), PODEMOS: 72 (+3), C´S: 47 (+7), IU:
13 (+11), y hubieran entrado partidos como BILDU, PACMA, UPyD, VOX, UNIÓ, C.C.
y BNG entre otros. El sistema D´Hont prima a los partidos mayoritarios en cada
circunscripción electoral, que en el caso de España es la provincia. Esta
fórmula fue adoptada en tiempos de la Transición para conjurar el temor existente entonces sobre la inestabilidad
que podría causar en el país un Congreso demasiado dividido. Ya se ha
comprobado que, aún así, el Parlamento está tan fraccionado como voluntades
distintas del electorado existen.
Y
ahora, ¿qué? No hay duda que los dos partidos más emergentes (Podemos y
Ciudadanos) han dado un vuelco al electorado. Y ambos se pronuncian por una
reforma de la ley electoral para que se
deje de primar a los grandes partidos y que, sin duda, hoy es ya una reforma
tan necesaria como justa. Aunque, a la vista de los resultados de estas
elecciones, tampoco se puede decir tajántemente que el bipartidimo no existe
ya, porque si se apoyaran mutuamente P.P. y PSOE, habría mayoría suficiente
para gobernar dejando a Podemos y Ciudadanos en una mera oposición. Pero no,
ese acuerdo es antagónico entre ambos. La historia de nuestra democracia así lo
refleja: la incapacidad de ambos partidos para ponerse de acuerdo en la
gobernabilidad del País ha sido manifiesta de siempre. Ha primado más el
interés del partido de turno, que la conveniencia de efectuar políticas
adecuadas para el bienestar común de todos. Sólo se han preocupado de acusarse
mútuamente de los males que nos invaden, sin arrimar el hombro al unísono para
solucionar los mismos. En fín, así nos va.
En
la noche de las votaciones, cuando oyes hablar a los distintos responsables
políticos resulta que ninguno ha perdido. Todos han ganado y se sienten
satisfechos por el resultado. Se lamen las heridas de puertas para adentro, que
nadie vea su rabia contenida, sus miserias. ¿Alguna autocrítica por la debacle
electoral de los grandes? Ni el Sr. Rajoy ni el Sr. Sánchez la han utilizado.
Rajoy presumió de ser la fuerza más votada, criticó lo mal que le va al PSOE; y el Sr. Sánchez, que dijo en campaña que si
no ganaba sería un fracaso, ahora resulta que está buscando apoyos para intentar
ser Presidente del Gobierno si no prospera la candidatura de Rajoy.
El
panorama político que han dejado las elecciones es desconcertante y dicen que
ingobernable; y no se dan cuenta que los ciudadanos ya se han manifestado y, el
resultado, es que nadie tiene el poder para hacer y deshacer, sino que este
resultado es para que hablen, dialoguen y se pongan de acuerdo. Me temo que, seguramente, tendremos que acudir a las urnas de nuevo
precisamente por esa falta de consenso que siempre ha existido.
Miguel
F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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