sábado, 1 de junio de 2019

PROMESAS ELECTORALES


Las urnas han vuelto a hablar. Cada persona ha depositado su voto considerando cuál es su mejor opción, en virtud de los “ofrecimientos” (promesas) de cada partido político. Ahora toca comprobar el nivel de cumplimiento de dichas promesas. Este hecho no es nada baladí si, como siempre se nos ha dicho, los votantes debemos movernos en base a los distintos programas electorales que presentan y que suelen ser un calco de los ofrecidos en anteriores consultas legislativas porque, como casi nunca se cumplen, hay que volver a repetirlos. Además, los partidos cada día hacen los programas más largos (¡Plastas!) con la crítica de que no deberían ser ni cartas a los Reyes Magos ni elementos confusos. Un programa electoral debería ser un ejercicio de honestidad y transparencia ante los electores, no un documento abigarrado que nadie se lee como acaba pasando. A veces se dan argumentos para que los partidos políticos incumplan sus promesas. El primero es que los gobiernos dicen que tienen más información que los ciudadanos así que no pueden cumplir los deseos o promesas que le hicieron a los electores. Cuando llegan al puente de mando de la nave todo se ve distinto. El segundo argumento es que ellos tienen una mirada a más largo plazo y nos piden un voto de confianza. Hoy no cumplen su programa pero en que las cosas mejoren, lo harán. Nos piden paciencia. Al final, nos dicen que como la política es contingente e imprevista, no les queda más remedio que adaptarse continuamente a las circunstancias. En suma, que tampoco pueden cumplir.

         En nuestro país existen cuatro cosas que más preocupan a los ciudadanos: El empleo y, por ende, el excesivo paro, las pensiones, la sanidad y la educación. Todos los partidos tienen la “fórmula” para solucionar estos problemas, pero vuelven a repetirse cada vez que existen elecciones porque no se han cumplido. La mejor receta contra la desigualdad es una lucha sin cuartel contra el desempleo, que se logra maximizando el crecimiento económico, un sistema laboral que conecte la universidad con la empresa y que los fondos de los cursos de formación, se destinen a las empresas directamente para formar “in situ” a los futuros profesionales; evitando las posibles corrupciones y desvíos de dichos fondos, acompañados del seguimiento y auditoria correspondiente. Las pensiones, y ante la inviabilidad del sistema de reparto actual, deberían formar parte de los presupuestos del Estado y evitar que la Seguridad Social, pida “créditos” al Estado (que nunca se pagan) para poder abonarlas.

         En cuanto a la sanidad pública, los profesionales se quejan que hacen falta más plazas para atender la demanda existente. Las listas de espera son escandalosas y las consultas de atención primaria adolecen de sobrecarga asistencial. La saturación de las urgencias, ligada a la pésima gestión en relación con los centros de salud es otro síntoma. Es necesario el aumento de medios económicos y humanos sin olvidar el necesario apoyo económico a la Investigación, Desarrollo e Innovación. Y en cuanto a la educación, que se ha convertido en  una batalla ideológica de siempre, y al margen del modelo a seguir, existe desajuste entre los contenidos propuestos en los planes de estudios, y las capacidades e intereses reales de los alumnos/as de determinada edad, desajuste de los niveles obligatorios entre sí, la metodología didáctica del planteamiento de la enseñanza resulta con frecuencia, excesivamente abstracto y escasamente acorde con la edad y características del alumnado, escasa formación y motivación por parte de los profesores de los distintos centros, no se aborda con la suficiente profundidad los temas pedagógicos,  alto fracaso escolar, etc., etc. 

         Para todo esto, prometido en campaña electoral, se necesitan medios, que se traducen en un incremento del gasto público, sin explicar cómo se va a recaudar el dinero para acometerlos. Un programa electoral debe funcionar como un contrato entre un partido político y sus votantes, y deben auditarse para futuras elecciones. Si a nivel particular firmamos contratos pensando en cumplir lo que hemos escrito, no tiene sentido realizar lo contrario en un programa, y quizá por eso apenas los leemos y luego nos quejamos de la calidad de nuestra democracia. Mantener la palabra, ser coherente y ser creíble, suelen ir de la mano. Como leí una vez: “Vivimos en una sociedad donde mentir se ha vuelto rutina, traicionar es casi una monotonía y ser hipócrita es la ropa de hoy en día”.

Miguel F. Canser

miércoles, 1 de mayo de 2019

HABLARON LAS URNAS


Ya hemos votado, a ver cuánto nos dura lo que han manifestado los ciudadanos, no vaya a ocurrir que tengamos que volver a pronunciarnos porque no se ponen de acuerdo. Sería muy contraproducente repetir lo ocurrido en las anteriores elecciones; aunque, dentro de poco (mayo) volveremos a acudir para designar a nuestros representantes en ayuntamientos y CCAA.  Ser diputado del Congreso de España requiere no perder la perspectiva para qué ha sido elegido. En los últimos cuatro años, hemos acudido tres veces a votar. Los españoles han elegido a Pedro Sánchez para liderar un nuevo gobierno de pactos; aunque ya suenan voces de que están dispuestos a gobernar en solitario. ¿Qué se espera de ellos?

         Una batería de reformas urgentes en materia económica esperan. La sostenibilidad de las pensiones y el cumplimiento del déficit tras casi un año perdido puede que sea lo más urgente. Pero hay más, mucho más: contener la desaceleración de la economía y el empleo. La reforma de la Seguridad Social es un asunto urgente para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. Cada vez hay más déficit en el sistema porque las pensiones son cada vez mayores y el número de pensionista aumenta más que el número de ocupados que cotizan. Es un tema complicado de resolver porque el Pacto de Toledo quedó muy dañado y la fuerza electoral que representa este colectivo, complica una reforma con miras a largo plazo. Pero hay que abordarlo. Sobre el déficit, decir que cada español debe hoy más de 25.000 euros de dinero público y se considera vital sanearlo antes de que el Bco. Central Europeo cambie su política de tipos de interés y vuelva a encarecerse la financiación de esa ingente cantidad de deuda. Es necesario mejorar la eficiencia del gasto. No son tareas menores.

         La evolución del empleo y los salarios va con retraso frente al crecimiento. Hay una señal clara de que estamos ante un final de ciclo que no ha estado presente en los programas electorales de ningún partido. El crecimiento de empleo es superior al del PIB que manifiesta una tendencia con impacto directo en la productividad que ha bajado en 2018. Hay que preguntarse qué tipo de economía preferimos, porque el modelo productivo basado en el turismo y el ladrillo, ya sabemos dónde conduce. Abordar los problemas que, realmente, interesan a los ciudadanos es vital para el nuevo Ejecutivo. Definir el carácter público de  la Sanidad y la Educación debe ser una máxima. Hemos comprobado cómo responsables de servicios públicos dicen tranquilamente, que los padres prefieren la enseñanza privada a la pública, y que por eso hay que dar más dinero a los colegios concertados  en detrimento de la escuela pública. Recuperar la condición pública tanto de la enseñanza como de la sanidad, debe ser una prioridad inaplazable, sentar las bases de una ley de educación, válida para todas las CCAA sin excepción, que amortigüe el fracaso escolar que padecemos hoy y que nos sitúa a la cola de Europa. En la misma línea se mueven la mayoría de los procesos de privatización, externalización o como quieran llamarlo de los servicios públicos. Se sacan a concurso con presupuestos inferiores a los que se vienen dedicando y en el baremo de selección se da el peso decisivo a la oferta más barata, despreciando la competencia en la gestión y la experiencia de los concursantes. Naturalmente, gana la contrata una empresa que probablemente jamás ha trabajado en el sector.

