miércoles, 26 de julio de 2023

EGOCENTRISMO Y SOBERBIA


 Hay personas que se creen todopoderosas, muy por encima de los demás, y que creen siempre tener la razón. Son aquellos que sienten tanta pasión por sí mismos, que todo se les queda pequeño y que nadie les puede enseñar o mostrar nada que no lo supieran ya. Sus oídos están cerrados y sus ojos están ciegos para todo aquello que no tenga que ver con ellos. Están tan concentrados en sí mismos, que se pierden todo lo demás aunque, quizá, no son conscientes de ello. Su apariencia es de seguridad, pero no hay nadie más inseguro que aquel que se cree poseedor de la verdad siempre. En realidad, lo que les ocurre es que están llenos de soberbia.

 

         En la soberbia hay grandiosidad, altanería y egocentrismo, pero también inseguridades, miedos y vacíos. Se trata de una trampa del amor propio que deja ciegos a quienes entran en su juego. Es la pasión desenfrenada sobre uno mismo, la falta de humildad y de lucidez. Se trata de un sentimiento de valoración en el que la persona concentra su foco de atención en ella misma porque se considera excelente, única y muy por encima de los demás. Así la soberbia es amiga del orgullo, la vanidad, las ansias de poder, el narcisismo y, cómo no, el egocentrismo.

 

         Considerarse el ombligo del mundo, sentirse más importante que nadie, pensar siempre en sí mismo y creer que las opiniones e intereses propios están por encima de los pensamientos ajenos, son varios de los rasgos que caracterizan quien utiliza el egocentrismo. Se autoproclaman especiales y superiores, pero la arrogancia les acarrea diferentes problemas en sus relaciones sociales. Un ególatra puede tener una personalidad encantadora y comportarse como un déspota a la vez. En las relaciones familiares y de pareja son aprovechados y muy manipuladores. Suelen encontrar dificultad para trabajar en grupo y suelen tener problemas para establecer amistades y mantenerlas. Al creerse especiales, no aceptan la crítica y menosprecian las opiniones de los demás. Se sienten infalibles, aunque se presentan como personas seguras y llenas de autoestima. Estas armas las usan como mecanismo de defensa porque, en el fondo, son personas solitarias y llenas de inseguridades; por eso necesitan sentirse adulados y admirados constantemente.

 

         Lo característico de la soberbia es que, además de ser ilusoria y rimbombante, es un disfraz que encumbre a la inseguridad, a la falta de confianza en uno mismo, y al sentimiento de inferioridad. La persona que padece una soberbia excesiva, está ciega ante sus errores porque está atrapada por sus aires de grandiosidad. Esconde un profundo temor a la carencia, a ser menos que los demás y trata de sobrevivir y ser querida. Así, detrás de la soberbia hay miedo: miedo a no ser capaz, a no ser bueno, suficiente o reconocido; y ante la incapacidad de asumirlo, de aceptar esos temores y heridas, trata de maquillarlos. Es una autodefensa porque ayuda a rechazar antes que ser rechazado. Por esta razón, cuando se sienten atacados, suelen enfadarse, ponerse a la defensiva, o dejar de hablar durante un tiempo. Tienen la madurez emocional de un niño. En la soberbia los otros no existen. Todo le queda pequeño.

 

         El mejor antídoto para la soberbia, es la humildad: aprender a llevar una vida más sencilla que predomine el valor de lo importante, como el amor, la sencillez y la generosidad. Además es importante comprender que no sólo existe uno mismo, sino también están los otros; trabajar la empatía, que consiste en ponerse en lugar del otro, aceptar los errores y defectos propios, reconocer las propias limitaciones. No somos el centro del universo. No queramos aparentar ser grandes ante los demás, porque quizá, no hemos dejado de ser tan pequeños como nos creemos. Aparentar lo que no somos, no conduce a nada positivo porque podemos engañar a la gente, pero también nos engañamos a nosotros mismos.

 

Miguel F. Canser