sábado, 1 de abril de 2017

¿YA NO HAY CASTA?

Desde hace algún tiempo, curiosamente desde que Podemos está ya inmerso en las Instituciones, el término “casta” ha desaparecido de su vocabulario.  Ha jubilado definitivamente esta definición y pretende abrir paso un nuevo término con el que identificar su discurso. El concepto de casta, se sustituye ahora por “la trama”. En las últimas semanas dirigentes de la formación han insistido en esta idea. La “trama”, según Pablo Iglesias, “podría ser la palabra que sirva para entender cómo corrupción e impunidad están asociados a un modelo de desarrollo económico y de gobernanza que ha fracasado”. El nuevo discurso no apunta sólo a la clase política —donde ahora se encuentra Podemos— sino también a empresarios y jueces. ¿Qué es la trama, según Podemos? Se trata de “una red de altos cargos del Estado, destacados políticos, y también de destacados empresarios, que mandan en este país en lugar de este Parlamento”, le espetó Irene Montero, portavoz parlamentaria de Podemos, al ministro de Justicia, Rafael Catalá, hace unos días.

Pero, ¿de verdad creemos que por cambiar la definición de una palabra, hemos inventado algo nuevo? Los privilegios de los políticos, de los empresarios, bancos, etc., siguen siendo los mismos. Incluso se dice que en  los Ayuntamientos que controla Podemos, se están designando a dedo muchos más asesores y puestos de confianza que existían antes. Nada ha cambiado. Hablemos claro, España es un país donde hasta un tercio de los desempleados trabaja en negro a la vez que cobra el desempleo; donde saltarse la ley para provecho propio es más la regla que la excepción. Pero, ¿cuál es nuestro modelo, nuestro ejemplo?, ¿nuestra clase política española?, ¿los que mandan?... Son un grupo cerrado, homogéneo donde los herederos tienen mucho camino recorrido. Basta ojear por los despachos de europarlamentarios españoles en Estrasburgo para encontrar antecedentes genealógicas: un hijo de Alfonso Guerra, un cuñado de Aznar... Sí, ahora son hijos, sobrinos, nietos o conocidos de los históricos del PP y del PSOE los que hacen de escuderos de la casta en Europa. El Parlamento Europeo ha pasado de cementerio de elefantes a campo de entrenamiento. Las oficinas del hemiciclo son ahora un lugar donde los herederos del trono electoral, forjan contactos y curten sus espuelas. Son La Casta o Trama, da igual. ¿Qué futuro tiene un país donde las casi 80.000 personas que forman la clase política están envueltas en un velo informativo sobre el despilfarro de sus privilegios?

Tal es el descontrol, que en España no hay ni una sola institución que conozca cuántos políticos cobran del Estado.  Un español tiene una pensión máxima de 32.000 euros anuales, pero los políticos tienen derecho a pensiones vitalicias muy superiores: pueden llegar hasta 74.000 €.  Además, estas pensiones no son incompatibles con otros sueldos de la Administración o con otras actividades económicas. Un diputado o senador tiene que estar sólo siete años en el cargo para optar a la pensión máxima (32.000 euros), mientras que un trabajador autónomo o por cuenta ajena necesita 35 años cotizados. La retención de las nóminas de diputados y senadores es sólo del 4,5%  ¿Sabía usted que paga de su bolsillo las multas que la DGT impone a los políticos? ¿Y que además las paga con recargo?  ¿Viajes innecesarios? Una comisión del Congreso pide permiso para que 60 diputados viajen cuatro días a Canarias para estudiar el cultivo del plátano. Tampoco existen datos oficiales sobre la falta al trabajo de los políticos, o al menos, no se han hecho públicos; los diputados pueden utilizar a su antojo con cargo a las arcas del Estado aviones, trenes o barcos. Disponen de 5.000.000 € al año para viajes; por no hablar de la flota de automóviles (14 de los 17 presidentes autonómicos utilizan Audi de alta gama), y no mencionar que cada español debe a los bancos casi 600€ por la deuda de los ayuntamientos. Podríamos seguir poniendo ejemplos, pero sólo alimentaria nuestra indignación.

 Podemos, ha imitado el modus operandi político de las potencias capitalistas. El capitalismo decente no existe pero deseamos lo básico: Regenerar el país, modernizarlo, acabar con las redes de complicidades y los clientelismos. Somos un país de intolerantes, algunos diputados, cuando no les gusta lo que se acuerda en el Congreso, es decir, lo que acuerda la mayoría, abandonan el hemiciclo en señal de protesta. Se les ha designado para que dialoguen, hablen, acuerden, no para que muestren su pataleta…. Así nos va. ¿Seguimos cambiando palabras, o alguien se atreve a cambiar poco a poco esto?

Miguel F. Canser

www.cansermmiguel.blogspot.com