martes, 3 de enero de 2012

AÑO NUEVO, PROPÓSITOS NUEVOS

Se acabó el año. Por estas fechas, es casi una obligación hacer valoración del año trascurrido y pensar en los objetivos y propósitos para los 366 días que nacen. En los informativos se destacan las noticias más importantes del año, los goles más destacados, las pifias más desternillantes. Es hora de valorar qué hemos hecho este año; si se han cumplido nuestros objetivos en lo personal, familiar o en el terreno profesional, si estamos satisfechos o si ha quedado algo en el tintero.


Lo mismo ocurre con lo que está por venir. La vida parece que nace cada 1 de enero. El fumador lucha contra su hábito y se propone su abandono cuando el año comienza; las personas con sobrepeso intentan eliminar esos kilos de más proponiéndose comenzar el año en el gimnasio, o comprándose la equipación completa para salir a caminar por las mañanas, proponerse leer más; o quizá intentar cambiar aquellas cosas de nuestro carácter que tan poco nos gusta. El principal problema es que, en ocasiones, la mayoría de los objetivos que nos proponemos no son viables, nos resultan demasiado exigentes y difíciles de cumplir. En cuanto comprobamos que la tarea planteada va a costar más trabajo del previsto, abandonamos la idea.


Pero centrándonos en el tema de nuestros posibles proyectos futuros, no es conveniente plantearnos grandes metas, por la sencilla razón de que es muy fácil decir: “voy hacer”, pero se hace difícil cumplirlo luego, porque la mente por medio de la imaginación siempre está dispuesta y se desborda sin sopesar las posibilidades reales de realización. No dependemos sólo de la mente, sino de la voluntad y esto es harina de otro costal. Hace falta una voluntad germánica, una voluntad perfectamente educada, para llevar siempre a cabo nuestros propósitos; y esta clase de voluntad no suele ser muy corriente, pues se necesita prudencia y fijarse pequeñas metas que puedan ser totalmente realizables.


El proceso de adaptación de nuevos hábitos en nuestro subconsciente no es muy rápido, por lo que el uso de la voluntad es vital durante todo el proceso para conseguir el objetivo final. El problema del uso de la voluntad surge cuando decimos “yo no tengo voluntad”, es una frase habitual pero lo que realmente no tenemos es una motivación adecuada para activarla. Todos tenemos voluntad y la podemos usar; nadie dice que sea fácil, pero sí que es mucho menos difícil de lo que generalmente pensamos. Nuestro primer objetivo es buscar una motivación suficientemente atractiva para incitarnos a ir en la dirección que nos propongamos. Una vez establecido nuestro objetivo, hemos de empezar a utilizar nuestra voluntad para que nuestros pensamientos dominantes estén relacionados de manera positiva con nuestro objetivo. Poco a poco veremos cómo nuestra manera de pensar es más optimista y tal vez empecemos a descubrir cosas y aspectos de nuestra vida que nos pasaban desapercibidos. Es preferible fijarse un sólo objetivo y, una vez que empiece a estar encauzado, es decir, que ya forme parte de nuestros pensamientos habituales, podremos ir incorporando más. Si nos animamos a aplicarlo, veremos que al principio cuesta, pero es una herramienta muy valiosa para ayudarnos a generar nuevos hábitos. La voluntad nos ayudará a controlar el tipo de pensamientos que queremos tener, hasta que se convierta en un hábito, es decir, sea controlado automáticamente por nuestro subconsciente.


No hay que desanimarse porque como decía Confucio: “Quizás otros acierten de entrada; lo que es yo, no acierto sino después de diez tentativas. Quizás otros acierten después de diez tentativas; yo, después de mil”. ¡¡FELIZ 2012!!!


Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com

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