El
afán por el poder ha sido una característica permanente del ser humano a lo
largo de los tiempos; de hecho, la vida humana misma, desde tiempos
inmemoriales, se hizo en torno al poder pues la persona siempre se mueve por su
incesante búsqueda en cualquiera de sus modalidades: político, prestigio, fama,
riqueza, conocimientos, fuerza física, etc.; que no son más que distintas
expresiones del poder que anhela. El
poder es la capacidad de imponer la propia voluntad a otros; o la capacidad de
disminuir o de eliminar las resistencias externas para el logro de los
objetivos personales. Los medios para lograr imponer la propia voluntad son
múltiples, y de naturaleza distinta, así como las razones para hacerlo y el
contenido de la voluntad que se quiere imponer. Como no podía ser menos,
también son muy distintos los resultados del ejercicio del poder en quien lo
ejercita y sobre quien se ejerce. El rango va desde la corrupción e involución
más indigna, hasta una atractiva humanización de quien ejerce el poder y una
mejora en los resultados que obtiene.
Y
en nuestra política es lo que acontece a diario. Tenemos dos ejemplos: PSOE y
PODEMOS. La renuncia de 17 miembros de la Comisión Ejecutiva Federal para
provocar la caída de Pedro Sánchez, ha abierto un escenario sin
precedentes del que ni siquiera sus protagonistas saben cómo salir. Los
estatutos marcan la ruta para elegir un nuevo órgano de dirección, pero la redacción de los artículos
clave es suficientemente ambigua como para generar diferentes
interpretaciones y, por tanto, desencadenar nuevos conflictos. El bloqueo
es casi absoluto. Está en disputa hasta el acceso a las instalaciones de
Ferraz. La batalla por controlar el PSOE es latente. En dos años, Pedro Sánchez
no ha producido una idea política digna de ser recordada, ni ha prestado un
servicio especialmente valioso a su país; pero sí ha demostrado estar bien
dotado para saber escaquearse como nadie de los fracasos electorales. No existe un líder partidario capaz de
mantener el puesto con la cuenta de resultados que presenta Sánchez. ¿Creen
ustedes que en el PSOE importan ahora los intereses de los ciudadanos?; ¿o más
bien se trata de una lucha interna con el único fin de recuperar los votos
perdidos y la parcela de poder que han perdido?. Juzguen ustedes.
En
cuanto a Podemos, es la historia de un grupo de profesores que fueron capaces
de organizar y canalizar en las urnas la rabia de millones de españoles, pero
que ahora no encuentran el camino para organizarse a sí mismos en un partido
político dentro de las instituciones. Una cosa es el panfleto, la protesta
permanente, y otra librar la batalla dentro del sistema y de las instituciones.
Es la historia de un grupo que, a fuerza
de convertir la acción política en un juego de guerra con lenguaje de combate, ha
acabado por combatirse a sí mismo. La historia de una formación que
trasladó las emociones a la calle y que ha terminado por vivir dentro de una
telenovela en la que el público llama a los protagonistas por su nombre de
pila. Pablo e Íñigo. Es la historia de un partido
que, a fuerza de llevar la transparencia hasta sus últimas posiciones, ha acabado
por hacer terapia de grupo diaria a la vista de todo el mundo; la historia de
unos jóvenes que sacan sobresaliente en teoría política, pero que suspenden en
las prácticas. En definitiva, la historia de un experimento surgido de la
crisis de la democracia representativa que, según advertencia de su líder,
Pablo Iglesias, el pasado mes de julio, puede tener éxito “o darse una
hostia de proporciones bíblicas”. Esto es Podemos. Hay pocos precedentes de que
el número dos de un partido haga el papel de bueno y no el de
malo, como ha sido habitual en la política española. Íñigo Errejón, secretario
político y portavoz parlamentario, encabeza el sector crítico al secretario
general. Una realidad insólita. Alfonso Guerra rompió con Felipe
González después de varias décadas juntos. Iglesias y Errejón se han
separado en menos de dos años; aunque no quieren firmar el divorcio definitivo
para no dañar de forma irremediable a su criatura política. ¿Dónde queda el
espíritu de aquel 15-M?
La
lucha por el poder de nuestros políticos es un travestismo ideológico que les
permite ser quien quieran ser según convenga, pero su verdadera condición se
muestra en cuanto no sienten la presión de una convocatoria electoral.
Miguel
F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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