Vivimos días claves para el
futuro de Cataluña. Su presidente, empujado por la fuerza política aliada que
le acompaña en su gobernabilidad, no
puede ahora volverse atrás de lo prometido y ha rubricado con su firma lo
aprobado por el parlamento catalán. La
convocatoria el 9-N de un referendo sobre la independencia de Cataluña, está
servido. El Gobierno español, amparado en las leyes constitucionales, hará todo lo posible para evitar dicha
consulta. Mucho se ha debatido sobre el derecho de los catalanes a decidir
sobre su futuro. Reclaman que, el derecho a votar y a decidir, es la forma más
democrática, y señalan el ejemplo de Gran Bretaña accediendo que Escocia lo celebre.
Al ganar el NO supone que, en el futuro,
Escocia tendrá un sistema autonómico con la transferencia de algunas
competencias. Ya le gustaría a Escocia tener la autonomía y competencias que
ahora goza Cataluña; posiblemente si las hubiera tenido ya, ni siquiera se
hubiesen planteado consulta alguna.
No seré
yo quien niegue que la forma más democrática de decidir sea expresar la
voluntad en las urnas, pero esta consulta adolece de lo que tanto reclaman los
independentistas: no dejan votar a nadie
más. Sólo ellos. Si hay que decidir sobre el futuro de una parte de España, ¿por
qué no pueden hacerlo y decidir el resto de españoles?, o ¿acaso la Asamblea de
Madrid, por ejemplo, puede decidir por sí sola la salida de la OTAN? La
consulta y el derecho a decidir que reclaman, sólo es posible mediante el
diálogo, el debate, y el acuerdo político para poder modificar nuestra
Constitución y demás leyes que, ahora, impiden su celebración. El derecho a
decidir es inalienable, personal e individual, pero dentro del marco jurídico
establecido; abandonar éste cuando “yo quiera”, no es permisible. Al Sr. Rajoy le
ha faltado cintura, no ha sabido manejar la situación negándose en redondo a
solucionar un conflicto parapetándose sólo en la Ley, negándose a un diálogo
que derive en un entendimiento satisfactorio para ambas partes.
Al margen
de esto, los dirigentes catalanes no han sabido o no han querido explicar a sus
ciudadanos el alcance de un hipotético sí a la independencia; cosa no poco
baladí pues quizá muchos de los que ahora piensan votar afirmativamente,
posiblemente cambiarían de opinión. La globalización de la economía y la interconexión de los
mercados financieros y económicos, hace que la independencia de una región de
cualquier país genere un
importante coste económico que se traslada fuera y especialmente dentro de las
fronteras. Cataluña se enfrentaría a un problema grave de financiación,
al menos en el corto plazo. Actualmente es la Comunidad más endeudada de España
(27,2% de su PIB) y tras asumir la parte proporcional de la deuda nacional
alcanzaría el 78% del PIB de arranque de la región. A esto se añade que la salida de la Unión
Europea llevaría a perder los mecanismos de financiación del Banco Central
Europeo. Brusca caída del comercio: El efecto más claro y
contundente estaría en sus exportaciones, tanto las que se
venden a otros países como las que se harían a una España, que deja de ser
mercado interior. Cataluña exportó en el año 2013 bienes con un valor de 58.358
millones de euros, con un 65% destino la zona euro. En el momento que deje de
ser miembro de la Unión Europea las exportaciones estarían grabadas por
aranceles, la Tarifa Exterior Común (TEC), que supondría directamente un
incremento sobre el precio de las exportaciones del 5,7%. Este aumento no sólo
repercutiría a las ventas a países de la UE, sino también a las decenas de
naciones con los que la Unión Europea tiene acuerdos preferenciales con rebajas
arancelarias que desaparecerían.
Esta pérdida de competitividad se estima que
tendrá un impacto de 7.400 millones de euros, un 13% del volumen de exportaciones
y un 3,8% del PIB de Cataluña. Pero el impacto mayor sería en la venta de
productos que realiza actualmente a otras Comunidades Autónomas de España.
Habría que añadir la subida de precios, al aplicarse los aranceles
(TEC) como al resto de países; el llamado Efecto Frontera por el cual
el comercio entre países es siempre muy inferior al comercio entre regiones,
con el perjuicio que supone la inversión directa, salida de empresas y caída
del turismo. La suma de lo que vende al extranjero y al resto de España supone
el 66% del PIB. El resto de España es su mercado principal, sus 50.000 millones
de ventas suponen más de 5 veces lo que se vende en su segundo país por ventas
(Francia con 10.000 millones) y más de 8 veces que el tercero (Alemania con
6.600 millones). Por ello mantener el mercado español es más que importante y
es precisamente el que más riesgos tiene. España también sufriría pues un 19%
del PIB procede de Cataluña y una independencia llevaría a que España perdiera
una quinta parte del Producto Interior Bruto de un plumazo.
En resumen, el impacto económico para España y Cataluña
sería importante. Cambiaría mucho el mapa de los intercambios
económicos y genera incertidumbres en los mercados financieros, además, de perder "independencia"
económica y financiera por mantener el euro como moneda base. En definitiva un
duro golpe económico en el que perdemos todos.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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