En la soberbia hay grandiosidad,
altanería y egocentrismo, pero también inseguridades, miedos y vacíos. Se trata
de una trampa del amor propio que deja ciegos a quienes entran en su juego. Es
la pasión desenfrenada sobre uno mismo, la falta de humildad y de lucidez. Se
trata de un sentimiento de valoración en el que la persona concentra su foco de
atención en ella misma porque se considera excelente, única y muy por encima de
los demás. Así la soberbia es amiga del orgullo, la vanidad, las ansias de
poder, el narcisismo y, cómo no, el egocentrismo.
Considerarse el ombligo del mundo,
sentirse más importante que nadie, pensar siempre en sí mismo y creer que las
opiniones e intereses propios están por encima de los pensamientos ajenos, son
varios de los rasgos que caracterizan quien utiliza el egocentrismo. Se
autoproclaman especiales y superiores, pero la arrogancia les acarrea
diferentes problemas en sus relaciones sociales. Un ególatra puede tener una
personalidad encantadora y comportarse como un déspota a la vez. En las
relaciones familiares y de pareja son aprovechados y muy manipuladores. Suelen encontrar
dificultad para trabajar en grupo y suelen tener problemas para establecer
amistades y mantenerlas. Al creerse especiales, no aceptan la crítica y
menosprecian las opiniones de los demás. Se sienten infalibles, aunque se
presentan como personas seguras y llenas de autoestima. Estas armas las usan
como mecanismo de defensa porque, en el fondo, son personas solitarias y llenas
de inseguridades; por eso necesitan sentirse adulados y admirados
constantemente.
Lo característico de la soberbia es
que, además de ser ilusoria y rimbombante, es un disfraz que encumbre a la
inseguridad, a la falta de confianza en uno mismo, y al sentimiento de
inferioridad. La persona que padece una soberbia excesiva, está ciega ante sus
errores porque está atrapada por sus aires de grandiosidad. Esconde un profundo
temor a la carencia, a ser menos que los demás y trata de sobrevivir y ser
querida. Así, detrás de la soberbia hay miedo: miedo a no ser capaz, a no ser
bueno, suficiente o reconocido; y ante la incapacidad de asumirlo, de aceptar
esos temores y heridas, trata de maquillarlos. Es una autodefensa porque ayuda
a rechazar antes que ser rechazado. Por esta razón, cuando se sienten atacados,
suelen enfadarse, ponerse a la defensiva, o dejar de hablar durante un tiempo.
Tienen la madurez emocional de un niño. En la soberbia los otros no existen.
Todo le queda pequeño.
El mejor antídoto para la soberbia, es
la humildad: aprender a llevar una vida más sencilla que predomine el valor de
lo importante, como el amor, la sencillez y la generosidad. Además es
importante comprender que no sólo existe uno mismo, sino también están los
otros; trabajar la empatía, que consiste en ponerse en lugar del otro, aceptar
los errores y defectos propios, reconocer las propias limitaciones. No somos el
centro del universo. No queramos aparentar ser grandes ante los demás, porque
quizá, no hemos dejado de ser tan pequeños como nos creemos. Aparentar lo que
no somos, no conduce a nada positivo porque podemos engañar a la gente, pero
también nos engañamos a nosotros mismos.
Miguel F. Canser
No hay comentarios:
Publicar un comentario