Ya
se han acabado las fiestas navideñas. Ya nos hemos gastado (algunos no) más de
lo que deberíamos. Quizá otros se hayan endeudado lo suficiente, con las
tarjetas de crédito a tope, y pidiendo al banco que nos amplíe el límite para
afrontar este mes, la llamada “cuesta de enero”; pero, aún así, estoy seguro
que nos zambulliremos en las rebajas de cabeza, a seguir gastando, a comprar
cosas que, a buen seguro, no serán imprescindibles. El consumo como concepto no
hace referencia a nada malo ni perjudicial. Podemos definirlo como el simple
hecho de consumir para satisfacer necesidades o deseos. El problema llega
cuando esta actividad se vuelve patológica. Entonces ya no hablamos de
‘consumo’, sino de ‘consumismo’. La Real Academia Española (RAE) define el
consumismo como “la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes,
no siempre necesarios.”
El modelo de bienestar de la sociedad
actual se basa en la posesión y acumulación de bienes, lo cual sirve de
justificación para que prolifere el consumismo entre las personas. Si el
objetivo de la vida es tener muchas cosas, la principal actividad que se ve
beneficiada es, lógicamente, el consumo. La posesión y acumulación de bienes
suele darse siempre de forma inmoderada; y si moderar es evitar cualquier tipo
de exceso, inmoderado es algo que no lo hace. ¿Hasta qué punto necesitamos lo que compramos?
¿Es nuestro consumo necesario para nuestras vidas? Todo aquello que se consume
sin ser realmente una necesidad puede considerarse como un exceso, en tanto en
cuanto excede las necesidades básicas para la vida de un individuo. Así pues,
decir que el consumo actual es inmoderado se ha convertido en algo
objetivamente cierto: todos consumimos inmoderadamente, porque consumimos en
exceso. No necesitamos todo lo que compramos.
La sociedad de consumo es reflejo de un
alto nivel de desarrollo socioeconómico, que se manifiesta en el incremento de
la renta de cada individuo. Así pues, el principal argumento para la defensa de
la sociedad de consumo se apoya en que el consumo contribuye a mejorar la calidad
de vida de las personas y que ayuda a las sociedades a desarrollarse, pero olvidan
que en esta sociedad ideal donde las personas pueden comprar cualquier cosa que
quieran, hay muchos que no pueden consumir, pues el principal requisito para
disfrutar de la sociedad de consumo, moderna y desarrollada, es tener dinero o
capacidad de crédito. En la sociedad actual sigue habiendo millones de pobres,
incluso en países desarrollados, que no pueden participar en la sociedad de
consumo. En definitiva, el fenómeno del consumismo depende cada vez más del
deseo que de la verdadera necesidad. Pero el consumo actual no sólo tiene como
objetivo cubrir necesidades o satisfacer deseos, además sirve para distinguir a
las personas entre sí, evidenciando aun más el sistema de clases sociales que
forma nuestra sociedad hoy en día.
Entre
las costumbres heredadas del país más consumista del mundo está el
llamado “Black Friday” (viernes
negro). Aunque es mentira que sea un día: son varios. Más de 24 horas de
rebajas –reales o maquilladas– para alimentar la compra por impulso. Las
estrellas de esta pretendida barra libre son la electrónica y la moda. ¿Por qué
en España adoptamos Halloween, o Black Friday y Estados Unidos no adopta
nuestros patrones culturales? Porque hay detrás un fuerte interés económico; la
gente sólo percibe la parte buena y no quiere ver las consecuencias. Todo el
sistema está montado alrededor del consumo. Interesa que los aparatos y la ropa
se rompan pronto porque es el único garante de que compraremos más. Que las
colecciones y modelos cambien rápido. Los talleres de reparación van echando el
cierre a medida que los aparatos cierran sus diseños, haciendo imposible
abrirlos para repararlos. La ropa cada vez es de peor calidad y va quedando
menos gente que sepa arreglarla.
Uno
de los rasgos del sistema económico y del consumo actual es que crea
necesidades artificiales. Mediante la constante publicidad y otras técnicas,
convencen y atrapan a las personas en el círculo vicioso del consumo, del que
es muy complicado salir una vez se ha entrado. Con el consumo de masas
desenfrenado se avanza hacia una progresiva pérdida de identidad personal, ya
que los ciudadanos responden ante modelos de consumo idealizados mediante las
efectivas técnicas de marketing. Es decir, hay un gran número de personas que
consumen sintiéndose especiales y que realmente forman parte de un mismo grupo
social, en el que todos los individuos tienen un comportamiento y una cultura
similar.
El
rápido incremento del comercio electrónico puede ser estupendo para los
negocios en línea como Amazon, pero el comercio electrónico no requiere de
tantos puestos de trabajo como las tiendas tradicionales. La ciudad se ha
convertido en un gran supermercado. La desoladora conclusión es que estamos
presenciando el fin de la era de los empleos en los comercios tradicionales.
Miguel
F. Canser
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