Hay cientos de argumentos y razones que
demuestran el fracaso del Estado y de las Comunidades Autónomas para afirmar
que España no funciona. El fracaso es especialmente evidente en la sanidad y la
educación (pilares principales de todo País), pero también es visible en la
justicia, los transportes y hasta en defensa. El pueblo, en general, empieza a
darse cuenta de que el Estado es el causante de muchos de sus problemas y el
principal obstáculo que impide una sociedad más justa y avanzada. Los únicos
que defienden abiertamente al Estado, son los que la ordeñan y viven
descaradamente de sus privilegios y dinero. Hace tiempo que denuncio, que
nuestros políticos, en una gran mayoría, sólo sirven a los intereses de
partidos políticos, a su ideología, no se hacen planes a largo plazo, eluden
los verdaderos problemas, se expolia al ciudadano y empresas con impuestos
abusivos (sobre todo a las pequeñas y autónomos), no se cuida la calidad de los
servicios más necesarios, se desprotege a los humildes, no saben crear otro
empleo que no sea público. Son incapaces de bajar el número de parados en menos
de 3MM. Después de más de 40 años de democracia, esta es la asignatura
pendiente, pues las promesas electorales se repiten siempre en este sentido con
el resultado que todos sabemos. Se despilfarra, se endeuda sin freno (ahí están
los datos). España se ha convertido en una maquinaria en manos de los partidos
políticos, constantemente saqueada por una casta de políticos mediocres,
corruptos y pervertidos que tienen que rodearse, escandalosamente, de asesores
y cargos de confianza a costa de los impuestos de los ciudadanos. Se puede
afirmar que el Estado no funciona y es
un desastre.
Hay decenas de razones que explican por
qué el Estado fracasa. La primera es que los políticos no se someten al deber
de servir al ciudadano, que es el cliente. Ellos dicen que "sirven al
Estado", pero es lo mismo que no servir a nadie. En la empresa privada
ocurre lo contrario: las empresas sobreviven gracias al servicio que prestan a
sus clientes.
Los empleados privados trabajan para conseguir resultados, mientras que los políticos
lo hacen para agradar a sus jefes y subir en el escalafón. El objetivo
principal suele ser gastar todo el dinero posible para poder decir que el año
siguiente necesitan más. El ahorro de dinero y recursos carece de sentido en el
Estado, cuando debería ser vital.
La empresa privada tiene que rendir
cuentas, pero el Estado no. Las sesiones del Congreso para debatir sobre el
estado de la Nación, sirven únicamente para insultarse, ver quien tiene el chascarrillo
más gracioso, y echar mierda y desacreditar al oponente político con ausencia
de debate sobre lo que realmente importa. En la privada, quien no desarrolla
bien su trabajo es despedido; aquí, no sólo carece de responsabilidades, sino
que se le asigna otro puesto de responsabilidad en otra empresa pública. El
Estado es moralmente inicuo porque sus dinámicas son inicuas. Basta echar una
mirada a la vida real: una cama de hospital o un pupitre en las escuelas y
universidades, cuesta en el sector público entre dos y seis veces lo que cuesta
en el sector privado, con el agravante de que, en el privado, suele ser de más
calidad. Las autopistas de pago, quieren que sigan siendo de pago aunque haya
caducado su concesión, porque son
incapaces de gestionar su mantenimiento pues habría que destinar recursos
económicos para ello. Prefieren que todos sigamos pagando por utilizarlas y que
la empresa privada se encargue.
Nos acribillan con mentiras como que la
Justicia es igual para todos, o que la Sanidad pública trata a todos por igual,
cuando todos sabemos que lo primero no es cierto, que los políticos están
atiborrados de privilegios que no merecen, y que los hospitales públicos tienen
espacios reservados para políticos y amigos millonarios que se saltan las colas
para la cirugía y todo lo demás. El embrión de Podemos era una rebeldía sana
contra aquélla España injusta, indolente e indecente que se precipitaba en la
decadencia y el fracaso. En sus inicios, Podemos fue un movimiento espontáneo y
fresco que ocupó los espacios públicos con sus acampadas y que despertaba la
ilusión de millones de españoles,
cansados de soportar a partidos políticos corrompidos y a mentirosos,
sinvergüenzas y miserables en el poder. La gente llevaba regalos a aquéllos
jóvenes indignados, de los que esperaba un nuevo enfoque para España,
maltratada por los dos partidos que intercambiaban el poder: PSOE y PP. Pero…
¡Ay!, ya se sabe: el poder corrompe.
Bueno, ya me he desfogado un poco. Espero
que este cabreo matutino se me pase rápido. Feliz año a tod@s.
Miguel F. Canser
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