         El deterioro paulatino de la sanidad pública cuando la gestión cae en manos privadas empieza a ser evidente. No importa el servicio sino la cuenta de resultados. Las prestaciones caras y los enfermos costosos son despreciados y se trabaja para absorber las prestaciones de bajo coste y alto margen de beneficio. Claro, la comparación entre los gestores públicos (obligados lógicamente a atender a todos los ciudadanos) y los privados (que solo se quedan con los rentables) muestra que éstos son más eficientes. Se conceden en muchos departamentos públicos subvenciones para realizar determinados proyectos: a ONGs, a fundaciones, a equipos de investigación. Naturalmente, se exige presentar un montón de documentos explicando qué se quiere hacer, objetivos, medios…Al final del proceso, como es debido, se rinden cuentas de la utilización de los fondos públicos. Uno esperaría que se dedicara a esa tarea un grupo de funcionarios que comprobaran cómo se habían conseguido los objetivos públicos para los que se había otorgado la subvención. Pues no: últimamente se ha externalizado esa tarea y son empresas privadas de auditoría (¡contable, claro!) las que cobran de la Administración Pública correspondiente para realizarla.

El control es prácticamente nulo en lo referente a los objetivos conseguidos, a la calidad del servicio. Ni análisis de estructuras económicas, relaciones de producción y de poder, ni nada. Caso omiso, ignorancia supina de cualquier reflexión sobre la influencia y dependencia de nuestra economía del resto del mundo, de la globalización y demás nimiedades; sin olvidar la ausencia a cualquier alusión a la responsabilidad de los gobiernos territoriales, especialmente a la sangría de Cataluña y Euskadi, el coste de cuyos privilegios y política de apaciguamiento supera en miles de millones a todos los recortes habidos y por haber. Un mensaje para los recién nombrados: Lo prometido debe ser cumplido, porque las promesas no cumplidas, disminuyen la confianza.

Miguel F. Canser





lunes, 1 de abril de 2019

IZQUIERDA Y DERECHAS, O AL REVÉS


¿Por qué somos de izquierda o de derechas? El lugar de nacimiento, la clase social, la familia y el ambiente en que nos criamos, los maestros y los amigos que tenemos, las experiencias vividas, todo eso, es decir, todo lo que forma parte de la educación recibida, es lo que muchos ciudadanos pueden alegar, con razón, ante la pregunta de qué es lo que nos hace ser de derechas o de izquierdas. La educación recibida es el elemento básico, el núcleo familiar donde nos hemos desarrollado en la infancia y la adolescencia, las experiencias adquiridas también. Pero, ¿son todos los cerebros iguales a la hora de ser influidos y modelados por la educación? ¿En qué medida la biología y el cerebro que heredamos determinan la fuerza y posibilidades de la educación que recibimos para hacernos de derechas o de izquierdas? También existen estudios de por qué acuden unos más que otros a las urnas. El estrés podría ser un factor que disminuye la participación de los ciudadanos en las elecciones; así como determinados acontecimientos sociales de carácter traumático, pueden producir movilizaciones importantes en la orientación ideológica de las personas (atentado terrorista en Madrid).

            Es muy frecuente que en las encuestas se pregunte a la ciudadanía cuál es su opinión comparativa entre los partidos de derecha y de izquierda. Casi siempre, los de izquierda salen mejor parados en lo que se refiere a capacidad para redistribuir y conseguir mayor justicia social, y la derecha en que gestiona mejor los recursos económicos que los dirigentes de izquierda; y aunque ya sabemos que los partidos de izquierda apuestan por preservar los derechos sociales y los servicios públicos, siendo necesaria la subida de impuestos para poder mantenerlos, por el contrario, la derecha dice bajar los impuestos recortando en gastos políticos absurdos, manteniendo los derechos sociales y mismos servicios. Como se ve, el fin es parecido pero utilizando medios distintos. Mientras unos dicen (izquierda) que hacen falta más impuestos, los otros (derecha) lo argumentan diciendo que no hace falta subirlos, sino controlar y minorizar el gasto.

         Creo que las dos posturas tienen su razón lógica. El estado de bienestar y los derechos sociales, se mantienen a base de impuestos, pero también hay que vigilar el excesivo coste político que mantiene la estructura del Estado. Pero aquí el problema es la incapacidad que tienen unos y otros, para pensar en verdaderas reformas, y en la cobardía para atajar los problemas en su raíz, el no atreverse --o no saber-- plantar cara a la actual estructura y funcionamiento del Estado, el despilfarro de las autonomías, el gasto incontrolado de los cien mil chiringuitos que sostiene el Estado, desde organizaciones empresariales, partidos y sindicatos, a organismos públicos y semipúblicos parásitos, al ejército de asesores y enchufados, subvenciones a diestro y siniestro, el sobrecoste de la obra pública, la evasión y el fraude fiscal, el consentimiento de la economía sumergida, la corrupción y su metástasis larvada, la renuncia a recuperar la millonada entregada a los bancos para el «rescate» de las Cajas, el descontrol en el reparto de las ayudas públicas, etc. 

         ¿Economía? Sí, la más elemental, la que se hace con sumar y restar. Hay dinero de sobra para sostener y mejorar el llamado Estado del Bienestar, pero ese dinero se va, se esfuma, se dilapida para mantener privilegios y prebendas, para sostener redes clientelares, para favorecer a oportunistas y verdaderos sátrapas especializados en vivir del Estado. ¿Saben ustedes cuántos políticos tenemos en España? Muchos. Somos el país que más tiene de toda la Unión Europea. Hemos privatizado las principales empresas públicas, que deberían seguir siendo de todos: (luz, telecomunicaciones, gas, etc.) y, ¿dónde está todo el dinero recaudado?, porque los impuestos han seguido subiendo. Hace falta impulsar el cambio del modelo productivo, acabar con los recortes en educación y en sanidad; aumentar la inversión en I+D+I, conectando la universidad y la empresa, etc. Podría enumerar muchas más pero, por disposición de espacio, no puedo. Creo que, para ser un buen gestor de lo público, la primera exigencia es creer en el servicio público (da igual ser de derechas o de izquierdas), porque el Estado es como la contabilidad de partida doble; pues para que un ciudadano reciba algo, a otro se lo han quitado antes. Pero quien piense que el mejor impuesto es el que no existe, y que lo público es siempre peor que lo privado, no puede ser un buen gestor de los intereses colectivos.

         Al margen de esto, personalmente pienso que los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia…, ambos por la misma razón.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com


          


viernes, 1 de marzo de 2019

PERÍODO ELECTORAL


Nuevamente estamos ya en período electoral, --¿acaso lo habíamos dejado?—y otra vez veremos a los candidatos acudiendo a los diferentes medios de comunicación para solicitar nuestro voto, porque sus propuestas son las “únicas” que pueden solucionar todos los problemas de España. Sólo ellos tienen la auténtica receta para que prosperemos y vivamos mejor. Algunos, (los que saben que no van a gobernar) se permiten prometer el “oro y el moro” (pensiones elevadas para todo el mundo, salarios mínimos más altos, pensiones elevadas, bajada brutal de impuestos, mejora de la educación y la sanidad)….., ¡qué sé yo más! Es la historia de siempre. ¿No les suena siempre a lo mismo? Dicen lo que van a hacer, pero no dicen cómo lo van a hacer, de dónde van a sacar los recursos necesarios para poder hacerlo; algunos dicen que bajando impuestos, ¿..?. Uno, que ya ha vivido algunos años, y ha dejado de ser útil y competitivo en la sociedad que vivimos eximiéndonos de cualquier obligación laboral, poseemos una cualidad que otros no tienen, y es la experiencia. Ahí estamos en lo alto del pódium; adivinamos y tenemos la certeza de todo lo que puede venir. Precisamente, fruto de esa experiencia adquirida, en lo referente a la política, pocos pueden engañarnos. Confiar, sí confiamos, pero engañarnos, sólo una vez.

