Ya se han terminado las elecciones. Ya pasaron,
por fin, los mítines de las distintas formaciones políticas que nos han
bombardeado con sus interminables proclamas; algunas de ellas irrealizables por
su condición ideológica, donde ha imperado la estrategia del miedo a la
izquierda, la descalificación de las plataformas ciudadanas y, sobre todo, el
intento de desprestigiar al contrario político recordándole sus errores y
desméritos en vez de resaltar los valores del programa que defiende. Ya hemos votado y la ciudadanía ha dicho lo
que quiere; mostrando un pluralismo
acorde con los tiempos actuales. En muchas circunscripciones, no gobernará la
lista más votada sino que se necesitarán coaliciones y acuerdos para poder
hacerlo.
Es lo que han dictado los
votantes. Y han pasado factura a los dos grandes partidos; sobre todo al PP,
que ha perdido más de 2,4 millones de votos y el PSOE tampoco está para tirar
cohetes. Es el resultado de la corrupción sistemática, de los privilegios que la
clase política disfruta al margen de la sociedad, de la ausencia de autocrítica
y del corporativismo existente entre ellos; del despilfarro económico al tiempo
de exigir a la ciudadanía una austeridad inusitada. Esta es la factura y sólo
es el principio, pues es probable que sigan como hasta ahora, sin reaccionar,
dejando de lado al pueblo en la participación democrática de las instituciones,
en la ausencia de una verdadera regeneración democrática. En noviembre, cuando
toque votar para las generales, el batacazo será mayor. La gente no es tonta.
La derecha gobernante ha
recibido un castigo tan terrible que está provocando un terremoto en las filas
del PP, donde el liderazgo del estático y anodino Rajoy está siendo cuestionado
y donde muchos políticos, con los derrotados en vanguardia, exigen cambios y
renovación. Hay políticos de renombre que han caído y perdido el puesto en las
recientes elecciones, aunque no se atreven a decirlo claramente, porque su
partido es vertical, autoritario y no perdona las críticas; achacan la derrota
a la incapacidad de Mariano Rajoy como dirigente y a su ceguera para percibir
que los españoles quieren cambios y avances hacia la Justicia, la limpieza y la
verdadera democracia.
Sin embargo, el
hundimiento de los grandes partidos, en el que también participa el PSOE, se
debe a otros factores, entre los que destacan su desprecio a la democracia y al
ciudadano, que ha sido relegado y expulsado del sistema por unos partidos
políticos que se han atiborrado de poder y que han pervertido la democracia
hasta límites inaceptables.
Aunque los actuales políticos españoles no lo admitan, es correcto afirmar que las largas permanencias en el poder, tan habituales en la política española, pervierten la esencia de la democracia y predisponen el sistema para que la corrupción, como ha ocurrido, lo infecte todo. Una presidencia del gobierno de tres periodos, como la ejercida por Felipe González, o una presidencia de la Junta de Andalucía como la ejercida por Manuel Chaves durante dos largas décadas pervierten el sistema hasta el tuétano y convierte la política, inevitablemente, en un ejercicio de poder corrupto. No sólo el PP y el PSOE, duramente derrotados en los recientes comicios, necesitan regenerarse. Es la política española la que necesita redefinirse y ser reseteada. Los criterios políticos aplicados son erróneos, las normas básicas de la democracia no tienen vigencia y la esencia del sistema se viola y se pisotea.
Aunque los actuales políticos españoles no lo admitan, es correcto afirmar que las largas permanencias en el poder, tan habituales en la política española, pervierten la esencia de la democracia y predisponen el sistema para que la corrupción, como ha ocurrido, lo infecte todo. Una presidencia del gobierno de tres periodos, como la ejercida por Felipe González, o una presidencia de la Junta de Andalucía como la ejercida por Manuel Chaves durante dos largas décadas pervierten el sistema hasta el tuétano y convierte la política, inevitablemente, en un ejercicio de poder corrupto. No sólo el PP y el PSOE, duramente derrotados en los recientes comicios, necesitan regenerarse. Es la política española la que necesita redefinirse y ser reseteada. Los criterios políticos aplicados son erróneos, las normas básicas de la democracia no tienen vigencia y la esencia del sistema se viola y se pisotea.
Se nombran jueces a dedo,
se ha eliminado el verdadero debate en los partidos y en los parlamentos, se ha
expulsado al ciudadano de la política, se ha estrangulado la sociedad civil, se
incumplen las promesas electorales, los partidos tienen más poder del que les
corresponde; los políticos son arrogantes y casi impunes, la vida pública está
pervertida y el Estado se ha engordado y encarecido sólo para otorgar puestos
de trabajo a inútiles y enchufados con carnet del partido.
El sistema español es tan perverso y está tan
dañado que permite que verdaderos ineptos ocupen las más altas magistraturas
del Estado y que los ciudadanos estén indefensos frente a un poder que ha
aprendido a violar la decencia, saquear y humillar, como ha ocurrido con los
grandes escándalos de la corrupción o con abusos tan sucios como el saqueo de
las cajas de ahorro y la gran estafa de las participaciones preferentes, entre
otros.
Todas esas aberraciones corruptas se pagan tarde o temprano y los ciudadanos, cansados de soportar a gobernantes engreídos que jamás piden perdón o dimiten, acaban vengándose de una clase política que ha demostrado hasta la saciedad su falta de altura, su abuso de poder y su concepción de una política que ha dejado de ser servicio al pueblo.
Por el actual camino no va a conseguirse nada. Lo importante en España no es cambiar a quien gobierna sino cambiar el sistema, que está pervertido hasta la médula, fortalecer los controles democráticos al poder, instaurar de una vez la verdadera democracia y erradicar la actual dictadura camuflada de partidos y de políticos profesionales que está llevando a España, ética y políticamente, a la ruina.
Todas esas aberraciones corruptas se pagan tarde o temprano y los ciudadanos, cansados de soportar a gobernantes engreídos que jamás piden perdón o dimiten, acaban vengándose de una clase política que ha demostrado hasta la saciedad su falta de altura, su abuso de poder y su concepción de una política que ha dejado de ser servicio al pueblo.
Por el actual camino no va a conseguirse nada. Lo importante en España no es cambiar a quien gobierna sino cambiar el sistema, que está pervertido hasta la médula, fortalecer los controles democráticos al poder, instaurar de una vez la verdadera democracia y erradicar la actual dictadura camuflada de partidos y de políticos profesionales que está llevando a España, ética y políticamente, a la ruina.
Miguel F. Canser