viernes, 14 de agosto de 2009

E N V I D I A



La envidia, al contrario que otras cosas, no ha evolucionado mucho, sigue inalterable a través de los siglos y se basa en una tristeza ante el bien ajeno, el afán de dominio, de protagonismo y de superación a otro, pues hace sentir continuamente la necesidad de aquello que el otro tiene, -- no sólo bienes materiales, también éxito, inteligencia, forma de ser y actuar, etc. —y la impotencia de lograrlo. La envidia es la madre del resentimiento, que no busca que a uno le vaya mejor, sino que al envidiado le vaya peor.

Este pecado capital alcanza su fecundación entre las personas más próximas; dándose preferentemente entre hermanos y familia más directa (todos conocemos la historia de Caín y Abel); y su origen la podemos encontrar en: complejos, frustraciones, impotencia, etc. El envidioso es una persona carente de atributos. No sólo anhela lo que tiene el otro, sino que el atributo que el envidiado posee, lo debiera poseer él, y, es más, puede declarar que incluso lo posee pero que, injustificadamente no se le reconoce.

A menudo la envidia, que conduce al odio, y a la ira, se disfraza con una careta sonriente y su lengua se expresa en tono amistoso, rozando la adulación, mientras el corazón está lleno de resentimiento. Asume un papel virtual y ficticio ante los demás. Suele ser un gran mentiroso que proyecta hacia los demás lo que le gustaría que pensaran de él, pero es un celoso guardián de su verdadero yo. La vida de la persona envidiosa no gira sobre su propia realidad, sino sobre lo que desearía, sobre lo que no tiene, sobre lo que le falta.

Este hecho es uno de los más potentes causantes de que sea un infeliz, porque aquel que envidia, no sólo sucumbe a la infelicidad que le produce su envidia, sino que además, alimenta el deseo de producir el mal de otros; y revela una deficiencia de la persona pues no reconoce que es envidioso. No asume ante los demás, ni siquiera ante sí mismo, que la padece. Su discurso es permanentemente crítico hacia el envidiado y suele intentar convencer que él es la víctima de todo. Rara vez este hecho llega a ser útil, pues la descalificación de la imagen del envidiado, resulta ser, a la larga, un fracaso total. Es una cobardía propia de los débiles. Cuanto más bondadosamente tratamos a quien nos odia, más armas le damos para que nos traicione. Ya lo dijo “El Quijote”: “¡Nos ladran Sancho!, señal que avanzamos". Detrás de la envidia se esconde un sentimiento de inferioridad e inseguridad, una incapacidad de reconocer y asumir las limitaciones personales, e incapacidad de sentir empatía (ponerse en lugar del otro).

El arma contra la envidia: LA VERDAD. Aprender a dar y pedir ayuda, a colaborar y compartir. Asumir que somos lo que somos e intentar mejorar. El único punto de referencia de superación somos nosotros mismos. No necesitamos compararnos con nadie.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel@blogspot.com

sábado, 1 de agosto de 2009

SANIDAD Y POLÍTICA


Hace días coincidí con un amigo y vecino a quien encontré contrariado; cuando le pregunté a qué era debido, me dijo que su médico le había dado un volante “preferente” para un especialista, y la cita se la habían dado para más de un mes. Posiblemente existan otros casos más relevantes, pero todos conocemos las demoras de nuestra sanidad pública, y el empeoramiento creciente de su funcionamiento; y aunque ahora sea competencia de las distintas Comunidades Autónomas, su deterioro es cada vez más acuciante y no se ven signos de recuperación. Pero, ¿a qué es debido?

Los colectivos profesionales cifran en 3.200 el déficit de médicos y en 150.000 el de enfermeras; sus salarios son de 2 a 3 veces inferiores a los de otros países europeos. El colegio de médicos denuncia el aumento de los contratos basura; en algunas comunidades, como Madrid, se hacen contratos muy cortos, algunos de unos días o para unas guardias. Muchos se van a la sanidad privada donde les ofrecen mejores condiciones; según el Consejo General de enfermería, las españolas perciben una media de 2.l00.-€, mientras que en Reino Unido o Irlanda, el salario neto mensual es de 4.000 y 3.000.-€. Los profesionales de la sanidad no dan abasto; los especialistas se las ven y se las desean para meter a sus pacientes en las listas para hacerse una prueba, antes de que sea demasiado tarde. Los médicos de atención primaria apenas tienen 5 minutos para atender a cada paciente; los de Suecia, por ejemplo, disponen de 35 minutos. Los salarios, la estabilidad laboral y la calidad de su formación explican que muchos médicos y enfermeras acaben ejerciendo en el extranjero.

No todo es negativo en nuestra sanidad. En ningún otro país del mundo existe una cobertura sanitaria gratuita tan amplia como la española; la cartera de servicios es de las más generosas que existen; sólo quedan fuera la mayoría de tratamientos dentales y el podólogo. Eso hace que muchos jubilados europeos opten por vivir de forma estacional en España; sin contar a los residentes no europeos.

Un día, esperando en una consulta, fui testigo de esta conversación:
--Soy hondureño, mis hijos me trajeron aquí para operarme, porque en mi país, no tenía dinero para hacerlo, y fue llegar aquí, me ingresaron de urgencia y me operaron sin problemas. ¡¡Esto es fabuloso, y además, gratis!!

-- No se confunda señor, -contestó el de al lado- no es gratis, lo pagamos todos con nuestros impuestos—.


El problema es que faltan médicos y además, están mal distribuidos y mal pagados. Sólo el 54% de los médicos trabaja en la sanidad pública. Las administraciones actuales y los nuevos modelos de gestión se han mostrado ineficaces; de nada sirve hacer nuevos hospitales, si éstos se encuentran infrautilizados por escasez de medios humanos. Los gestores políticos, enquistados en su ideología (la que sea en cada caso), miran más a la cuenta de explotación, que a la calidad de servicio. No existe nada más contraproducente que una sanidad que dependa de los beneficios. El personal médico debe ser el principal protagonista de la sanidad; es él quien debe marcar los tiempos, la organización asistencial y hospitalaria, y no los gestores ajenos a la actividad; cada uno debe dedicarse a organizar lo que sabe.

Los servicios públicos nunca deben ser un negocio. ¿Por qué no se escatiman recursos para Hacienda o para Tráfico?, ¿quizá porque son rentables? En el lado opuesto están la Sanidad y, por ejemplo, la Justicia. Hasta que los responsables políticos no se dediquen, con auténtica vocación de servicio al ciudadano, a solucionar los problemas que verdaderamente preocupan a la población, seguiremos con las mismas carencias.

Es difícil crear ideas y fácil crear palabras; de ahí el éxito de los políticos.


Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com