¿Por qué se mueve el mundo?, ¿cuál es el verdadero motor que
lo hace girar?, ¿será el amor? Parece que no. Los más contemporáneos dicen que
lo que verdaderamente hace que este mundo evolucione es el dinero. Pocas cosas
--aseguran-- tienen sentido si no está el dinero presente. Dicen que el dinero
no da la felicidad, pero sin él pocos pueden ser felices. Con dinero se
consiguen muchas cosas: mejorar en tu salud, adquirir bienes, que tu
alimentación sea más apropiada, conseguir influencias, mejorar tu nivel de vida
que haga más asequible el camino para conseguir tu felicidad, etc. Y cuando el
dinero no existe, todo eso se difumina.
Ya sabemos que
el dinero es imprescindible para conseguir lo más básico para nuestra subsistencia;
ahora bien, existen unas reglas, unas normas. En toda sociedad encontramos
acciones permitidas y acciones que son prohibidas, y son las que definen la
moral y la ética de cada pueblo. La moral, que significa costumbre, repetición
de actos, viene a ser la norma de
comportamiento que, adquirida por cada persona, regula su conducta; aclarando
que no toda sociedad tiene los mismos juicios de valor sobre tales conductas.
Así pues, para poder vivir una libertad social, se deben observar las normas
morales que, desde que existe la humanidad, hemos diseñado con nuestra
conducta, con nuestra manera de ser, y con los usos y costumbres que se han convertido
en leyes; estableciendo una “ética”, una
ortodoxia universal que regula el camino y la vía para conseguir nuestros
propósitos.
La ética es prescriptiva, nos
indica lo que debe y no debe hacerse, siendo la economía, en cambio, una
ciencia de naturaleza descriptiva, pues indica los efectos probables de
determinadas políticas y analiza, utilizando el método científico, la realidad.
Entendemos por economía la ciencia que estudia los recursos, la creación de
riqueza y la producción, distribución y consumo de bienes y servicios para
satisfacer las necesidades humanas; y si concretamos refiriéndonos a la cosa
pública, se necesita tener muy claro el fin, la meta por la que cobra sentido
la administración pública. Es curioso, pero el déficit ético que enfrentan los organismos públicos en general está muy
relacionado con una cierta desconexión con los objetivos centrales de estas
instituciones.
La administración pública existe
para servir al interés general; es decir, para promover y proteger el ejercicio
de los deberes y derechos de la ciudadanía, que es la cosa de todos, que se
gestiona, en algunas ocasiones, como una "cosa nostra"; en otras
palabras, como si se tratase de un organismo diseñado para servir al interés de
unos pocos. Existe un patrimonio que es de todos, conseguido con el esfuerzo
común, con el pago de los impuestos que todos hacemos y la gestión de este
patrimonio debe hacerse bajo los principios básicos de toda ética. La
diferencia entre el fin de una economía pública y una privada (cuya existencia
es necesaria), es que mientras aquélla sólo debe conseguir el bienestar de
todos, en la privada su fin primordial es conseguir un beneficio. Las
organizaciones, como las personas, tienen una ética y un clima moral y, en el
caso de la administración pública, los principios que deben servir de
referencia para la toma de decisiones surgen del conjunto de valores mínimos de
ciudadanía a partir de los cuales cobra sentido la democracia. Una
administración pública inmoral genera desconfianza y hace que se dupliquen los
gastos ya que se ofertan servicios privados para realizar acciones y labores
que deberían ejecutarse desde la instancia pública.
La lapidación de los bienes de
todos (privatizar lo público) podría enmarcarse en una conducta de falta de
ética en la gestión de los recursos. Parece que para los representantes elegidos
por el pueblo, la gestión del patrimonio de todos fuera un lastre que hay que
quitarse de encima. No quieren responsabilidades, sólo dinero, con el
consiguiente resultado: el precio de la luz, el gas, el agua, el teléfono,
entre otros, se incrementa (hay que obtener beneficio) con el perjuicio del
bolsillo de los contribuyentes.
La batalla más importante que se
libra a diario en el mundo no es contra el terrorismo, ni contra el delito,
sino la que libran los poderosos por controlar la mente de los ciudadanos e
impedirles por todos los medios que piensen libremente, que puedan discernir
entre el bien y el mal y consigan autogobernarse. El empeño de la ética es
servir como brújula, como referencia en la construcción de una sociedad mejor,
que apuesta por superarse a sí misma.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com
Miguel el Poder Político la macroeconomía, El grupo mayoritario en el Congreso los afiliados y afiliadas a Partidos Políticos esos mueven el Mundo y se pasan las Leyes y las Constituciones por el Arco del triunfo cuando les interesan las aplican y cumplen los preceptos de esas leyes y cuando no las modifican sin consultar al Pueblo que según dice la Constitución es Soberano. Una vez más los ciudadanos nos sentimos engañados y le daremos de su medicina en la Urnas
ResponderEliminarMiguel el Poder Político la macroeconomía, El grupo mayoritario en el Congreso los afiliados y afiliadas a Partidos Políticos esos mueven el Mundo y se pasan las Leyes y las Constituciones por el Arco del triunfo cuando les interesan las aplican y cumplen los preceptos de esas leyes y cuando no las modifican sin consultar al Pueblo que según dice la Constitución es Soberano. Una vez más los ciudadanos nos sentimos engañados y le daremos de su medicina en la Urnas
ResponderEliminarMiguel el Poder Político la macroeconomía, El grupo mayoritario en el Congreso los afiliados y afiliadas a Partidos Políticos esos mueven el Mundo y se pasan las Leyes y las Constituciones por el Arco del triunfo cuando les interesan las aplican y cumplen los preceptos de esas leyes y cuando no las modifican sin consultar al Pueblo que según dice la Constitución es Soberano. Una vez más los ciudadanos nos sentimos engañados y le daremos de su medicina en la Urnas
ResponderEliminarLas/os políticos sólo están a las órdenes de los partidos y su dedito, a la hora de votar, sigue la consigna del mandamás; y éstos a su vez, obedecen al poder económico. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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