jueves, 18 de septiembre de 2008

EL PRECIO DE LOS CARBURANTES



Todos nos preguntamos por qué tarda tanto en repercutirse la bajada del precio del petróleo al gasoil y gasolina. Los consumidores sienten en sus carnes que las subidas del petróleo se trasladan mucho antes al precio de la gasolina que las bajadas; y además, que se aprovechan de ciertas fechas claves que coinciden con inicio de vacaciones, (Semana Santa, Julio y agosto) para incrementar su precio.

Desde el pasado mes de julio, en que el barril de petróleo marcó un máximo histórico, el precio del barril ha bajado el 30%; mientras que la gasolina sólo lo ha hecho en un apenas 7%, y el gasoil un 10%. Pero, ¿cómo se traslada el precio a las estaciones de servicio? La cotización de la materia prima (barril) en los mercados internacionales, supone un 40% del precio final del surtidor; por otro lado, los costes fijos de refino, transporte, almacenamiento, mantenimiento, seguridad, comerciales, margen mayorista, remuneración al minorista, etc., sólo significan el 10% del precio. El 50% que falta son impuestos.

Esta alta fiscalidad del producto provoca que la variación de precios en origen y de costos, tengan una menor incidencia en la evolución del precio final. Ahora bien, todos hemos comprobado que, como ha sucedido recientemente, cuando el precio del petróleo sube casi todos los días seguidos, también diariamente se ha repercutido la subida a los carburantes; cuando es bien sabido que el petróleo adquirido ayer, debe llevar un proceso de refino que tarda meses hasta su posterior venta al público. La O.C.U., (Organización de Consumidores y Usuarios), ya se ha manifestado y acusa a las petroleras de trasladar los encarecimientos del petróleo “inmediatamente” a los precios de venta al público, mientras que para las bajadas se lo toman con más calma.

Todo esto tiene una explicación y es la falta de competencia. Existen pocos productores que se aprovechan de este “monopolio” que actúan con criterios de rendimiento. Y el Estado es un mero observador de lo que sucede, quizá porque también le interesa, ya que se lleva el 50% del precio final. Por ejemplo: si el litro cuesta 1.-€, el Estado se lleva 0,50€; pero si el litro vale 1,30€, se lleva 0,65€; multipliquemos por todos los millones de litros que se suministran, y el resultado es muchos millones de euros.

Como el mercado está liberalizado, las compañías petrolíferas tienen libertad para repercutir y fijar, todos al mismo tiempo, los precios. Pero tenemos un organismo: La Comisión Nacional de la Competencia, cuya misión es preservar, garantizar y promover la existencia de una competencia efectiva en el mercado nacional (hasta ahora muy ineficaz), que debería iniciar alguna acción concreta; estar alerta para actuar si existieran indicios –que los hay-- de que las empresas que controlan el sector. (Repsol 45%, Cepsa 25% y BP 10%), hubieran acordado mantener tarifas elevadas al margen de la bajada registrada en el precio del petróleo.

No se puede culpar a las empresas privadas de conseguir su objetivo principal: ánimo de lucro, pero sí a los poderes públicos cuando pierden de vista su fin máximo: servir al ciudadano. No nos extrañe que la inmoralidad y autosuficiencia sea el motivo de nuestra decadencia.


Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com

martes, 9 de septiembre de 2008

VOLVER A LA REALIDAD

Ya estamos aquí de nuevo. Las vacaciones han terminado y es hora de volver a la realidad, a lo de todos los días. Nace el llamado síndrome postvacacional que afecta a un importante número de personas, que describe una incapacidad de adaptación al trabajo tras la finalización de las vacaciones; un conjunto de síntomas que reflejan un estado de ánimo como de rechazo para volver al trabajo y la vida cotidiana. Es un duro cambio al que nos cuesta adaptarnos; pasamos de un período de relax y sensación de libertad, pues nos dedicamos a hacer lo que nos da la gana, sin mirar el reloj, que se acaba cuando vuelven las obligaciones, los horarios y, sobre todo, la rutina diaria. El 35% de la población lo padece.

La dificultad para adaptarse de nuevo, no sólo viene del hecho de tener que volver al trabajo, ver de nuevo al jefe y a los compañeros, que nos contarán lo bien que se lo han pasado, aunque no sea verdad del todo; de lo bien que comieron en aquel restaurante y lo barato que fue cuando la realidad es otra; de la playa solitaria que descubrieron sin apenas gente, etc.; sino del hecho de pasar de un estado sin responsabilidades ni exigencias, a la realidad del día a día para conseguir un sueldo, de soportar hacer cosas que no nos gustan por obligación, etc. Este síndrome es más traumático en las niñas y niños que deben volver a la escuela después de tantos días de vacaciones.

Desde que tenemos uso de razón, el tiempo nos gobierna, nos mide, nos señala. Todos hemos experimentado la sensación de que los momentos felices pasan demasiado aprisa, y hemos deseado que duraran más; y al contrario, los momentos más amargos e infelices se nos han hecho interminables.

Los expertos dicen que esto se cura a base de optimismo; de no ser rehenes de nuestra realidad, de no sucumbir al desaliento, de combatir y sobreponerse a nuestra personal situación con alegría y optimismo. El síndrome postvacacional quizá sea otra cosa mediática que nos venden los medios. Las vacaciones es un período transitorio y efímero. Vivimos en una sociedad donde se idolatra el dinero, y el mundo se rige por el ciego egoísmo de los poderosos donde, salvo ellos mismos, todos tenemos que trabajar para vivir.

Quizá no valoremos lo que tenemos. Existe mucha gente que no tiene, no sólo la oportunidad de disfrutar de unas vacaciones, sino la obligación de acudir a un trabajo sencillamente porque no lo tiene. Hay gente que padece síndrome sin-vacacional crónico.

La vida es demasiado corta para estar siempre cabreado.


Miguel F. Canser
www.cansermiguel@gmail.com