viernes, 8 de junio de 2012

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR


Vivimos tiempos difíciles, de incertidumbres y desconfianza; son los efectos de una crisis que ya nos afecta no sólo en lo económico, sino hasta en lo más vital de nuestra existencia. Es un bombardeo constante en nuestra principal línea de flotación. El ciudadano de a pie cada vez ve y comprende más que esto de la crisis no se reparte de igual manera; es como si asistiéramos a una fiesta a la que no hemos sido invitados, donde vemos cómo se reparte una gran tarta que la pagamos los de siempre, pero que ni siquiera probamos un trocito, porque advertimos y comprobamos que, a la hora de repartir derechos,  no todos somos iguales.  El reparto de la carga de la crisis económica es uno de los puntos del debate actual con más divergencias y aristas. Nuestros políticos sólo se dedican a buscar dinero por donde sea porque no les llega.

         En medio de esta situación algunos partidos han puesto sobre la mesa de operaciones los impuestos, especialmente el IBI municipal que la Iglesia Católica no paga, para que los ayuntamientos y parlamentos se pronuncien. Antes, cuando el dinero fluía ni se preocupaban de si era justo o no que  esta Institución tuviera que abonar dicho impuesto como cualquier hijo de vecino, este privilegio carecía de importancia. Pero no sólo la Iglesia Católica es la única exenta de pagarlo pues también quedan eximidas las Fundaciones, Asociaciones de utilidad pública, Federaciones deportivas, y parece que también los Partidos Políticos, Sindicatos, ONGs, iglesias evangélicas, comunidades judías y musulmanas, el Museo del Prado, la SGAE, el Hotel Ritz y el Palacio de Liria, entre otros. Ignoro si esto es verdad, pero me parece un escándalo lo del  Ritz, la SGAE y el Palacio de Liria, y mi pregunta es: ¿Si esto es un privilegio, por qué no se ha abordado antes? ¡¡Hay tantas cosas pendientes de arreglar!!

         Quizá lo más sorprendente, por nuestra tradición cristiana, sea lo referente a las propiedades de la  Iglesia. La iglesia católica española es inmensamente rica, posee innumerables inmuebles rústicos y urbanos, bienes mobiliarios, medios de comunicación y artísticos y propiedades de todo tipo; el Estado le permite, injustificadamente, la opacidad de sus cuentas y  patrimonio, así como de las operaciones y transacciones económicas. Pero para que las demandas de cotización de la Iglesia fueran una realidad, habría que modificar los acuerdos firmados entre el Estado y la Santa Sede de 1979, que ningún gobierno español hasta ahora ha osado tocar y que establecen, para las instituciones de la Iglesia en sentido estricto, una lista cerrada de bienes inmuebles con exención del IBI. Se trata de las parroquias, sus locales y la curia Diocesana, seminarios y universidades de disciplinas eclesiásticas, así como las casas parroquiales, residencia del Obispo y los edificios destinados a residencia de Órdenes y Congregaciones religiosas.  La Iglesia católica se ha rebelado por el asunto del IBI. Argumentan que ella da muchos servicios y que si se valoraran, el Estado les debería mucho dinero. Primero, siempre creí que tal institución hacía el bien sin esperar remuneración. Segundo, no deberíamos, en un Estado laico, permitir que se apropiaran de lo que debería ser justicia social y no caridad, como hacen ellos; deberíamos habilitar los medios necesarios y no depender de que una institución quiera o no atender a los necesitados. Tercero, los colegios religiosos deberían autofinanciarse; si eso supone que hay que poner más en la educación pública para que todo el mundo tenga acceso a un colegio adecuado, habría que dotar más recursos para este fin, aunque me temo que ya se sabe pero no se quiere hacer.

         Como decía al principio, la tan cacareada igualdad debería aplicarse en toda su concepción: Ninguna exención, ¡¡a nadie!! Ninguna prebenda, ¡¡a nadie!! Ningún privilegio, ¡¡a nadie!! Ni a los partidos, ni a sindicatos ni a nadie. Una ley clara de financiación y transparente de  cuentas públicas para todos, ayudaría a recuperar la confianza perdida en nuestra clase política y a disminuir la gran distancia que les separa de la ciudadanía.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com