Majestad:
Soy
una persona con algunos años ya que ha vivido la Transición; por lo tanto,
recuerdo la ilusión de aquellos años, cuando fue coronado su padre Juan Carlos
I. Era un tiempo esperanzador, de romper moldes y alejar definitivamente la
mordaza que nos aprisionaba de la etapa franquista. Y aunque he de decir que mi
ideología no es para nada monárquica, viví aquellos años con alegría e
inusitada esperanza. Voté a favor nuestra Constitución sólo por eso, aún
sabiendo que no había forma legal de instaurar una república, porque todo se
nos ofreció en un mismo pack. Lo importante, en aquel entonces, era abandonar esa dictadura.
Ahora, después de 39 años de aquélla,
y sin la expectación suscitada de entonces, muchos de los que votamos nuestra
Carta Magna hubiéramos deseado que las cosas se hicieran de otra manera. Me
refiero, naturalmente, que somos muchos los ciudadanos que nos gustaría que nos
preguntaran qué tipo de sistema preferimos de representatividad del Estado, y
poder elegir a la persona que figure al frente del mismo, porque después del tiempo transcurrido, quizá
sea conveniente desarrollar, adecuar y actualizar al acontecer actual algunos
artículos de nuestra Constitución; y sobre todo, cumplir fielmente su artículo
primero apartado dos: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del
que emanan los poderes del Estado”.
Le ruego no lo tome como algo personal
porque no tengo nada que decir en su contra, no le conozco, y si le soy
sincero, hasta le deseo que acierte en su nueva y difícil tarea. Pero también
sé que a pesar de ser usted una persona culta y preparada, las
limitaciones de la Jefatura del Estado quizá le impidan desarrollar políticas
que a usted le gustaría; porque no hay que olvidar que el Rey reina pero no
gobierna. Usted tiene un papel en la
representación del Estado y sus actos, tanto como sus omisiones, comprometen a éste;
habida cuenta de que es el Gobierno quien redacta o cuando menos supervisa y
autoriza, las palabras del Rey, usted como todo aquel que ejerce un cargo,
tiene además limitada su libertad de expresión por el ejercicio de su propia
responsabilidad, aunque eso no quiere decir que no pueda decir lo que piensa
con emoción y sentimiento, como lo hizo al referirse a su madre en el discurso
de coronación, ni que deba inhibirse en todo momento de señalar lo que a su
juicio son cuestiones clave de la convivencia nacional. Por eso es tan de
lamentar que en su primera intervención como monarca, cuando se está anunciando
un acercamiento de la Corona a los ciudadanos, se limitara a hacer un discurso
políticamente correcto en el que las palabras que mejor indican las
preocupaciones de estos, corrupción y paro, no fueron ni siquiera pronunciadas.
Me gustaría que, efectivamente, fuera
usted un rey cercano y comprometido con los problemas de los ciudadanos. Me
gustaría verle cerca de aquéllos que, a causa de esta crisis galopante que ya
dura demasiado, han perdido su empleo y han sido desahuciados por no poder
pagar las cuotas de su hipoteca. Me gustaría que sus actos reflejaran la
preocupación de aquellos que han visto mermadas, cuando no anuladas, las ayudas a la dependencia a pesar de que
les protege la ley. Me gustaría que en sus discursos hiciera referencia al número
de hogares españoles con todos sus miembros en paro que alcanzó 1.906.100 en el
primer trimestre del año, 72.400 más que en el cuarto trimestre de 2012, lo que
supone un incremento del 3,95 %, según los datos de la Encuesta de Población
Activa (EPA). Me gustaría verle interesado en la mención de temas muy
importantes como podría ser el de la falta en España de una justicia ágil,
justa y modernizada. En definitiva, me gustaría, como usted dijo, "una
monarquía renovada para un tiempo nuevo". No quiero pecar de demagogo ni de populismo, pero
ese noble propósito será imposible si al mismo tiempo no se regeneran y
reforman los actuales grandes partidos políticos españoles, principales
culpables del descrédito ciudadano donde anidan casi todos los grandes vicios y
lacras de la nación: abuso de poder, injusticia, arrogancia, culto al privilegio y que la Monarquía no es
ajena.
Vuelvo a reiterarle mi deseo de que
usted acierte y que su ejemplaridad, ejercida día a día, sea recompensada con
el cariño y el respeto de todos los españoles.
Afectuosamente,
Miguel
F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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