Al lado de la hermosa España del sol y del saber vivir, poblada por pueblos amables y dotados de vieja sabiduría que desean prosperar en paz, existe un país injusto, resquebrajado y tan corrompido e inútil que tiene su futuro pintado de negro. Todo el drama que está viviendo España, un país que, si no ponen remedio, parece encontrarse al borde de un conflicto civil en Cataluña y con un independentismo de siempre y creciente en el País Vasco y Navarra que intentan también desgajarse de España y formar estados propios, se debe, exclusivamente, al enorme y escandaloso fracaso de la clase política española, ya sea de derechas o de izquierdas, de los de aquí y de allí, que han sido incapaces de construir un país atractivo donde no han sabido unir a los españoles, respetando las costumbres y lenguas propias, y generar en ellos satisfacción, entusiasmo e ilusiones.  Detrás de todo eso, está la injusticia, la desigualdad, la pobreza, el desempleo, servicios deficientes y de la insatisfacción generalizada de los españoles están la corrupción, los abusos de poder, las mentiras, los privilegios injustificados, el deterioro de la democracia, los impuestos injustos, la arrogancia de los poderosos y el fracaso generalizado de los partidos políticos y de sus líderes.

Bajo esta perspectiva, ¿nos van a seguir prometiendo siempre lo mismo?, ¿serán siempre las mismas asignaturas pendientes? Son como los propósitos que todos hacemos al comenzar un nuevo año. Al final, muy pocos se cumplen. No parecen darse cuenta los políticos de que el único “pegamento” real de las naciones es la voluntad ciudadana de caminar juntos, compartiendo ilusiones y metas, una condición natural de las naciones que en España parece que no existe y que ha sido sustituida por decepción, frustración y descontento. En este País, cada día son más los que en lugar de caminar juntos quieren separarse y huir. Ocultan la verdad que han construido. Un país lleno de problemas que provoca el rechazo general. Nos hablan de mentiras y verdades a medias sobre deslealtad, odio, maldad, corrupción y otras razones que depositan toda la culpa en los rebeldes, pero ocultan que la clase política española ha sido y es incapaz de generar cohesión, justicia, decencia y felicidad suficiente para que sus ciudadanos se sientan satisfechos e ilusionados por pertenecer a una gran nación. 

Ni siquiera son capaces de dialogar y llegar acuerdos entre ellos cuando no existen mayorías absolutas para gobernar; teniendo que ser de nuevo los ciudadanos quienes les digamos cómo tienen que hacerlo acudiendo nuevamente a las urnas; y el fracaso que significa que aparezcan en las encuestas señalados como el gran problema del país, después de dos dramas nacionales como el desempleo y la crisis económica, que también son consecuencia de su pésima gestión. Aunque los políticos se empeñen en ignorarlo, no hay otra salida para España que regenerarse, respetando la idiosincrasia de cada comunidad autónoma; lo que significa encontrar el camino para recuperar ilusiones y metas comunes bajo la dirección de servidores públicos honrados con sentido de la decencia y servicio a los demás, no como ahora, bajo la batuta de partidos corrompidos y de mediocres podridos e incapaces. Para ser presidente del gobierno hay menos exigencias que para ser oficinista o secretaria

Esto de que seamos el país que más caro paga la electricidad de toda Europa…. ¿Es para compensar que nuestros políticos son los que menos luces tienen?
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com

viernes, 1 de febrero de 2019

IMPUESTOS: ¿SON JUSTOS Y EFICIENTES?

La principal fuente de financiación de los estados es un sistema recaudatorio de tributos que, en España, gestiona la Agencia Tributaria y garantiza la prestación de todos los servicios públicos. Estas aportaciones son obligatorias y están fijadas por ley. Nuestro sistema fiscal se basa en diversas circunstancias (renta, patrimonio, consumo, etc.) para estimar el tipo de aportación a las arcas públicas de cada contribuyente, obedeciendo a principios de igualdad y capacidad económica. Aunque existen diversos tipos de impuestos, sólo voy a referirme a los  que más nos afectan a los ciudadanos: Directos e Indirectos. Son impuestos directos, entre otros, Impuesto sobre la Renta (IRPF), Impuesto de Sociedades, Sucesiones y Patrimonio; y entre los indirectos, mencionar: IVA, Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados. Los primeros se aplican sobre la posesión de un patrimonio o la obtención de una renta, y los indirectos se aplican de forma indiscriminada al uso que se puede hacer de la riqueza consumiendo (comprador), o transfiriendo (vendedor) bienes.

         Hay pocos impuestos que sean justos. A nadie le gusta pagarlos y menos aún viendo cómo hay contribuyentes que, según en la comunidad en la que residan, pagan menos o nada. También mencionar que, muchas voces incluso dentro de la U.E., no ven con agrado la retención del IRPF a los pensionistas, porque no son rentas del trabajo. Doblemente injusto, sin duda. Vemos el caso del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Es el impuesto directo por excelencia, que en teoría recoge todas las rentas percibidas (no sólo las salariales), y se supone es el paradigma de la progresividad y al que se le asigna el papel de gran herramienta fiscal para la redistribución de la renta. En España sólo hay un 10% que declara recibir la renta más alta, por lo que podríamos considerar los "ricos" de esta sociedad. Es decir, que, según el IRPF, el que gane más de 3.250€ brutos al mes puede considerarse "un rico de pleno derecho", porque sólo el 10% de nuestro país declara recibir una renta igual o superior a ésa; y sólo el 1% declara la renta más alta, que está definida a partir de 8.250€ brutos al mes. Si alguno de los lectores de este artículo gana esa cantidad o una superior, puede estar de enhorabuena. Pertenece usted al club de los "riquísimos", el 1% "más rico del país".

En España hay 100.000 personas que declaran situarse en ese tramo de renta. Conozco a muchas personas en esa situación y les puedo asegurar que ninguno de ellos tiene un yate ni un chalet de lujo. En cambio, sabemos también que hay miles de ellos -de yates y chalets de lujo, quiero decir- por toda la costa española cuyos propietarios, lamentablemente, no declaran estar en ese tramo del IRPF. El problema, por tanto, es que la parte alta de la distribución de nuestro IRPF está casi vacía. Solo los asalariados (trabajadores por cuenta ajena), en general, pertenecientes a la clase media y media-alta y que están sujetos al control de la Hacienda Pública, figuran en ese registro. Son los que no pueden ocultar a Hacienda lo que devengan; porque otros colectivos, como altos cargos de empresas, trabajadores por cuenta propia, y empresarios en general, sí pueden "desvirtuar" sus declaraciones. Lo verdaderamente cierto es que el tramo alto del IRPF lo paga la clase media asalariada. En cuanto a los impuestos indirectos (compra del pan o una vivienda), todos pagamos el mismo tipo fiscal, independientemente de la renta de cada uno. El problema lo tenemos en el fraude fiscal. La cifra alcanza nada menos que 20.000 millones de euros, es decir, más del 1,7% sobre el valor del PIB español. Sólo referido a la declaración de IRPF. Hay un informe que señala que, si le sumamos también el fraude  en IVA y en el impuesto de Sociedades, aumenta el porcentaje de fraude fiscal hasta el 3,5%-4% sobre el PIB, o lo que es lo mismo, 40.000 millones de euros, sin olvidar la economía sumergida. ¿Tendríamos problemas para pagar las pensiones?

