lunes, 25 de mayo de 2009

IMPLICACIÓN LIMITADA

Existen temas candentes que ocupan un gran protagonismo en todos los medios de comunicación. En su día fue la desaparición del niño canario Jeremy, el espectáculo mediático que se originó por la desaparición de la niña británica Madeleine y, relativamente reciente, el caso de la adolescente Marta del Castillo. En definitiva, en España existen unos 200 expedientes sin cerrar de desaparición de menores.

Hace unos días, el Juez titular del Juzgado de Instrucción nº. 4 de Sevilla, dejó en libertad a uno de los implicados en el caso de Marta del Castillo, concretamente al hermano del asesino confeso Miguel Carcaño, porque “la posición del implicado no fue predominante en los hechos, y su participación en los mismos tiene una menor entidad que el resto de los imputados”, y no hay riesgo de que, al quedar en libertad, pudiera manipular, alterar u ocultar pruebas. Le concede la libertad por su “implicación limitada”. Este mismo juez, y luego la Audiencia Provincial rechazaron, hace un mes escaso, una primera petición de libertad.

Este hombre, que es vigilante jurado de profesión, en su día negó ante la policía y ante el juez, haber conocido el crimen de Marta, incluso haber participado en la limpieza del piso; como también es vehemente la tomadura de pelo que los implicados están dando en sus declaraciones, tanto al juez como a la policía, sobre el paradero del cuerpo de Marta; por lo que, a pesar del tiempo transcurrido, aún no se sabe dónde se encuentra. Y si el cuerpo no aparece, las penas para todos se reducirán ostensiblemente.

Lo cierto es que, al día de hoy, a Marta ya no la busca nadie. Los implicados se burlan de la Justicia y no hay forma que declaren la verdad; quizá porque no les interesa que aparezca y así ganan tiempo que corre a su favor. El mercadeo morboso de algunos medios de comunicación se apacigua, crecen otras noticias que llenan los espacios, y “su tema” va quedando atrás.

He de confesar la indignación que me produce este hecho, y la primera pregunta que me viene a la mente es: ¿Qué hay que hacer en este País para merecer la cárcel? ¿Se hubieran desarrollado los hechos de igual forma si se tratara, por ejemplo, de la hija del Presidente del Congreso, del Gobierno, o de cualquier personalidad relevante de nuestro País? La verdad es que tengo mis dudas. Vivimos un clima moral donde se banalizan los efectos que producen los hechos.

Estoy convencido que, aunque a veces nos cueste digerir algunas sentencias judiciales, los jueces se limitan a aplicar la ley; una ley que confeccionan nuestros políticos con desigual acierto. Como bien dice el padre de Marta del Castillo: “Al final, mi hija va a ser la culpable de todo”.

Miguel F. Canser
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