martes, 1 de julio de 2014

CARTA AL REY FELIPE VI

Majestad:

          Soy una persona con algunos años ya que ha vivido la Transición; por lo tanto, recuerdo la ilusión de aquellos años, cuando fue coronado su padre Juan Carlos I. Era un tiempo esperanzador, de romper moldes y alejar definitivamente la mordaza que nos aprisionaba de la etapa franquista. Y aunque he de decir que mi ideología no es para nada monárquica, viví aquellos años con alegría e inusitada esperanza. Voté a favor nuestra Constitución sólo por eso, aún sabiendo que no había forma legal de instaurar una república, porque todo se nos ofreció en un mismo pack. Lo importante, en aquel entonces, era  abandonar esa dictadura.

          Ahora, después de 39 años de aquélla, y sin la expectación suscitada de entonces, muchos de los que votamos nuestra Carta Magna hubiéramos deseado que las cosas se hicieran de otra manera. Me refiero, naturalmente, que somos muchos los ciudadanos que nos gustaría que nos preguntaran qué tipo de sistema preferimos de representatividad del Estado, y poder elegir a la persona que figure al frente del mismo,  porque después del tiempo transcurrido, quizá sea conveniente desarrollar, adecuar y actualizar al acontecer actual algunos artículos de nuestra Constitución; y sobre todo, cumplir fielmente su artículo primero apartado dos: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.

          Le ruego no lo tome como algo personal porque no tengo nada que decir en su contra, no le conozco, y si le soy sincero, hasta le deseo que acierte en su nueva y difícil tarea. Pero también sé que a pesar de ser usted una persona culta y preparada, ­­­­­­las limitaciones de la Jefatura del Estado quizá le impidan desarrollar políticas que a usted le gustaría; porque no hay que olvidar que el Rey reina pero no gobierna. Usted  tiene un papel en la representación del Estado y sus actos, tanto como sus omisiones, comprometen a éste; habida cuenta de que es el Gobierno quien redacta o cuando menos supervisa y autoriza, las palabras del Rey, usted como todo aquel que ejerce un cargo, tiene además limitada su libertad de expresión por el ejercicio de su propia responsabilidad, aunque eso no quiere decir que no pueda decir lo que piensa con emoción y sentimiento, como lo hizo al referirse a su madre en el discurso de coronación, ni que deba inhibirse en todo momento de señalar lo que a su juicio son cuestiones clave de la convivencia nacional. Por eso es tan de lamentar que en su primera intervención como monarca, cuando se está anunciando un acercamiento de la Corona a los ciudadanos, se limitara a hacer un discurso políticamente correcto en el que las palabras que mejor indican las preocupaciones de estos, corrupción y paro, no fueron ni siquiera pronunciadas.
         
          Me gustaría que, efectivamente, fuera usted un rey cercano y comprometido con los problemas de los ciudadanos. Me gustaría verle cerca de aquéllos que, a causa de esta crisis galopante que ya dura demasiado, han perdido su empleo y han sido desahuciados por no poder pagar las cuotas de su hipoteca. Me gustaría que sus actos reflejaran la preocupación de aquellos que han visto mermadas, cuando no anuladas,  las ayudas a la dependencia a pesar de que les protege la ley. Me gustaría que en sus discursos hiciera referencia al número de hogares españoles con todos sus miembros en paro que alcanzó 1.906.100 en el primer trimestre del año, 72.400 más que en el cuarto trimestre de 2012, lo que supone un incremento del 3,95 %, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Me gustaría verle interesado en la mención de temas muy importantes como podría ser el de la falta en España de una justicia ágil, justa y modernizada. En definitiva, me gustaría, como usted dijo, "una monarquía renovada para un tiempo nuevo".  No quiero pecar de demagogo ni de populismo, pero ese noble propósito será imposible si al mismo tiempo no se regeneran y reforman los actuales grandes partidos políticos españoles, principales culpables del descrédito ciudadano donde anidan casi todos los grandes vicios y lacras de la nación: abuso de poder, injusticia, arrogancia,  culto al privilegio y que la Monarquía no es ajena.

          Vuelvo a reiterarle mi deseo de que usted acierte y que su ejemplaridad, ejercida día a día, sea recompensada con el cariño y el respeto de todos los españoles.

          Afectuosamente,

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com