jueves, 1 de octubre de 2015

REFORMAS Y SENTIDO COMÚN

Se dice de la política que es el arte de gobernar, y su objetivo es usar el poder para beneficiar a todos los integrantes de la sociedad; es una vocación de servicio a los demás.  A través de la historia, nos hemos dado cuenta cómo la política está muy lejos de conseguir este fin, aunque su verdadero objetivo es buscar el bien común, lamentablemente y con frecuencia, el Estado deja de servir al pueblo para ponerse al servicio de unos pocos, pasando por encima de todas las promesas hechas y  su único interés es mantenerse en el poder. La desesperación y desilusión del ciudadano es tal que ha dejado de confiar en los políticos; su falta de credibilidad es ya nuestro pan de cada día.

               Se acaban de celebrar las elecciones autonómicas en Cataluña que no han sido unas elecciones más. No sólo estaba en juego un número de escaños para el Parlamento catalán,  sino que se han tratado como unas plebiscitarias con el objetivo de considerar su independencia del Estado español. El resultado ya todos lo conocemos: amplia mayoría de escaños para los independentistas pero mayor número de votos para los constitucionalistas. Esta es la incongruencia de nuestra ley electoral donde no tiene la misma validez  un voto dependiendo del lugar donde se emita; por lo que el resultado se nos antoja contradictorio y nada entendible: Es el sistema proporcional de la llamada Ley D´Hondt donde se excluyen las candidaturas que no hayan obtenido, al menos, el 3% de los votos válidos obtenidos. Este sistema fue el elegido en su momento para garantizar gobiernos fuertes en la aún joven democracia española, pero ahora no es el adecuado pues beneficia a los partidos grandes y a los núcleos de población más pequeños. No es lo mismo superar el 3%, por ejemplo,  en Madrid que en Segovia. De ahí, la incongruencia.

               Estas elecciones han dado otro dato importante de interés: el 47,8% ha votado a formaciones que auspiciaban el independentismo, mientras que el 51,7% ha votado lo contrario. Parece que, con este dato, no es suficiente para proclamar unilateralmente la soberanía catalana al margen de la española.  Pero, ¿qué es lo que ha sucedido para que, año tras año, se haya incrementado el deseo popular de estar fuera de España? Sólo la ausencia de dos cosas: Reformas legislativas y sentido común. En política, a veces, no es necesario efectuar complicados análisis. Basta con ejercer eso, el sentido común que es antagónico con los deseos de poder y avaricia económica.  Porque si se hubieran dedicado a solucionar los problemas que nos separan, y ampliar lo que nos unen, no estaríamos en esta situación. Unos con su cerrazón y falta de diálogo,  y los otros con su insolidaridad  y deseos de poder.

               Todo vuelve a repetirse. El mundo, desde que es mundo, está lleno de insolidaridad, de la sin razón, de la falta de entendimiento por no ceder por ambas partes, de la ambición desmedida, en definitiva, de la falta de vocación para el servicio a los demás, olvidando que el fin primordial de la política es lo que decíamos al principio: Buscar el bien común.  El dinero  y el poder son buenos aliados para el egoísmo personal y el beneficio propio.  

               Ya escribí sobre este tema ahora hace un año, en un artículo (“Derecho a decidir”) los inconvenientes que sufriríamos tanto españoles como catalanes en el supuesto de una ruptura de esta índole, pues todos perderíamos. Por eso, se hace necesario un diálogo profundo y permanente; quizá después de las elecciones generales, pues no veo ni al Sr. Rajoy ni al Sr. Más, con la capacidad suficiente para solventar, ante todo, su recíproca antipatía política. España está inmersa en una crisis general y global que abarca todos sus poros (económico y moral). La cuestión catalana, como la vasca, son elementos cruciales de una encrucijada histórica en la gestión pública. Los tiempos cambian y los valores que en la Transición eran encomiables, quizá ahora no sirven. Es necesaria la negociación y el diálogo donde unos y otros tengan que ceder en sus pretensiones para buscar el bien para todos.

               Necesitamos polític@s valientes que se decidan verdaderamente a solucionar los problemas de este País y por eso merece que nos detengamos a mirarlos de cerca: para ver o confirmar la manera lamentable en que nacen y se forman las políticas públicas de este país. O simplemente para preocuparnos, y preocuparnos mucho, por la gente a quienes hemos dado el poder de moldear con leyes nuestras libertades civiles y nuestros derechos individuales. O para constatar quiénes son esas personas: gente, en general, sin información ni conocimientos, mediocridades en altos cargos, que consideran que su ignorancia no es obstáculo para legislar sobre el tema que sea. Gente, en otras palabras, que hace política desde la poltrona. Es increíble, cómo existen personas que exigen de los demás actitudes y comportamientos deseables, cuando ellos nunca han dado ejemplo para motivar o generar actitudes de esta índole. Pregonan a viva voz, el ejercicio de ciertos valores como son la solidaridad, el respeto, el compromiso y la colaboración, cuando ellos son ajenos e inmunes a estos afectos.

               Lo dicho: reformas, preparación y sentido común.

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com