En el punto de mira están ahora, una vez más en período electoral, el de sucesiones y donaciones. Los partidos entran en una subasta para ver quién da menos, a pesar de que ni el Estado ni las comunidades autónomas, podrían dar los servicios que prestan y que exigen los ciudadanos. Sin embargo, hay otro impuesto más injusto todavía. Me refiero al Impuesto de Transmisiones Patrimnoniales y Actos Jurídicos Documentados. Por comprar un solar se paga, por hacer la declaración de obra nueva, también. Si se compra una vivienda ya construida, se vuelve a pagar, lo cual supone grandes esfuerzos para unas capas sociales -por ejemplo los jóvenes- que van muy ajustadas económicamente; sin olvidar el préstamo hipotecario, que también tributa como acto jurídico, y no sólo por lo que recibe, sino por la total responsabilidad del mismo. Quizá no es momento de quitar impuestos, pero de redistribuir y ver dónde están los justos y los injustos, sí. Sin subastas.

Un sistema justo y eficiente se puede conseguir con un sistema fiscal más sencillo. Los impuestos deben garantizar la eficiencia económica, que nuestro país siga creciendo y compitiendo en un mundo cada vez más globalizado. Y deben ser progresivos, es decir, que proporcionalmente pague más el que más tenga.

Miguel F. Canser 




martes, 1 de enero de 2019

EL VOTO DE LA INDIGNACIÓN


Las elecciones andaluzas pueden haber marcado un antes y un después en la historia de este País. Por un lado ha sido el auge de un partido considerado de extrema derecha (Vox) que ha conseguido 12 escaños en el Parlamento andaluz y, por otro, el tanto por ciento de abstenciones (41,35%). El CIS de Tezanos apenas le vaticinaba un escaño. ¿Saben si ha dimitido este señor?; más de 2,6 millones de votantes no han ido a votar. Esto es muy grave y demuestra la frustración, el desencanto y el cabreo de casi 40 años  de gobierno socialista en Andalucía; marcado, sobre todo, por el escándalo de los ERE, por el retroceso económico que lastra desde hace décadas Andalucía, pero también por la política del presidente Sánchez con su pacto y cesiones a los partidos independentistas catalanes. Y es que, parece ser, que los políticos piensan que tienen a millones de electores entusiastas, forofos, como hooligans de un equipo que siempre les van a ser fieles a la hora de depositar su voto lo hagan bien o lo hagan mal. Están muy equivocados. Cuando una persona está indignada por el comportamiento del partido-persona político a quien votó, o no va a votar, o emite un voto de castigo.

         Existe una teoría que considera al elector como un ser racional, por lo tanto sus actos son de carácter racional. Su comportamiento político y la orientación del voto del elector es el resultado del cálculo racional en la que se hace un razonamiento de ventajas, desventajas, beneficios y riesgos que se corren al tomar una determinada decisión. Esta teoría parte de la idea que el elector evalúa las diferentes opciones políticas que se les presentan y decide racionalmente, tomando en cuenta sus prioridades e intereses que espera obtener al decidir por una determinada opción política. Es decir, considera que la gran mayoría de los electores razonan su voto en virtud de sus intereses y el cálculo que realizan, por lo que los votantes no pueden ser manipulados fácilmente. A su vez, la teoría cultural enfatiza aspectos históricos, inerciales y tradicionales (por ejemplo, la tradición familiar), la cultura política o la pertenencia a un determinado grupo social, como elementos que predisponen, de cierta manera, el voto. De acuerdo a este planteamiento teórico es el hábito de votación y los aspectos culturales que se van construyendo a través del tiempo, lo que realmente incide y determina la conducta y comportamiento político de los votantes.

Los españoles se han vuelto exigentes con los políticos y eso es lo más saludable e importante que ha ocurrido en la política española desde 1975. Hasta hace poco, los políticos podían hacer lo que quisieran en España sin que nadie los cuestionara, ni siquiera la Justicia, pero eso ha cambiado y ya no pueden seguir comportándose como niñatos tiranos y antidemocráticos. Durante décadas, los políticos españoles tuvieron libertad plena para gobernar a capricho, sin trabas ni obstáculos, alentados por mayorías absolutas. Los ciudadanos tenían tanta fe en la democracia y tanta confianza en los políticos elegidos que les permitían todo tipo de abusos y arbitrariedades. No existía prácticamente la vigilancia y la crítica al poder, dos condiciones fundamentales para que la democracia funcione. Como consecuencia de esa permisividad suicida, la clase política española se volvió arrogante, antidemocrática, arbitraria y corrupta, disfrutando hasta hoy de una impunidad que no tiene cabida ni en la democracia ni en la civilización. Se ha desmantelado la industria española, se han privatizado empresas públicas rentables y de servicio al ciudadano; en definitiva, se ha destruido la organización y el poder de la sociedad civil.

Este es el país en el que vivimos. Cada vez más parecido al que vivieron nuestros antepasados durante las primeras décadas del siglo veinte: un lugar retórico donde unos líderes políticos sin soluciones, sin ideas, sin capacidad y sin proyectos, necesitan encontrar un enemigo donde sea para así reafirmarse. Todo esto explica, en parte, el incremento electoral que los movimientos populistas están obteniendo en casi todos los estados europeos. Estas organizaciones son las únicas, al parecer, que han encontrado a los culpables de todos nuestros problemas, las que más rápidamente han conseguido definir al enemigo: ya saben, el enemigo es siempre el otro, sobre todo si es migrante, pero también aquel que tiene un criterio propio, que piensa por su cuenta, que no enarbola ninguna bandera y que además no se atiene a los mandamientos del pueblo, la nación, la raza o la religión donde nosotros estamos situados. No hay nada peor en una democracia, que el hastío y la indignación nos lleve a quedarnos en casa y no ir a votar. ¡¡Mucha salud para el año que comienza!!

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com

viernes, 30 de noviembre de 2018

¿TENEMOS PRIVACIDAD?

