miércoles, 1 de mayo de 2019

HABLARON LAS URNAS


Ya hemos votado, a ver cuánto nos dura lo que han manifestado los ciudadanos, no vaya a ocurrir que tengamos que volver a pronunciarnos porque no se ponen de acuerdo. Sería muy contraproducente repetir lo ocurrido en las anteriores elecciones; aunque, dentro de poco (mayo) volveremos a acudir para designar a nuestros representantes en ayuntamientos y CCAA.  Ser diputado del Congreso de España requiere no perder la perspectiva para qué ha sido elegido. En los últimos cuatro años, hemos acudido tres veces a votar. Los españoles han elegido a Pedro Sánchez para liderar un nuevo gobierno de pactos; aunque ya suenan voces de que están dispuestos a gobernar en solitario. ¿Qué se espera de ellos?

         Una batería de reformas urgentes en materia económica esperan. La sostenibilidad de las pensiones y el cumplimiento del déficit tras casi un año perdido puede que sea lo más urgente. Pero hay más, mucho más: contener la desaceleración de la economía y el empleo. La reforma de la Seguridad Social es un asunto urgente para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. Cada vez hay más déficit en el sistema porque las pensiones son cada vez mayores y el número de pensionista aumenta más que el número de ocupados que cotizan. Es un tema complicado de resolver porque el Pacto de Toledo quedó muy dañado y la fuerza electoral que representa este colectivo, complica una reforma con miras a largo plazo. Pero hay que abordarlo. Sobre el déficit, decir que cada español debe hoy más de 25.000 euros de dinero público y se considera vital sanearlo antes de que el Bco. Central Europeo cambie su política de tipos de interés y vuelva a encarecerse la financiación de esa ingente cantidad de deuda. Es necesario mejorar la eficiencia del gasto. No son tareas menores.

         La evolución del empleo y los salarios va con retraso frente al crecimiento. Hay una señal clara de que estamos ante un final de ciclo que no ha estado presente en los programas electorales de ningún partido. El crecimiento de empleo es superior al del PIB que manifiesta una tendencia con impacto directo en la productividad que ha bajado en 2018. Hay que preguntarse qué tipo de economía preferimos, porque el modelo productivo basado en el turismo y el ladrillo, ya sabemos dónde conduce. Abordar los problemas que, realmente, interesan a los ciudadanos es vital para el nuevo Ejecutivo. Definir el carácter público de  la Sanidad y la Educación debe ser una máxima. Hemos comprobado cómo responsables de servicios públicos dicen tranquilamente, que los padres prefieren la enseñanza privada a la pública, y que por eso hay que dar más dinero a los colegios concertados  en detrimento de la escuela pública. Recuperar la condición pública tanto de la enseñanza como de la sanidad, debe ser una prioridad inaplazable, sentar las bases de una ley de educación, válida para todas las CCAA sin excepción, que amortigüe el fracaso escolar que padecemos hoy y que nos sitúa a la cola de Europa. En la misma línea se mueven la mayoría de los procesos de privatización, externalización o como quieran llamarlo de los servicios públicos. Se sacan a concurso con presupuestos inferiores a los que se vienen dedicando y en el baremo de selección se da el peso decisivo a la oferta más barata, despreciando la competencia en la gestión y la experiencia de los concursantes. Naturalmente, gana la contrata una empresa que probablemente jamás ha trabajado en el sector.

         El deterioro paulatino de la sanidad pública cuando la gestión cae en manos privadas empieza a ser evidente. No importa el servicio sino la cuenta de resultados. Las prestaciones caras y los enfermos costosos son despreciados y se trabaja para absorber las prestaciones de bajo coste y alto margen de beneficio. Claro, la comparación entre los gestores públicos (obligados lógicamente a atender a todos los ciudadanos) y los privados (que solo se quedan con los rentables) muestra que éstos son más eficientes. Se conceden en muchos departamentos públicos subvenciones para realizar determinados proyectos: a ONGs, a fundaciones, a equipos de investigación. Naturalmente, se exige presentar un montón de documentos explicando qué se quiere hacer, objetivos, medios…Al final del proceso, como es debido, se rinden cuentas de la utilización de los fondos públicos. Uno esperaría que se dedicara a esa tarea un grupo de funcionarios que comprobaran cómo se habían conseguido los objetivos públicos para los que se había otorgado la subvención. Pues no: últimamente se ha externalizado esa tarea y son empresas privadas de auditoría (¡contable, claro!) las que cobran de la Administración Pública correspondiente para realizarla.

El control es prácticamente nulo en lo referente a los objetivos conseguidos, a la calidad del servicio. Ni análisis de estructuras económicas, relaciones de producción y de poder, ni nada. Caso omiso, ignorancia supina de cualquier reflexión sobre la influencia y dependencia de nuestra economía del resto del mundo, de la globalización y demás nimiedades; sin olvidar la ausencia a cualquier alusión a la responsabilidad de los gobiernos territoriales, especialmente a la sangría de Cataluña y Euskadi, el coste de cuyos privilegios y política de apaciguamiento supera en miles de millones a todos los recortes habidos y por haber. Un mensaje para los recién nombrados: Lo prometido debe ser cumplido, porque las promesas no cumplidas, disminuyen la confianza.

Miguel F. Canser