Esta vez no voy a hablar
de nuestra descafeinada democracia, ni
de sus principales protagonistas: los políticos, ni de esta crisis tan profunda
que nos tiene a todos desesperados, con el cierre de cientos de empresas, ni de
la lista de los millones de parados que padecemos. No, no voy a hacerlo porque
me cansa y porque comienza un nuevo mes: Diciembre. Es el mes por antonomasia, es una época especial, de reencuentro con
familiares, amigos, de compartir momentos que por la exigencia del día a día no
pueden vivirse muy a menudo; pero, sobre todo, es un mes para reflexionar, para
pensar al margen de los gastos y excesos, muchas veces innecesarios, que todos
hacemos. Un mes donde hacemos una reflexión de cómo nos ha ido el año, y
donde renovamos nuestras ilusiones, esperanzas, y nuestros objetivos que nunca
llegan a cumplirse del todo. Quizá se deba a ese llamado “espíritu navideño”
que este mes nos hace ser más solidarios, preocuparnos más por los problemas de
los demás y donde se despierta en nosotros un voluntariado de colaboración y
ayuda, aunque también existen barreras para su puesta en práctica, por ejemplo:
-
Participación
en un proyecto organizado por instituciones que no confiamos, especialmente si
éstas son políticas, religiosas, o detrás están empresas de dudosa
credibilidad.
-
Percibir
falta de transparencia.
-
Cuando
existe manipulación emocional, pues se comunica desde el alarmismo, el
paternalismo, se busca la lágrima fácil o se transmite al ciudadano algún
sentimiento de culpa.
Es decir, somos desconfiados. Y aunque es importante
cubrir las necesidades materiales de los que no poseen nada, existen otros
problemas tan importantes que no son materiales, sino de soledad,
incomprensión, de comunicación etc. El problema se identificó hace tiempo, pero
quizá se airea poco: nunca el ser humano dispuso de más herramientas para la
comunicación y nunca, sin embargo, se apreciaron síntomas tan alarmantes de
soledad e incomunicación como en nuestra época. La soledad y la incomprensión humanas en plena era de las
telecomunicaciones, se ha convertido en un verdadero problema social. Resulta
paradójico que en estos tiempos que vivimos, con los medios disponibles,
existan personas que se sientas solas e incomprendidas. Es el resultado de una
sociedad egoísta e interesada que sólo busca su propio beneficio, sin
importarle los problemas que pueda tener quien tenemos al lado. Una soledad que
lleva a la depresión, la ansiedad y la desesperanza. Quizá la solución sería
dejar de mirar nuestro propio ombligo.
No escuchamos. Estamos tan
encerrados en nuestros propios problemas, que somos incapaces de atender las
necesidades de los demás, limitándonos a dar aquella cosa que nos sobra cuando lo
que la gente necesita es cariño y ser oída. Por eso diciembre es una época
especial. Se puede uno
asomar a la ventana y mirar el mundo. Con calma, sin tiempo; saboreando el aquí
y el ahora. Mirar lo que tenemos al lado y a quién tenemos al lado, y si
podemos mejorar, con nuestra ayuda, nuestro entorno y las personas que están en
él. No se trata de hacer grandes cosas; quizá sólo con una sonrisa a tiempo, en
el momento adecuado, sea suficiente. Y como dijo la escritora Rosa Montero,
“sencillamente disfrutar de lo que poseemos y celebrar el milagro de que haya
gente que te quiera”.
En definitiva, es un mes en que
nuestra sensibilidad hacia los demás es más acuciante. Que “el feliz Navidad y
próspero 2014” que en estos días repetimos y nos deseamos unos a otros
hasta la saciedad, sea una pronta realidad para TOD@S.
Miguel F. Canser
www.cansermiguel.blogspot.com