sábado, 1 de marzo de 2014

POLÍTICA DEL MIEDO

Hace ya unos años que nos hemos acostumbrado a vivir indecisos, con un horizonte temporal impredecible; nuestro futuro se nos antoja, cuando menos, incierto, desesperanzador, nada halagüeño. Algunos pensarán que su “vida ya está hecha”, que por su edad y con lo que tienen,  ya han cumplido, pero siguen pensando en sus descendientes, en su futuro preocupante e  incierto.  Estamos en una sociedad regularmente solidaria, pero triste, vamos arrastrando nuestra existencia sin ilusión; es como si transportáramos una pesada losa que nos hace cada vez más difícil poder realizar nuestros sueños, ilusiones y deseos, porque vivimos bajo una constante y persistente amenaza. En definitiva, vivimos con miedo.

            El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación, habitualmente desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado, que nuestra experiencia se encarga de recordarnos. Los que dirigen esta cosa llamada Estado (no sólo en este País, sino en todo el mundo) saben que para alcanzar sus metas necesitan nuestra colaboración, que apoyemos sus proclamas para que se llegue (ellos) a los objetivos establecidos. Es lo que algunos expertos denominan la “cultura del miedo”. Se trata de bombardear constantemente mensajes que nos provocan temor, porque cuando tenemos miedo, solemos tener un comportamiento más irracional de lo normal; y esto suelen utilizarlo frecuentemente los políticos, empresas y los poderes económicos. Por ejemplo, desde hace ya unos años no paran de informarnos sobre la pésima situación económica, o de la necesaria medida de rescatar a las entidades financieras (antiguas Cajas de Ahorro dirigidas por políticos) porque de lo contrario, los depositantes perderían todo su dinero. Es decir, al mismo tiempo que nos meten el miedo nos venden la solución y consiguen su objetivo; o cuando es un discurso pidiendo sacrificios y recortes para salir de la crisis y nos atemorizan que, la única forma de salir de ella para evitar la hecatombe, es que nos recorten los derechos sociales sin darnos cuenta que nos han vendido su “solución”.  

            El arma más poderosa que tiene un gobernante no es la fuerza ni la represión. Esas artes son de otro tiempo, de otra época. Hoy en día los gobernantes prefieren no llegar hasta esos extremos para controlar y someter al pueblo. No hace falta porque han descubierto que, a la hora de gestionar una población, no es necesaria la fuerza si se sabe bien cómo amenazar a los individuos. Debido al miedo transmitido con una amenaza, las personas obedecerán necesariamente. Es sabido por todos que, desde hace años,  han disminuido considerablemente los accidentes de automóviles con víctimas mortales. Pero, ¿es debido a una mejor conciencia ciudadana, o al temor a que te pille un radar, te imponga una multa estratosférica, con la consiguiente pérdida de puntos y posterior retirada del carnet? Cada cual en su fuero interno sabrá.
           
            Hace ya unos años que la población de a pie estamos sufriendo un constante deterioro de nuestros derechos democráticos con pérdida ostensible de derechos sociales. Nos han vendido que no había otra solución bajo la amenaza de quebrar y llegar al caos; por fortuna, ya existen voces que se alzan y denuncian la manipulación que estamos sufriendo.  Por ello el arma más poderosa que tiene un gobernante es el miedo; es la razón por la que el sistema se mantiene vivo.  Cuando un político utiliza el miedo en su discurso no pretende alertar o avisar a la población, sino conseguir sus objetivos. Ya he oído en alguna ocasión que si, en unas elecciones, se vota distinto de PSOE o PP, sería imposible la gobernabilidad del País. Es una amenaza más. ¿Qué es lo que temen los defensores del sistema establecido? Sencillamente que el sistema caiga, que se les acabe el chiringuito, “la mamandurria”.

            El sistema actual, se basa entre otras cosas en la desigualdad. Desigualdad económica, desigualdad social, desigualdad política… Es un sistema de clases, en el que los de arriba no están dispuestos a equipararse política, social y económicamente con los de abajo. Y para que los de abajo no cuestionen el sistema y no lleguen a pensar que “algo falla”, los de arriba se ponen manos a la obra con la política del miedo. Es curioso comprobar cómo nos engañan, nos mienten, nos ocultan la verdad y siempre con el mismo objetivo: el enriquecimiento. Hay que mantener la tiranía de los mercados. Quizá luego tenga que retractarse, pero no será problema; seguramente ya no será presidente y estará colocado en alguna empresa a la que favoreció durante su mandato. Pedir perdón, sólo esporádicamente; pedir permiso nunca. Así la reforma de pensiones, recortes en sanidad, subida de impuestos, bajada de sueldos, precarización del trabajo…, todo se acaba aceptando por parte de la sociedad. Una sociedad con miedo. ¿Cómo protestar ante estas políticas? Da mucho miedo la incertidumbre de no hacer caso a lo que dicen los hombres de negro que viven en Bruselas y que saben tanto de números. Da mucho miedo quejarse, porque podemos perder el puesto de trabajo. Otro nos reemplazará y trabajará por menos dinero. Mientras tengamos comida en la nevera y televisión, nada nos hará levantarnos del sofá.

            Preguntémonos qué haríamos si no tuviéramos miedo, ¿qué nos gustaría hacer, a donde iríamos, qué haríamos con esta clase política, con la crisis, con los empresarios y con los bancos, qué sería de nuestra vida sin miedo, sin ese gran muro que nos ponen?  Te invito a que busques vivir sin ese temor, entonces es cuando seremos realmente libres. El miedo es nuestra mayor prisión. No podemos apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones al mismo tiempo.


Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com