miércoles, 1 de junio de 2016

ME LO PIDE EL CUERPO

En unos días, volveremos a las urnas porque nuestros políticos han sido incapaces de llegar a acuerdos y pactar; nos obligan de nuevo a que nos pronunciemos porque no les ha gustado lo que hemos votado en diciembre pasado. Y que pasaría si, como es presumible, el resultado del 26-J fuera similar al anterior, ¿volverán a decirnos que tampoco les gusta y que volvamos a votar? Estoy seguro que no, que ahora sí tendrán que entenderse. Entonces, ¿por qué antes no? Algunos han llamado esta nueva votación la “segunda vuelta”. Y no es cierto. En este país no existe eso. Es, simplemente, una llamada a las urnas de nuevo en toda regla, con el gasto económico que eso conlleva (130 millones de €), a los que hay que añadir, de nuevo, las subvenciones que se repartirán los distintos partidos por el sufragio de los votos recibidos.
           Una cifra poco desdeñable de dinero público destinada al correcto funcionamiento de las instituciones, pero quizás excesiva cuando se da por partida doble. Todo apunta a que la cifra sería bastante similar: Logística (12,5 millones), Administraciones Públicas (55,1 millones), Correos (48 millones) y telecomunicaciones (12,8 millones), más un millón y medio de euros destinados a imprevistos. Estos 130.244.505,08 euros invertidos en la jornada electoral son equiparables al presupuesto autonómico destinado, por ejemplo, a Castellón o a Jaén para este año 2016, todavía prorrogados ante la incertidumbre política. Tampoco aquí fueron capaces de llegar a un acuerdo para intentar gastar menos. ¡¡Qué generosos son con el dinero de los demás, cuando no es suyo!!. Mientras, las consultas y pruebas médicas se dilatan en un tiempo escandaloso, y se restringen algunos tratamientos necesarios por falta de presupuesto; sin contar los recortes en ayudas a la dependencia. Es, sencillamente, incomprensible. Y si alguien piensa que esto es demagogia, lo siento pero tengo que escribirlo porque me lo pide el cuerpo. Sería fácil para mí, comentar los gastos superfluos en infraestructuras que se han realizado en todo el Estado que no sirven para nada: Aeropuertos, carreteras de peaje en quiebra, instalaciones ya terminadas que aún  no se han inaugurado…, etc. Dirán que también es demagogia, pero me lo sigue pidiendo el cuerpo.
          Siempre he denunciado desde estas páginas la insensibilidad política hacia lo corriente, de lo que se mastica en la calle, de lo alejados que están nuestros políticos del sentimiento común y el deseo de las personas.  Todos hablan de regeneración política, pero ninguno hace nada por conseguirlo. Son incapaces de dialogar, ceder y pactar. Lo más importante son sus siglas y su partido; lo demás es secundario. Sólo saben perder el tiempo y gastar, gastar y gastar en cosas no perentorias.
          La vida cotidiana de miles de personas que se cruzan en un día cualquiera ante cada uno de nosotros, es una extensa trama de realidades sociales y profundamente humanas. Cada persona va ajustando su realidad a los hechos que le toca vivir, sus circunstancias, su trayectoria de vida y los recursos con los que va construyendo las posibilidades de enfrentar los retos que la vida misma  se encarga de poner como parte de la existencia individual y colectiva. Cuando la norma y la acción social del Estado se desdibujan ante la ciudadanía, el desencanto aparece. ¿En qué creer cuando los responsables de hacer cumplir la ley y de ofrecer los servicios que el gobierno está obligado a brindar a sus ciudadanas y ciudadanos, son omisos y caen en prácticas de impunidad y corrupción? Eso sí que le llamo yo demagogia política. Todo indica que se requiere sensibilidad e inteligencia política, ambos aspectos ausentes en nuestros políticos electos.
En fin, la realidad rebasa por mucho la imaginación que pudiéramos tener de lo que es capaz la clase política. Los actos de corrupción que se reflejan en nuestra sociedad son un insulto a los pobres de este país y dice mucho de la ética, la moral y la sensibilidad de nuestros líderes. No han podido ver los signos de perturbación social y la urgencia de los cambios que reclamamos. La mayoría de los legisladores han perdido su razón de ser y su perspectiva nacional para convertirse en meros predicadores de la discordia y la desunión. Por favor, atiendan al mandato recibido en las urnas, trabajen para mejorar la vida de la gente, dejen de mirarse su propio ombligo, y gasten racionalmente, diferenciando entre un gasto necesario de uno imprescindible y no pierdan más el tiempo.
Miguel F. Canser

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