Muchas veces se nos llena la boca hablando de privacidad, de cómo mantener nuestros datos a salvo, de cómo hacer para que ésta o aquélla empresa no te espíe y no sepa nada sobre ti pero, en realidad, todo esto es un mito. La privacidad, definida como la “parte más interior o profunda de la vida de una persona, que comprende sus sentimientos, vida familiar o relaciones de amistad”, no existe en el mundo contemporáneo. Y no existe, no porque no pueda existir, sino porque nosotros mismos hemos querido que no exista. Estamos controlados. Sin darnos cuenta, vamos dejando un rastro cada vez que utilizamos el móvil, internet, tarjeta de crédito, o simplemente paseamos por la calle. En los últimos años ha proliferado de una forma asombrosa el uso de las redes sociales, a pesar de que psicólogos y sociólogos alertan de los peligros que el constante uso de las mismas puede acarrear tanto a corto como a largo plazo, lo cierto es que no dejan de multiplicarse el número de cuentas y perfiles en todas ellas: Facebook, Tuenti, Twitter,  Instagram, WhatsApp, etc., el problema, en la mayoría de los casos, es que los usuarios no somos conscientes de los potenciales riesgos que acarrea el uso de las redes sociales, sobre todo en lo que se refiere a la protección de nuestra privacidad. Es cierto que muchas de ellas cuentan con mecanismos que permiten restringir el acceso de ciertas personas a la información privada – como por ejemplo Facebook – pero también es cierto que eso no es, ni de lejos, suficiente para proteger nuestra intimidad y evitar que la misma caiga en manos inapropiadas. Si tu cuenta es privada para que “solo te vean tus amigos”, ¿cómo es que tienes 600-700 seguidores en ella?  ¿Tantos amigos tienes?

         Cada vez son más numerosas y sofisticadas las técnicas hacker desarrolladas para tener acceso a información privada de los usuarios de las redes sociales y de Internet en general y, mediante ellas, los expertos consiguen tener acceso no sólo a fotos o datos, sino incluso a comunicaciones privadas vía chat o e-mail. Según los expertos en seguridad informática,  4 de cada 10 usuarios de las redes sociales han sido víctimas de algún ciberdelito y en muchas ocasiones éstos ni siquiera son conscientes de que se ha violado su intimidad.
La mayoría de estos métodos están diseñados como auténticos anzuelos que captan la atención de la gente sin levantar sospechas sobre su ilicitud. Pero, ¿cuáles son algunas de estas técnicas utilizadas por los hackers? Uno de los clásicos métodos de delitos a través de las redes sociales, consiste en la creación de páginas web falsas con la apariencia de la red social en cuestión, con el objetivo de obtener la información del usuario cuando éste introduce su correo y contraseña para iniciar sesión. Otra famosa técnica que afecta especialmente a Facebook, la red social por excelencia, es la de un mensaje que llega y que promete ver quiénes visitan su perfil; al hacer click sobre el enlace, no sólo no se tiene acceso a la información prometida, sino que hemos permitido el acceso a nuestra cuenta. Y otra de las técnicas más empleadas es la de difundir falsos videos con morbo o contenido polémico de modo que se cae en la tentación de reproducirlo y con ello, no sólo permiten acceso al contenido privado de su perfil, sino que en no pocas ocasiones permiten la entrada de ciertos virus o malware en los dispositivos electrónicos.

         Debemos cuidarnos muy mucho de una red wifi gratuita en espacios públicos – como por ejemplo un aeropuerto – para que la gente se conecte, pues puede ser un camino de acceso a todos los datos que se esté enviando a través de Internet, entre ellos usuarios y contraseñas. Podríamos ver sus perfiles de las redes sociales, hacer un robo de identidad, difamar su información, cambiar los ajustes de privacidad, acceder a sus claves del correo electrónico, chatear con sus contactos;
al contrario de lo que muchos podrían pensar, lo cierto es que este tipo de conductas, no sólo son llevadas a cabo por bandas organizadas o estructuras del ciber-crimen, sino que cada vez más son empresarios quienes quieren tener acceso a la información privada de sus empleados, o ciudadanos que quieren hacer lo mismo respecto a sus parejas, familiares, amigos o vecinos. No olvidemos que Internet es global mientras que la legislación es local y, a día de hoy, no existe ningún tipo de armonización a nivel mundial que regule esta cuestión porque Internet, no tiene fronteras.

         Por ello, los usuarios debemos adoptar las medidas que estén a nuestro alcance para evitar dichas situaciones, tales como ser más cautelosos respecto a la información que publicamos en las redes sociales. A modo de ejemplo, los expertos en seguridad informática desaconsejan introducir en Internet demasiados datos personales así como fotos, direcciones, números de teléfono, posesiones materiales o costumbres y si aun así se llegan a producir violaciones contra nuestra intimidad, recomiendan denunciar los hechos. Esta recomendación es muy necesaria, sobre todo, para los más jóvenes, porque debemos entender que, en el momento en que un producto es gratis, el producto eres tú; no tú como tal, sino tu perfil. La publicidad online es el negocio del siglo XXI, y para que ésta funcione, se debe tener acceso a una ingente cantidad de datos que nosotros, los usuarios, cedemos a las empresas de forma completamente gratuita a cambio de nada, a cambio de que nos dejen subir nuestras fotos a su plataforma para compartirlas con nuestro amigos y, con mala suerte, con el resto del mundo.

Miguel F. Canser




jueves, 1 de noviembre de 2018

VERGONZOSO ESPECTÁCULO

El espectáculo ofrecido hace unos días en el Congreso de los Diputados, donde Pedro Sánchez comparecía para dar cuenta del Consejo Europeo que discutió el Brexit, y para explicar la posición española respecto a la venta de armas a Arabia Saudí, terminó en una sesión bronca y crispada entre  el Sr. Casado y el Sr. Sánchez, que roza lo esperpéntico. Seguro que les ha pasado alguna vez en la infancia. El niño que era dueño del balón quería ganar el partido; y si no era así, se lo llevaba. Lo mismo ocurría con la cuerda de saltar entre las niñas. Era cosa de niños, de niños mal criados, claro. El rifirrafe entre ambos ha sido notorio: “¿No se da cuenta de que es partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España?", le espetó el Sr. Casado a lo que el Presidente responde que, si no retira esas palabras de acusación, rompería relaciones con el Sr. Casado:"¡Si las mantiene, usted y yo no tenemos nada más de qué hablar!". Mi primera impresión fue que la falta de respeto, la desconsideración, las afirmaciones que rayan en el insulto han convertido el hemiciclo en un mercado chabacano, sin clase. Parece que los únicos argumentos para contradecir los del contrario político tienen que ir acompañados del desprestigio, no sólo político, sino también de la persona. La desafortunada afirmación de Casado, también se complementa con la de Sánchez. ¿Cómo es posible decir que rompen relaciones con el principal partido de la oposición con casi 8 millones de votos? Posteriormente, fuente de Moncloa aseguraron que el Presidente daba por rotas sus relaciones con Casado, no con el PP. Ya digo, como niños: “Ya no te ajunto”.

         No es la primera vez que esto sucede. Desde hace unos cuantos años estamos asistiendo al bochornoso espectáculo ofrecido por la clase política sin excepción, sin olvidar que el insulto no es cosa de uno sólo. Recuerdo cuando Sánchez llamó indecente al Sr. Rajoy y éste, cobarde e indigno al Sr. Sánchez, por no mencionar a otros líderes. Todo esto demuestra  hasta qué punto los políticos han degenerado en una casta privilegiada totalmente ajena a los intereses y necesidades del bien común. De cara a la galería se lanzan dardos, dagas florentinas, puyas, insultos más o menos zafios en función del nivel intelectual (en general bastante escaso) del emisor, pero a la hora de defender los intereses de la casta, todo es acuerdo y unanimidad. Es decir, se trata de crear en la masa de los ciudadanos una apariencia de división, de discrepancia, de rivalidad, cuando en líneas generales todos están de acuerdo y el más mínimo ataque a los privilegios del clan (léase subvenciones a partidos, sindicatos, organizaciones empresariales; beneficios y prebendas de que goza dicha élite) todos entonan el Fuenteovejuna para lanzarse a la yugular de quien osa poner en peligro las sustanciosas viandas que otorga el poder.

