¿Qué significa incongruencia? Es
sencillamente, falta de coherencia en actitudes, conductas y creencias; decir
lo opuesto a lo que pensamos y hacer lo contrario de lo que decimos. De ahí el
famoso refrán: “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”. ¿Por qué hablar de
las incongruencias? Pues porque a pesar de que soy una persona cargada de
defectos (como todo ser humano que se precie), me considero bastante coherente,
o por lo menos intento serlo. Y tener que transigir con una clara falta de
coherencia en algunas áreas de nuestra sociedad actual, simplemente me
fastidia. Seguramente muchas veces hemos oído hablar de la congruencia y lo que
implica ser alguien coherente; o quizá hemos escuchado el típico comentario de
“¡Es un incongruente!, hace una cosa y dice otra, no hay quién lo entienda”.
Pues
parece que ser congruente está ligado a cierta transparencia de la persona
tanto interna como externa. En cambio, las personas que actúan de manera
incongruente, son aquéllas que generan ciertos quebraderos de cabeza tanto para
ellos, como para los demás. Se alejan de lo que son, se comportan de una manera
diferente a como sienten, a cómo piensan. “Quien es auténtico, asume la
responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es” (Jean
Paul Sartre). Las personas congruentes suelen generar confianza en los demás,
no muestran otra cara diferente a lo que sienten, ni se esfuerzan por fingir o
disimular su estado interno. Se muestran tal y como son, sin matices. Vivimos
en una sociedad en la que no se nos ha enseñado precisamente, a mostrar lo que
sentimos.
España
tiene una monarquía parlamentaria como forma política, tal como se consagra en
el artículo 1 punto 3 de nuestra Carta Magna. Habrá quien prefiera un sistema
basado en la República, y otros que no. Ambos legítimos. Dicho esto, sigue
siendo una manifiesta incongruencia que determinados políticos, con escaño en
el Congreso, aseveren que no tienen rey. No dejan de ser nada coherentes con
sus argumentos; también incongruente es, –me refiero a nuestro Gobierno-- que
debas configurar tu organigrama no en función de la eficiencia, sino de la
satisfacción de otras exigencias que ostentan la llave de la gobernabilidad, y
no dudan en proclamar que ésta les importa un comino; por lo que el Sr. Sánchez
deba elegir entre amnistía o elecciones; porque no es coherente que nuestro
gobierno descanse sobre el capricho de quienes trabajan a diario para romper
con ella. Pero ya se sabe que cuanto más débil es uno, más necesidad tiene de
aparentar lo contrario.
Hace
tiempo que, cuando se celebra alguna sesión en el Congreso, de las que se
califican de solemnes como la investidura o constitución, se producen escenas
nada edificantes, dado que se acaba cuestionando la representación
institucional. Las buenas maneras o la cortesía parlamentaria ha pasado a mejor
vida, y ahora sólo privan los postureos políticos cuya finalidad no es otra que
buscar el impacto mediático. Podría poner muchos ejemplos de incongruencia,
pero sólo me voy a dedicar a uno: estamos en un Estado aconfesional, por lo que
no es congruente que sigamos impartiendo la asignatura de religión en los
colegios públicos. Lo que se aprende en la escuela e institutos, debería servir de utilidad pues serán los
futuros ciudadanos que regirán el país con su trabajo, esfuerzo, y educación.
Nada que decir si se imparte en la enseñanza privada si así lo desean sus
tutores, pero estamos en un Estado laico cuya Constitución no reconoce religión
oficial alguna. Hay que ser coherentes.
Cuando
este artículo salga a la luz, ya se habrán celebrado las elecciones en la
Comunidad de Madrid. Ha sido una campaña que ha saltado por los aires, a raíz
de las amenazas de muerte sufridas por Pablo Iglesias, el Sr. Marlaska, y la
directora de la Guardia Civil. La palabra fascista ha sido la predominante, sustituyendo
a las promesas de los programas (no han vivido el fascismo, hablan de oído, ni
lo han sufrido en sus carnes), se han perdido el respeto y no han estado a la
altura de cómo tiene que comportarse un dirigente político. Los que
verdaderamente hemos perdido hemos sido los ciudadanos. Sus acciones son
distintas a las teorías que anuncian. Son todos incongruentes.
Miguel F. Canser