Cuando escribo este artículo, aún
no se han celebrado las elecciones al Parlamento Europeo; y cuando salga a la
luz y se publique, ya sabremos su resultado. Todos los sondeos y todos los
expertos vaticinan una gran abstención (alrededor del 40 - 45%). Parece que la
gente no está dispuesta a perder ni un minuto de su tiempo libre para esto
porque tiene la sensación que su voto no va a servir absolutamente para nada. Y
es que el Parlamento Europeo se ha convertido en un “cementerio de elefantes”,
en un destino del retiro donde van a parar los que han sufrido el desgaste de
su avatar político, los que ya no tienen nada que ofrecer en la política
nacional. Es decir, donde se “coloca” y se premia a aquellos que han dedicado
muchos años a la política siendo obedientes a la disciplina del partido. La
política europea se ha convertido en el refugio de una aristocracia
tecnocrática que mantiene unos privilegios económicos rayando en lo escandaloso,
y muy alejados de la problemática del día a día de los ciudadanos. El Parlamento,
el Banco Central Europeo, la Comisión, el Eurogrupo, etc. son vistos como
instituciones opacas, inaccesibles y nada representativas de los ciudadanos,
sino de las formaciones políticas que representan. De ahí la indiferencia de la
ciudadanía.
La
gente ve las listas europeas mayormente como un premio de consolación muy bien
pagado. Cada uno de los 54 eurodiputados españoles que sean elegidos, ganará
8.020,53 euros brutos al mes; sin embargo, ésta es sólo una parte de todos los
emolumentos que percibe un diputado europeo. La institución a la que sirven
proporciona una serie de complementos que dispara la compensación total muy por
encima de los 16.000 euros mensuales,
y que convierte a sus señorías en uno de los grupos mejor pagados de todo el
entramado institucional comunitario. Sí porque, aparte del sueldo, disponen de
una dieta de estancia de 304 euros al día, que tiene como objetivo costear el
alojamiento y otros gastos relacionados con cada jornada en la que los
eurodiputados están presentes en actividades oficiales del Parlamento. Teniendo
en cuenta que, en una semana normal, un eurodiputado puede trabajar en actividades
oficiales cuatro días, el complemento mensual por este concepto ascendería a
algo más de 4.800 euros. Eso sí, cuando hay Pleno, si un diputado falta a más
de la mitad de los votos nominales esa dieta se reduce a la mitad…… En
cualquier empresa privada, si faltas al trabajo más de la mitad de los días, no
es que cobres menos, es que vas de patitas a la calle.
Existe,
además, otro cheque que perciben mensualmente y que no requiere de ningún tipo
de justificación; es la llamada dieta fija de gastos generales por un importe
de 4.299 euros al mes, que tiene por objeto cubrir gastos de alquiler y
administración de oficina, equipos informáticos, teléfono, etcétera. En muchos
casos, ese dinero se destina a pagar la nómina de los asistentes que sirven a cada
eurodiputado. En otros, la dieta la gestiona la estructura del partido y
algunas veces, las menos, parte de ese complemento acaba sumándose a la nómina
real del político de turno. En fin, que hay muchos motivos para que la mayoría
no quiera ni saber cuando son las elecciones.
En
estos días previos a las elecciones, asistimos a las promesas de los distintos
candidatos que se enquistan en criticar los errores del contrario, sin exponer
apenas reflexiones hondas con objetivos realmente realizables a los sufridos ciudadanos,
con nula ausencia de abordar los problemas que mayoritariamente preocupan a la
población: corrupción, paro juvenil, déficit económico, etc. ¿Cómo no sentir un
cierto resquemor hacia las instituciones europeas, ante la actitud vergonzosa
del uso de sus privilegios? Todos los candidatos lucharán por conseguir un
escaño porque gozarán de unas ventajas económicas privilegiadas. No sería mala idea que los europarlamentarios
tuvieran que rendir cuentas periódicamente, compareciendo ante el Congreso de
los Diputados para que los ciudadanos supieran con exactitud a qué se han
dedicado, y si han justificado sus astronómicas retribuciones.
En
definitiva, parece que, ante la falta de entusiasmo de los votantes ante estas
elecciones, es muy oportuna la frase de Bertolt Brecht: “¿Y no sería más
sencillo que los gobiernos europeos disolvieran al pueblo y eligieran a
otro”?.... ¡¡No demos ideas!!.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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