 Se puede debatir, discrepar e incluso mantener enfrentamientos dialécticos muy duros sin faltar por ello a las más elementales normas del respeto, la ética o el decoro; pero cuando las expresiones se deslizan hacia campos ajenos al de las ideas, mal vamos, y más aún cuando quien se lanza por tal pendiente carece de la agudeza, el sarcasmo, la ironía o la inteligencia de figuras de antaño como Quevedo o Góngora (por citar ejemplos de nuestra época más brillante intelectualmente, la del Siglo de Oro). Aunque lo que me ha llamado poderosamente la atención es que el insulto, el abucheo, no es objeto de crítica en sí, sino en función de quién lo emite o en función de para quién se destina. Sostener que la referencia a las partes faciales de cierta política es una actitud intolerable es absolutamente cierto; pero cuando las mismas personas que critican ese comportamiento incurren en el mismo y se amparan en la libertad de expresión, quien crítica pasa de tener la razón a ser un hipócrita. Y en los últimos días hemos visto que nuestra clase política (en el poder y en la oposición) si de algo está sobrada es de hipócritas.

Lo último que se lleva en el mundo de la política es el insulto. No sé si porque ya no hay ideas o porque la conversación es una práctica en desuso, pero lo cierto es que no existe nada tan moderno como insultarle a alguien, sobre todo en España que, por herencia, sospecho, pero también por pereza, ya no se razona sino que directamente se odia que siempre resulta más cómodo y además no da mucho que pensar. He aquí la novedad: si quieres pertenecer al círculo selecto de los profesionales de la política no hables nunca de política ni de dinero, no escuches propuestas, no atiendas razones, no te intereses por los problemas de los demás, no elabores presupuestos para construir escuelas, hospitales, laboratorios o carreteras; limítate a llamarle estúpido a tu adversario, pásate por la entrepierna - a ser posible en público - sus resultados electorales, escribe artículos en la prensa tildando de fascista a todo aquél que te lleve la contraria. Si cada uno es dueño de su silencio, también somos rehenes de nuestras palabras.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel@gmail.com

lunes, 1 de octubre de 2018

MÁS DE CUARENTA AÑOS YA


Parece mentira cómo ha pasado el tiempo. Parece que fue ayer. Los que tenemos ya unos años, todavía perdura en nuestra memoria aquellas primeras elecciones de junio de 1.977. Después, vino la ratificación en referéndum de nuestra actual Constitución (6 de diciembre de 1.978), culminando de esa manera la Transición Española que posibilitó la transformación del anterior régimen franquista en un Estado Social y Democrático de Derecho, bajo la forma política de Monarquía Parlamentaria. Reconozco que no soy monárquico, porque me gusta elegir al Jefe del Estado, y no porque sea hijo de,  ya vale; y además considero que, históricamente, es la institución menos democrática que ha existido, pero era tal el deseo de fractura con el Régimen anterior, y la ansiedad por acudir a las urnas, que voté la Constitución y la Monarquía (venía en el mismo pack) con entusiasmo.

         Desde entonces, mucho ha cambiado el devenir de nuestra democracia. En los tiempos actuales observamos que España se encuentra inmersa en una especie de involución política, económica e institucional, amén de un claro retroceso de los principios y valores que deben regir para el buen funcionamiento de una sociedad. A veces pienso que, en alguna ocasión, hemos tirado por la borda muchas de nuestras ilusiones y hemos perdido el tiempo durante más de cuatro décadas. Y, ¿por qué digo esto? Pues sencillamente porque no tenemos más que sondear a la gente de a pie y preguntarles: ¿Qué opinión les merecen nuestros políticos? La respuesta, creo la sabemos todos: “No confiamos en ninguno”, “todos son iguales”, “nos han engañado con la Transición”; “qué bien se han montado su chiringuito”.  La desilusión y el desencanto son palpables; parece como si se hubieran fabricado una estructura política con las instituciones adecuadas, acordando unas leyes que les benefician del resto de los ciudadanos: aforamientos, sueldos, privilegios sociales, etc.

         Veamos: Un diputado o senador también paga sus impuestos, pero con un jugoso beneficio fiscal, que permite que el 40% de su remuneración esté exenta de tributar. Dicho de otro modo, Hacienda somos todos, pero los políticos un poco menos. Cobran un salario fijo y unas dietas, además de un complemento extraordinario mensual, si el representante político desempeña otra labor en la cámara. Gracias a la suma de todas estas partidas, un diputado se embolsará más de 4.600 euros al mes como mínimo. El 60% de esta retribución corresponde a su salario fijo (2.842 euros al mes), mientras que el 40% (1.824 euros) restante procede de dietas para gastos de manutención y alojamiento. Lo mismo ocurre en el caso de los senadores. Según la ley de IRPF de 2006, los representantes políticos en ambas Cámaras no tributarán por las dietas que perciben cada mes para gastos de manutención y alojamiento, y como éstas suponen el 40% de su remuneración, puede afirmarse que casi la mitad del sueldo de los políticos está libre de impuestos. Si hacemos cálculos, más de 12 millones de euros al mes están exentos de tributar, por lo que Hacienda no toca ni un euro de ese importe devengado por dietas, que a final de año permitiría a las arcas del Estado tributar sobre un mínimo de 144 millones.

         Pero aquí no terminan las retribuciones libres de retención. A estas remuneraciones en metálico hay que añadir otras que tanto diputados como senadores cobran en especie. Por ejemplo, tienen un bono de taxis por valor de 3.000 euros al año, un móvil y un portátil, internet gratis en casa..., privilegios a los que sólo han renunciado unos pocos políticos. También el Congreso y el Senado les paga el  billete de los medios de transporte públicos que utilicen para desplazarse. ¿Esta exención fiscal la disfrutan el resto de trabajadores? No. Un diputado elegido por una circunscripción fuera de Madrid recibirá al mes 1.824 euros para gastos de alojamiento y manutención, independientemente de que tenga una casa en la capital.

¿Se han montado su chiringuito? Su trayectoria no puede dejar de lado la ejemplaridad que debe exigirse a un funcionario público. Su jubilación debe estipularse en función de dicho mandato. Deben contribuir al Régimen General de la Seguridad Social como cualquier otro ciudadano. Servir en las Cortes es un trabajo, no una profesión. Los jueces no pueden ser elegidos por políticos. Los parlamentarios al terminar sus mandatos, deben incorporarse a la vida laboral previa a su etapa de servicio público, si es que la tuvo; si no, al paro como cualquier persona. Reducir el número de asesores, cargos de confianza, etc., así como sus retribuciones y privilegios. Después de 40 años, ésta es la herencia del binomio PP-PSOE. La democracia no puede consistir sólo en ir a votar cada cuatro años.

Miguel F. Canser


sábado, 1 de septiembre de 2018

NADA HA CAMBIADO


Se terminó el mes de agosto, las vacaciones se apuran y, en pocos días, veremos el fatídico momento del regreso a la realidad cotidiana; repasaremos mentalmente sobre lo que nos deparará septiembre: Mes duro por excelencia en el que nos atragantamos con la resaca de un verano maravilloso. Las típicas charlas de sobremesa de las cenas veraniegas centradas en deleitarnos con nuestros instensos días de asueto, todo queda atrás en los últimos días de agosto porque nuestras cabezas bullen con los atisbos del síndrome postvacacional, pero hay que seguir una vez cargadas las pilas; y recordando a ese añorado dúo del humor que fueron "Tip y Coll", como siempre, en septiembre "hablaremos del gobierno"; porque quien les escribe puede presumir de no estar condicionado por ninguna ideología concreta, ni sujeto a la disciplina de ningún partido político, y lo mismo hablo, cuando creo que debo hacerlo, del PP, como del PSOE, de Unidos Podemos, de C´s, o de cualquier otro.

