Comienza un nuevo
año, todos nos deseamos lo mejor para el nuevo que comienza. Nuestros deseos
van dirigidos a que, el próximo año, sea mejor que el que dejamos, sin darnos
cuenta que lo que tendríamos que proponernos es que nosotros seamos mejor, no
el año que vamos a vivir. Si examinamos el último año, o simplemente la última
semana, seguro que recordamos algún momento en el que has hecho algo por
alguien; algo que nos ha supuesto un coste personal, ya sea en tiempo, dinero,
u otro tipo de recurso. Igual también recordamos algún momento en que hemos
rechazado alguna implicación porque hemos considerado que entrañaba un coste
demasiado alto. Las personas no solemos ser una virtud de generosidad, ni de un
continuo comportamiento egoísta; más bien nos encontramos en un punto
intermedio donde nos movemos dependiendo de varios factores, entre ellos
nuestro momento vital. Aún así, muchas veces nos hemos hecho la siguiente
pregunta: ¿Soy egoísta si hago o no hago tal cosa?
Que nos tachen de egoístas es una de
las peores etiquetas que nos pueden poner. En general lo asociamos con ser
“mezquino”, “ruin” e incluso “mala persona”. Curiosamente, es difícil –por no
decir imposible– encontrar a un ser humano que no sea egoísta. De hecho, cada
vez que señalamos el egoísmo de otra persona, lo hacemos porque se ha
comportado de manera que no nos beneficia o directamente nos perjudica. Así,
tildamos de egoístas a todos aquellos que piensan más en sus necesidades que en
las nuestras. Seguramente, en más de una ocasión, hemos hecho balance de lo
vivido el año anterior, y nos hemos propuesto unos objetivos básicos para el
año que comienza que, de seguro, si llegamos a cumplir alguno, nos daríamos por
satisfechos. No, no estoy hablando de esa lista de propósitos que llevas
paseando desde hace casi una década. Hablo de qué quieres para tu vida, para ti
como ser humano que eres; no de lo que deseas poseer sino de lo que deseas ser
como persona, de lo que estamos dispuestos a vivir, que es a fin de cuentas, lo
más importante de lo que venimos a hacer a este mundo.
Vivimos en un mundo hipócrita, egoísta,
que sólo mira el interés personal, ya sea individual, colectivo, empresarial,
político, etc., donde nadie hace nada gratuitamente. La mentira y la avaricia
campan por sus respetos. El bien común en una entelequia que las personas y
poderes públicos proclaman pero que no lo practican. “Si cedo en algo, es para
conseguir un rédito”. Quizá por ahí tendría que dirigirse la consecución de
nuestros objetivos. Acabó el año, pero no termina la vida, los finales son el
cierre de un ciclo, pero no un punto final, siempre hay que tratarlos como un
punto y seguido. Busca lo que sigue o por dónde seguir, y deja de repetirte. No
podemos hacer siempre lo mismo, esperando un
resultado diferente. Con voluntad no se nace, la voluntad es como un
músculo que se ejercita, mientras más la pones a prueba, más fuerte se hace. Es
normal que, a veces, tengamos actitudes
un poco negativas. Haber tenido un mal día, una situación imprevista, pasar
una mala época o no encontrarte del todo bien puede hacer que cultives una
energía un poco negativa en tu entorno. Pero si crees que últimamente se ha
apoderado de ti esa negatividad, entonces, es el momento de que empieces a
tomar control de la situación para mejorar como persona. “No hagas a los
demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti". Esta es una de las
bases esenciales de la empatía, ponerse en la piel de los demás para intentar
comprender qué es lo que sienten. Si tienes la empatía como lema en tu vida
conseguirás tener unas actitudes mejores con los demás, y cultivar unas
relaciones mucho más positivas y sanas.
Ser
nosotros el punto de partida es la mejor manera de comenzar, porque cuando
hayamos terminado con nosotros mismos, seremos expertos capaces de seguir con
todo lo demás, incorporando hábitos saludables de forma progresiva; dedicando
más tiempo para lo realmente importante (cada uno sabrá), quizá viajar más, atender
a lo que realmente nos hace felices y, sobre todo y muy importante, hacer
autocrítica dando una vuelta a los propios errores.
Mis mejores deseos para
el 2020.
Miguel F. Canser