Las elecciones no se ganan con los
votos de los profesionales de la política, ni con los incondicionales de los
distintos partidos, ni tampoco con los periodistas con cierta ideología, cuando
no a sueldo, de ciertos ideales políticos. Se ganan o se pierden con los votos
de esa inmensa mayoría que no es tonta, que tiene memoria, y no se deja
manipular fácilmente aunque no se manifieste. Me refería antes a la abstención.
Aquí se sabe que, aunque existe el voto en blanco, forma de votar para los que
no confían en nadie, éste no sirve para nada pues ya se han preocupado los
políticos de legislar, para que se lo repartan los más votados. Considero que
si el porcentaje de votos en blanco, por ejemplo, suponen uno o dos escaños,
éstos deberían quedar vacíos, porque así lo han querido las urnas. Pero no, de
ahí la abstención, en fin, allá ellos.
Todos prometen ciertas cosas que,
cuando llegan al poder se olvidan de realizarlo, bien porque sus socios de
gobierno se lo impiden, o porque han prometido cosas que ya sabían antes, que
no iban a cumplir. Cuando se asegura que
nunca se asociarán con cierto partido, y se hace lo contrario, cuando se
asevera que los impuestos no se pueden retocar a la baja, porque se lo impide
Bruselas, y se bajan (podían haberlo hecho antes)
porque se acercan las
elecciones, cuando se critican las puertas giratorias para después hacer tú lo
mismo, cuando persiste y no se corrige una ley de ocupación injusta, que
protege más al okupa que al propietario; cuando no existe un mínimo de
autocrítica y de humildad: se han cometido múltiples errores durante la
pandemia que, no sólo no se han reconocido, sino que se han vanagloriado de su
gestión, cuando se ha triplicado el gasto político con 22 ministerios y
nombrando a excesivos consejeros y cargos de confianza, cuando la deuda pública
alcanza ya unos niveles insoportables, a pesar de una recaudación de impuestos
histórica, y no se mejora la calidad de vida de los ciudadanos, etc., etc.
Y no podemos olvidarnos de nuestro
Congreso de los Diputados, porque cada sesión parlamentaria, cada debate de
proyecto de ley, cada acto institucional, se hacen palpables los oídos sordos
ante los argumentos del contrario que es lo que impera en todos los feudos
políticos; y aquí, incluyo a todos los partidos. Cada sesión será para
prorrogar el actual estado de cosas, con un Gobierno partido en dos, con los
“socios” que apoyaron hace años la moción de censura contra Rajoy en continuas
exigencias. La sociedad, con administrar un mínimo de análisis político, así lo
demuestra en las distintas encuestas.
No hacía falta contratar a Iván Redondo
para deducir que, antes de liquidar a tu principal adversario electoral, debes
encargarte de comprobar que su sustituto no será más lesivo para tus intereses.
No se reparó en que la distancia a las elecciones, empequeñecía a un inflamado
Pablo Casado, que ni siquiera entusiasmaba al numeroso gentío que asistían a
sus mítines. Las frases más escuchadas –mayoría silenciosa-- en las tertulias
de bar, en conversaciones de vecinos y en confidencias de amigos es: “No
podemos seguir así”. Vivimos en un mundo cabreado, donde la insatisfacción está
muy presente. La gente está muy mosqueada porque esto no hay quien lo aguante:
subida de precios desmesurada, crisis económica, crisis política, crisis moral
y social…Esto es lamentable…. “Rectificar es de sabios”.
Miguel F. Canser
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