  La moción de censura se puso en marcha para echar al Sr. Rajoy y, por tanto al PP del gobierno, pues los tribunales dictaminaron que la corrupción del Partido Popular era mucho más que la suma  de una interminable lista de casos, sino una forma de actuar, un  modus vivendi. Sobran los motivos, sobran las excusas. Hace algo más de dos meses que tenemos nuevo gobierno, y aunque aún es pronto para someter a examen (lo mínimo serían 100 días) lo efectuado por el gobierno de Pedro Sánchez, los socialistas han tenido que adaptarse a las circunstancias del poder, que no casan con algunas de las medidas propuestas cuando estaban en la oposición, condicionados por la representación parlamentaria que tienen. La política de gestos con la que coger carrerilla electoral se ha chocado contra la realidad. Pero, aunque pronto, cabe preguntarse: ¿Está cumpliendo con las expectativas depositadas?, ¿o está volcado en la construcción de una campaña electoral permanente de cara al ciclo electoral que se abre en 2019?

         La primera novedad que han notado los ciudadanos ha sido la subida de las pensiones, que fue fruto de la negociación del PP con el PNV. , aunque parece que ha sido un logro del PSOE. No hay nada peor que confundir lo que interesa a la gente y lo que interesa al gobierno y al partido. Criticó las puertas giratorias del P.P., y el enchufismo de los amigotes del Sr. Rajoy en los estamentos públicos; pues fíjense que cerca del 50% de los miembros de la ejecutiva del PSOE han sido colocados en las empresas públicas. Nada nuevo bajo el sol. Todos los partidos políticos, siempre ejemplarmente atentos a satisfacer el interés partidista por encima del interés general, han hecho lo mismo al acceder al poder. A los que no han tenido cabida en los cargos políticos de la Administración, Pedro Sánchez les ha enchufado con inusitada celeridad en las mamandurrias y canonjías de las empresas públicas. Así, Jordi Sevilla es ya presidente de Red Eléctrica, con un modesto sueldo anual de 500.000 euros; Ignacio López, secretario ejecutivo en el PSOE, director de Salvamento Marítimo; Jesús Huerta, de la Junta de Andalucía, presidente de Loterías del Estado; Isabel Pardo, de la Diputación de Pontevedra, presidenta de Adif; Vicente Fernández, de la Junta de Andalucía, presidente de Sepi, nada menos; Juan Serrano, de la ejecutiva federal del PSOE, presidente de Correos; José Félix Tezanos, de la ejecutiva del partido, presidente del CIS; Óscar López, ex secretario de Organización del PSOE, presidente de Paradores; David Cierco, exportavoz socialista en el Ayuntamiento de Pozuelo, director general de Red.es; Isaías Taboas, presidente de Renfe; Alejandro Soler, exalcalde de Elche, director de Sepes; Ornella Chacón, exconsejera en Canarias, presidenta de Puertos del Estado; Juan Tovar, exalcalde extremeño, presidente de Cetarsa... Y un largo etcétera en empresas municipales, provinciales y autonómicas. ¿Todos estos nombramientos, están capacitados profesionalmente para llevar a buen fin estas importantes empresas?, o ¿quizá pudiera ocurrir lo mismo que con las anteriores Cajas de Ahorros, que fueron a la ruina por no estar dirigidas por auténticos profesionales? Su señora esposa ha fichado por el Instituto de Empresa (IE), donde dirigirá, a partir de este mes, el recién creado (exclusivo para ella) IE África Center. Esto sigue igual, nada ha cambiado, además de crear cuatro nuevos ministerios, siguen desconectados del sentir de la calle, ineficaces, aprovechados, sumisos a los intereses de partido y ajenos al interés de todos.

Pero una cosa es aprovechar esa moción para acabar con la incompetencia política de Rajoy, a través de la exigencia de su responsabilidad política, y otra bien distinta es gobernar con un conjunto heterodoxo de buscadores de cargos, independentistas ambiciosos y un amplio sector de trasnochados que difícilmente se pondrán de acuerdo para tomar iniciativas que redunden en el interés general. Sea lo que fuere, nos encontramos ante una situación que, incluso aceptando los buenos deseos de Pedro Sánchez, es imposible que no acabe en un naufragio que pagaremos todos los españoles. Porque limitándonos a la cuestión catalana, el Presidente del Gobierno está demostrando una ingenuidad propia de un amateur en política.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com


        

domingo, 1 de julio de 2018

¿QUÉ ES EL CONSEJO DE ESTADO?


El Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno de España. Es un estamento al que acude el gobierno de España y aquellas comunidades autónomas que no cuentan con este tipo de consejos consultivos. Está contemplado en el artículo 107 de la Constitución española. Creo que muy pocos ciudadanos saben qué es y para qué sirve el Consejo de Estado y las funciones que desempeña. Desconocen también lo carísimo que resulta su funcionamiento para nuestros bolsillos y, especialmente, el elevadísimo presupuesto que cada año hay que habilitar de nuestros impuestos para afrontar el pago de los generosos sueldos de la plantilla político-gestora del citado ente. Confieso que yo tampoco me había detenido antes a rastrear sobre las funciones y objetivos que tiene el Consejo de Estado, ni sobre los integrantes del mismo, ni sobre los altos sueldos que perciben sus miembros ni, tampoco, sobre la gruesa plantilla de personal de servicios que tienen a su disposición, integrada por 152 personas.

         Se puede decir que este Organismo es un estamento público más orientado a dar su opinión sobre ciertos temas que le sean requeridos. Se trata pues de un “asesor” a lo grande, como si no tuvieran ya bastantes asesores el presidente, los ministros y las comunidades autónomas. Además, los dictámenes que aborda, no son vinculantes. Es decir, que pudieran no servir para nada. Es, otro ejemplo más, de duplicidad de instituciones. Dicho Consejo lo forman un presidente, ocho consejeros permanentes, diez consejeros selectivos, varios consejeros natos, un secretario general y varios letrados, (este último es por oposición, los demás no). Además, hay personal en la secretaría general, de archivo y biblioteca, de gestión y asuntos generales, servicios administrativos y de servicios económicos. Durante el gobierno de Rodríguez Zapatero se produjo una reforma que permitió, entre otras cosas, que los ex presidentes del Gobierno entraran a formar parte con la categoría de consejero nato con carácter vitalicio. (¿Se estaba preparando su futuro?).  

         El Consejo de Estado ha emitido informes, por ejemplo, sobre la reforma de la Constitución en 2004. Sus dictámenes han tocado también otras leyes como el Estatuto de Cataluña, la ley del Matrimonio Homosexual o la del Aborto, así como la norma sobre la consulta popular en el País Vasco, y lo relacionado con el accidente del Yak-42, que costó la vida a 62 militares que regresaban de Afganistán en mayo de 2003; no tuvo consecuencias económicas, pero fue una gran victoria moral para las familias de las víctimas. Eso sí, tardó más de 13 años en emitir su dictamen reconociendo, por primera vez, la responsabilidad del entonces Ministerio de Defensa (Federico Trillo), que, a su vez, fue premiado siendo nombrado Embajador del Reino Unido. ¿Alguien lo entiende?

