Cuando
escribo este artículo, acaba de terminar la cumbre del G-7 que reúne a los
dirigentes políticos de algunos de los países más poderosos del planeta con
un único objetivo: seguir siendo (ellos) supremacistas en el terreno económico;
aunque hayan matizado que esa reunión es para trabajar por un capitalismo más
justo, la verdadera razón es enfrascarse en una guerra comercial para ver quién
puede más. EE.UU y China se dan de bofetadas aplicando cada uno más aranceles
para preservar sus productos; y mientras, los países llamémosles “normalitos”,
somos los perjudicados. Ser el país más rico de este universo es el principal
objetivo, y están olvidando que este mundo, se nos está muriendo lentamente año
a año si no lo remediamos. Los terribles incendios que asolan parte de nuestra
geografía, el de nuestra querida Canarias, y sobre todo el inmenso del
Amazonas, que no se le ha dado tanta relevancia como el ocurrido en Notre Dame
de Paris, siendo más destructivo para nuestro medio, junto a la sequía que cada
año sufrimos más, son señales inequívocas del cambio climático. Pero los
poderosos sólo se reúnen para tomar medidas exclusivamente económicas.
Y
este debería ser el motivo para reunirse: Me refiero a las medidas que creo se
deben adoptar para paliar el cambio climático que todavía aún es reversible.
Pero eso ya lo saben ellos y no están haciendo nada para evitarlo. El escritor
y científico Arthur C. Clark ya escenificó hace tiempo lo que ahora estamos
viviendo: “Nuestros abuelos y bisabuelos miraban al mañana con optimismo, veían
oportunidades, más riqueza, menos desigualdades. Ahora, cuando miro ese futuro
veo más soledad, más pobreza, más desigualdades, Explotamos una tierra que,
poco a poco, se está marchitando para que una parte del mundo pueda tirar
comida, mientras la otra se muere de hambre. Hemos creado un Estado del
bienestar que nos está destruyendo, nos hace enfermar, contamina nuestro aire,
nuestros ríos, nuestros mares…. Contaminamos todo lo que tocamos, pero nadie hace
nada. Nadie. Ni siquiera somos capaces de dialogar ni de llegar a acuerdos para
lograr una solución. Los años van pasando y el cambio climático nos devora”.
Ya
fracasó el Protocolo de Kioto y ahora estamos pendientes del Acuerdo de París
que entrará en vigor a partir del 2020; aunque los pactos allí alcanzados no
serán suficientes para mantener la temperatura media mundial por debajo de 2ºC
respecto a la era preindustrial. En dicho pacto se limitaría el ascenso global
de las temperaturas no a 2ºC, sino a 2,7ºC. A partir de esos 2ºC se considera
que la vida en el planeta está amenazada, por lo que estamos jugando con fuego.
Se estima que un ascenso de las temperaturas entre 2,6 y 3,6ºC respecto a los
valores preindustriales, podría dejar en peligro de extinción entre el 20-50
por ciento de las especies. De seguir emitiendo CO2 al ritmo que lo hacemos, y
si no hacemos nada para evitarlo, en 2100 las temperaturas serían entre 3,7ºC y
4,8ºC más altas, lo que engendraría problemas extremos a nivel mundial.
Sigue
diciendo Arthur C. Clark: “La Tierra ha dejado de ser nuestra casa y comienza a
ser nuestra cárcel. Vivimos en medio de una crisis climática y una crisis
energética, agravadas en mucho países por crisis humanitarias, económicas o de
cualquier otro carácter”. El futuro no es nada alentador si no se toman las
medidas adecuadas. Aquí nos pasamos discutiendo si “Madrid Central” sí, o
“Madrid Central” no, anteponiendo la ideología de cada uno por encima del
interés general, a los intereses del partido político por encima de la
necesidad general de los ciudadanos.
El cambio climático afecta a todas
las regiones del mundo. Los casquetes polares se están fundiendo y el nivel del
mar está subiendo. En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos y
las inundaciones son cada vez más frecuentes, y en otras se registran olas de
calor y sequías. El sur y centro de Europa sufren cada vez más olas de calor,
incendios forestales y sequías. La zona mediterránea cada vez es más seca y más
vulnerable a la sequía e incendios. El norte de Europa se está transformando
claramente en una zona más húmeda y podrían ser frecuentes las crecidas en
invierno. Y las zonas urbanas, donde viven cuatro de cada cinco europeos, están
expuestas a olas de calor, inundaciones, y aumentos del nivel del mar. Es la
permisividad de los gobiernos la que provoca que esto ocurra. Tras décadas de
cumbres climáticas, se sigue hablando en vez de actuar. Escuchen la voz de la
gente porque todos estamos en el mismo barco, nos guste o no. Así que o remamos
juntos, o el barco se hunde. ¡Hagamos algo ya!
Miguel
F. Canser
www-cansermiguel.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario