Hace ya unos días que se celebró el debate del Estado de la
Nación donde el Presidente del Gobierno hizo inventario de los más de tres años
que lleva gobernando. Al día siguiente, en todos los medios de información el
debate se centra en quién había ganado. A mí, personalmente, lo de menos es
saber quién era el ganador, pero sí estoy convencido quién había perdido: el
ciudadano. En este país sucede que,
suponiendo que el partido que esté gobernando lo haga relativamente bien (que
no es el caso), los demás partidos de la oposición nunca lo reconocerán, y
siempre pondrán trabas y críticas a su gestión; de igual forma, si la oposición
presentara una propuesta coherente y justa, el partido en el poder lo rechazará
abusando de su mayoría parlamentaria por el simple hecho de que se le ha
ocurrido a otros y no a ellos; sin importar que posteriormente, coincidiendo
con la llegada de nuevas elecciones, presenten esas mismas propuestas
denostadas antes, como si se les hubiera
ocurrido a ellos. Es el acoso y derribo del contrario. Lo de menos es si es
importante para el país, sólo predominan las críticas, reproches y acusaciones
de unos a otros; sin olvidar el tono áspero y faltón donde frases como “no
tener vergüenza y patético”, han tenido más relevancia que el debate en sí.
La
autocomplacencia, el triunfalismo y sobre todo el corporativismo anidan en
nuestros partidos políticos. Al Sr. Rajoy sólo le ha faltado erigirse en el
adalid del progreso, de la recuperación del estado de bienestar, de la creación
de empleo y de la bajada de impuestos. Es decepcionante a la vez que mentira. Es
indudable que algo está cambiando, y se nota en el consumo y algo en la
industria (venta de automóviles), pero también es de recibo decir que no se
debe al trabajo del gobierno de Rajoy. Si la crisis es global, la recuperación
también lo es. El Sr. Rajoy ha sido el instrumento, la mano que ha puesto en
práctica las políticas de la Troika, y la recuperación ha venido cuando se han
dejado de lado las políticas de austeridad -–tantas veces denunciadas desde
estas páginas--, que no conducían a
favorecer el relanzamiento de la economía. Luego están las mentirijillas de
turno: “En 2015 vamos a bajar los impuestos”. ¿Se olvidan que los subieron hace
3 años, y ahora los dejarán (ya veremos) como estaban antes? Algunos no lo
olvidamos. Eso no es bajar los impuestos. Y, ¿qué me dicen del IVA?, hay colectivos -–artistas, actores y
otros--, que se rasgan las vestiduras
porque el cine, teatro, etc., están
gravadas con el 21%; y, sin embargo, no denuncian que, ése mismo tipo, se aplica
injustamente a productos tan básicos como son la luz, el gas, o el teléfono que
nos afecta a todos…... Aquí, cada uno va
a lo suyo.
Los
representantes políticos actúan obedeciendo las consignas de sus líderes, en
vez de representar a los ciudadanos. Algunos sólo van al Congreso a poner el
dedo en el sí o en el no anteponiendo los intereses del partido, sin atreverse
a actuar en conciencia porque de lo contrario, no saldrían en la foto. Políticos así no interesan. Incluso son una
piña cuando alguno de los suyos, pillado jugando con el Iphone en pleno debate,
(vicepresidenta del Congreso, pagado con el dinero de todos), se la exculpa descaradamente con una defensa
indefendible. Y el ciudadano alucina. La responsabilidad política brilla por su
ausencia. Por eso, la gente cada día recela más y se fía menos de las promesas
que hacen los políticos porque se fabrican un mundo exclusivo para ellos. Se
fijan sus sueldos con independencia de la situación económica del país. Sus obligaciones son la mitad exigente que para cualquier trabajador y viven en su
mundo, con sus estadísticas sobre el pulso social, muy alejados de la realidad
de la calle. Además, es notoria la creencia generalizada de que nos mienten
casi siempre, que dicen lo políticamente correcto, pero que su verdadera
intención es otra.
Alguien dijo
alguna vez que “ni el fin justifica los medios, ni los medios justifican el
fin”. Ahora el país está de nuevo necesitado de líderes con visión de estado y
de futuro, que sean capaces de colocar el interés de España por encima de sus
formaciones políticas. La estrategia del “todo vale” para permanecer en el
poder, es completamente repudiable.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
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