         El presupuesto anual del Consejo supera los 10 Millones €. Y la edad media de sus componentes superan los 79 años de edad. Uno de los cambios de estos días es el de la ex vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, elegida por Pedro Sánchez como nueva presidenta cuyo sueldo será, ni más ni menos, que 101.320.-€ al año, con un contrato vitalicio —han leído bien—, lo que significa que allí permanecerá hasta que lo crea oportuno. De hecho, como De la Vega, hay otros siete consejeros vitalicios (los llaman de forma eufemística permanentes) que tienen un empleo asegurado para toda la vida, y que históricamente se han repartido el PP y el PSOE. Una institución venerable se ha convertido en un cementerio de elefantes. Hoy, el Consejo de Estado forma parte de la endogamia política que reparte prebendas a los ex altos cargos. Es bien sabido que un país vale lo que valen sus instituciones.

         Aunque todo este entramado asesor sobre asuntos varios puede ser necesario en determinados casos, no lo es por el contrario la gran dimensión que tiene su estructura operativa y funcional. Si ya es exagerado el número de políticos asilados en este órgano consultivo, resultan chocantes los altísimos y desproporcionados sueldos que perciben, algunos incluso con carácter vitalicio. Parece inventado para acoger a políticos caducos y decadentes para asegurarles la mamandurria de por vida. La eficacia asesora de este órgano a veces choca con las decisiones de otros estamentos oficiales y no siempre coincide con el sentir mayoritario. Como quiera que lo aportado por el Consejo de Estado puede tener una orientación contraria a las decisiones finales del Tribunal Constitucional, o del Congreso de los Diputados, o del Consejo de Ministros, es factible y oportuno concluir que su función y su eficacia no justifica ni en todo ni en parte la desproporcionada plantilla de políticos que integran el Consejo ni, tampoco, el mogollón de millones que nos cuesta a los currantes, parados y pensionistas.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com


viernes, 1 de junio de 2018

HONESTIDAD Y COHERENCIA


Honestidad es la virtud que consiste en decir la verdad, ser decente, razonable y justo. Es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente (coherencia). Honestidad y coherencia no son meros conceptos, sino que están intrincados entre si y determinan la calidad de vida de las personas.  Muy comúnmente nos sentimos perdidos al llegar a ciertos puntos clave de nuestra vida, como si no supiéramos quiénes somos, cuáles son nuestros objetivos, por qué actuamos de una u otra forma. Esa sensación de no tener control sobre nosotros mismos está relacionada con la falta de conexión que existe entre nuestros deseos profundos, y lo que realmente hacemos. ¿Por qué escogemos estudiar una carrera universitaria que no representa nuestra verdadera vocación?, ¿por qué tenemos hijos antes de conseguir la estabilidad económica y emocional necesaria para llevar adelante una familia? No actuar con coherencia a la hora de tomar decisiones puede afectarnos gravemente para el resto de nuestras vidas. No se trata de una mera equivocación, sino de la consecuencia de una fuerte influencia que nos condiciona desde que nacemos, transmitida por nuestros mayores y medios de comunicación: el mundo nos dice cómo debemos ser, qué debemos hacer, qué debe gustarnos y, en muchos casos, acabamos por creerlo. Si con demasiada frecuencia nos proponemos hacer una cosa y hacemos la contraria, es fácil que estén fallando las pautas que conducen nuestra vida. No hay mayor sufrimiento que saber que uno no es fiel a lo que siente y piensa.

         La incongruencia está presente en nuestra vida diaria. Nuestros políticos (siento meterme siempre con ellos, pero me lo pide el cuerpo…., quiero ser honesto y coherente) ya se encargan de recordárnoslo a cada momento.  Estos días se habla mucho del chalet de Irene Montero y Pablo Iglesias, que desde aquí digo que tienen todo el derecho a vivir donde deseen y adquirir la casa que quieran fruto del esfuerzo de su trabajo recurriendo, como muchos hemos hecho, a las facilidades que supone suscribir un préstamo hipotecario en las mejores condiciones posibles. Lo que ocurre que, cuando tu discurso se ha basado en el ataque despiadado al capitalismo más recalcitrante, al ibex-35, a la sociedad más consumista, a pedir más vivienda pública y alquileres asequibles mientras se accede a una vivienda de 600.000€, en una zona nada asequible para rentas menores, no parece muy coherente. Como el Sr. Iglesias, conozco Vallecas. Me crié ahí junto con 3 hermanos, en un piso de apenas 50 m2, y hemos salido adelante todos sin ningún tipo de trauma. No es necesario, para criar a dos hijos, tener un chalet de más de 200 m2, aunque los hijos se lo merezcan…., (los de los demás también). Cuando no eres coherente entre lo que dices y haces, dejas de ser ejemplo y referencia.

         Y es que tanto criticar al capitalismo, no han comprendido aún de que va. Va de sueños. La mayoría de la gente quiere tener lo que la mayoría de la gente no puede tener: ese es el sueño. Por eso a todos nos gusta de vez en cuando el capitalismo, porque hasta el más bondadoso se olvida alguna vez de los demás y se deja ir. En el capitalismo no existe el vivir bien, sólo existe el vivir mejor. Me parece respetable conducirse por la vida con eslóganes como 'Porque yo lo valgo' o 'Me lo he ganado', pero quizá ser de izquierdas tiene más que ver con preguntarse: ¿Quién se queda atrás?. Si realmente te importa que alguien se quede atrás, no puedes contribuir a que se quede aún más atrás; no puedes interpelarle desde dentro de sus propios sueños imposibles.

         La falta de honestidad y coherencia ha sido una máxima a lo largo de los pocos años de existencia en Podemos. “Cuando gané mi primer millón de pesetas, dejé de decir que era comunista”, afirmó ese guitarrista fantástico que era Paco de Lucía. Comparen esta actitud con la de un Ramón Espinar que es capaz de decir “somos los hijos de los obreros” sin pudor alguno, porque no tiene ni idea de cuánto lucha la gente por dejar de serlo. Nadie sin nada que ocultar va por ahí diciendo: “Soy clase obrera”. La gente no quiere ser gente; el pueblo no quiere ser pueblo: he ahí la paradoja. La izquierda, a veces, es un desastre porque no entiende que nadie quiere votar al partido de los pobres, por eso hay tanta profesión liberal en el electorado de Podemos —como antes en el de IU—, porque a veces, cuando nos va bien, no pensamos en los demás. Los líderes de Podemos ya están en la vulgaridad del dinero. No era necesario disfrazarse de su ideología y ponerse un frac de pobre; sobre todo si, con tu actitud, confundes a muchos de los cinco millones de votantes que creyeron en ese discurso.

         Cuando el pensamiento y la acción no están en sintonía, juegan en equipos distintos, se rompe la harmonía. Hemos aprendido que sin esfuerzo no hay recompensa, que no podemos ser felices todo el tiempo, que decir siempre lo que sentimos puede hacer daño a los demás y ponemos la aprobación de la gente por encima de la nuestra entrando, si darnos cuenta, en una espiral donde nos vamos alejando de nosotros mismos. No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño, sólo toma precauciones. Algunos persiguen la felicidad, otros la crean.

Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com