sábado, 1 de junio de 2019

PROMESAS ELECTORALES


Las urnas han vuelto a hablar. Cada persona ha depositado su voto considerando cuál es su mejor opción, en virtud de los “ofrecimientos” (promesas) de cada partido político. Ahora toca comprobar el nivel de cumplimiento de dichas promesas. Este hecho no es nada baladí si, como siempre se nos ha dicho, los votantes debemos movernos en base a los distintos programas electorales que presentan y que suelen ser un calco de los ofrecidos en anteriores consultas legislativas porque, como casi nunca se cumplen, hay que volver a repetirlos. Además, los partidos cada día hacen los programas más largos (¡Plastas!) con la crítica de que no deberían ser ni cartas a los Reyes Magos ni elementos confusos. Un programa electoral debería ser un ejercicio de honestidad y transparencia ante los electores, no un documento abigarrado que nadie se lee como acaba pasando. A veces se dan argumentos para que los partidos políticos incumplan sus promesas. El primero es que los gobiernos dicen que tienen más información que los ciudadanos así que no pueden cumplir los deseos o promesas que le hicieron a los electores. Cuando llegan al puente de mando de la nave todo se ve distinto. El segundo argumento es que ellos tienen una mirada a más largo plazo y nos piden un voto de confianza. Hoy no cumplen su programa pero en que las cosas mejoren, lo harán. Nos piden paciencia. Al final, nos dicen que como la política es contingente e imprevista, no les queda más remedio que adaptarse continuamente a las circunstancias. En suma, que tampoco pueden cumplir.

         En nuestro país existen cuatro cosas que más preocupan a los ciudadanos: El empleo y, por ende, el excesivo paro, las pensiones, la sanidad y la educación. Todos los partidos tienen la “fórmula” para solucionar estos problemas, pero vuelven a repetirse cada vez que existen elecciones porque no se han cumplido. La mejor receta contra la desigualdad es una lucha sin cuartel contra el desempleo, que se logra maximizando el crecimiento económico, un sistema laboral que conecte la universidad con la empresa y que los fondos de los cursos de formación, se destinen a las empresas directamente para formar “in situ” a los futuros profesionales; evitando las posibles corrupciones y desvíos de dichos fondos, acompañados del seguimiento y auditoria correspondiente. Las pensiones, y ante la inviabilidad del sistema de reparto actual, deberían formar parte de los presupuestos del Estado y evitar que la Seguridad Social, pida “créditos” al Estado (que nunca se pagan) para poder abonarlas.

         En cuanto a la sanidad pública, los profesionales se quejan que hacen falta más plazas para atender la demanda existente. Las listas de espera son escandalosas y las consultas de atención primaria adolecen de sobrecarga asistencial. La saturación de las urgencias, ligada a la pésima gestión en relación con los centros de salud es otro síntoma. Es necesario el aumento de medios económicos y humanos sin olvidar el necesario apoyo económico a la Investigación, Desarrollo e Innovación. Y en cuanto a la educación, que se ha convertido en  una batalla ideológica de siempre, y al margen del modelo a seguir, existe desajuste entre los contenidos propuestos en los planes de estudios, y las capacidades e intereses reales de los alumnos/as de determinada edad, desajuste de los niveles obligatorios entre sí, la metodología didáctica del planteamiento de la enseñanza resulta con frecuencia, excesivamente abstracto y escasamente acorde con la edad y características del alumnado, escasa formación y motivación por parte de los profesores de los distintos centros, no se aborda con la suficiente profundidad los temas pedagógicos,  alto fracaso escolar, etc., etc. 

         Para todo esto, prometido en campaña electoral, se necesitan medios, que se traducen en un incremento del gasto público, sin explicar cómo se va a recaudar el dinero para acometerlos. Un programa electoral debe funcionar como un contrato entre un partido político y sus votantes, y deben auditarse para futuras elecciones. Si a nivel particular firmamos contratos pensando en cumplir lo que hemos escrito, no tiene sentido realizar lo contrario en un programa, y quizá por eso apenas los leemos y luego nos quejamos de la calidad de nuestra democracia. Mantener la palabra, ser coherente y ser creíble, suelen ir de la mano. Como leí una vez: “Vivimos en una sociedad donde mentir se ha vuelto rutina, traicionar es casi una monotonía y ser hipócrita es la ropa de hoy en día”.

Miguel F. Canser