jueves, 2 de febrero de 2017

IDEOLOGÍAS APARTE

Desde hace décadas el término “ideología” se encuentra devaluado. Asimismo, deberían haber caído ya en desuso los términos “izquierda” y “derecha” como marcas orientadoras en el debate político. Ambos fenómenos –el descrédito de la ideología y el relativo abandono de los conceptos mencionados— responden a algunos elementos en común. Uno de ellos, quizás el más importante, es la comprensible desconfianza que nos producen los radicalismos. Otro, no desdeñable, es el aparente vacío de ideas en que ha caído la práctica cotidiana de la política. El fascismo y el comunismo son los ejemplos más notorios de ideologías radicales y mortíferas. Las ideologías, formas generalmente inflexibles, y ajenas a toda autocrítica para entender a una sociedad y proponerle un futuro, se constituyeron como creencias monolíticas e inmutables, alejadas de  los datos de la realidad y exigente de ciegas adhesiones.

         En el lado opuesto, se va imponiendo la idea de que el pragmatismo es el más alto valor al que se pueda aspirar en el debate sobre lo público. Lo opuesto a ese pragmatismo sería, precisamente, el pensamiento ideológico. Así, mientras los ideólogos sostendrían debates estériles alrededor de conceptos y visiones abstractas y alejadas de lo real, los pragmáticos, con los pies en tierra, actuarían resolviendo eficazmente problemas. Con esta misma lógica la división entre izquierda y derecha quedaría entonces obsoleta, pues lo importante no sería ya discutir sobre visiones del mundo sino más bien resolver dificultades aquí y ahora. 
         Una ideología no deja de ser una colección de ideas. Cada ideología utiliza esas ideas en lo que considera la mejor forma de gobierno y el mejor sistema económico. Si convenimos que el fin último de la política es el bien común, la búsqueda de soluciones para el desarrollo y bienestar de los ciudadanos, la vida real de las personas y sus fines generales deben ser un imperativo para toda actividad socio-político. Las necesidades de las personas deben estar por encima de toda ideología. Y en nuestra política diaria, asistimos a una guerra de “ideas” que para nada conducen a ese fin último que he descrito. Sólo importa la prevalencia de sus ideales, obviando lo que en cada momento puede interesar a la mayoría.

         Muchas veces he escuchado la famosa frase de:”yo no quiero políticos, sino buenos administradores”. Y es que nuestros políticos nos demuestran cada día que eso de la ideología es secundario. Y no me refiero sólo a aquéllos que, de vez en cuando, cambian de bando, sino cuando su actividad política está orientada a asegurarse un puesto bien remunerado en la empresa privada, que por desgracia sucede con frecuencia. La verdad es que el ciudadano sólo quiere hechos, no ideas. Que miren por sus intereses, que sean diligentes a la hora de afrontar un gasto, distinguiendo –en eso mi madre era una experta— entre un gasto necesario de uno imprescindible. Y si es necesario construir, por ejemplo, un hospital, porque se hace imprescindible, los políticos deben ponerse de acuerdo al margen de su propia ideología. El ejemplo más cruento lo tenemos en Rivas: con una población censada de 85.000 habitantes, no disponemos no ya de hospital, sino de un Centro de especialidades médicas. Pero Arganda, con un censo de unos 60.000 habitantes, sí es merecedora de un amplio hospital. ¿Por qué?,  sencillamente por pura ideología.

         Aunque la ideología es necesaria, pues nos movemos por unos ideales intrínsecos, debe primar siempre la perentoria necesidad social, educativa o  sanitaria en cada momento, porque necesidad es una carencia o escasez de algo que se considera imprescindible, y la clase política debe utilizar los recursos económicos disponibles, en vez de malgastarlos en gastos inútiles y superfluos,  en cubrir esas necesidades al margen de sus preferencias personales. Nuestros políticos son camaleónicos y, como dice mi amigo Manolo, “comunistas hasta que se enriquecen, feministas hasta que tienen un niño, y ateos hasta que el avión empieza a caer.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com