miércoles, 7 de julio de 2021

PEREZA


 Decía Jules Renard que “la pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado”. Es un factor que está presente en la vida de cada persona y que se ha definido de muchas formas. Todos, en algún momento, somos vagos aunque no queramos reconocerlo. Siempre hay un momento o etapa en nuestra vida que nos dejamos atrapar por ella, pero no todos sabemos cómo aprovecharla al máximo y de una forma saludable; y es que abandonarse a la pereza o a la indolencia, nos puede acarrear consecuencias indeseables como alejarnos de nuestros objetivos y obligaciones, o hacer de nosotros unos extremos sedentarios físicos y mentales muy lamentables. En efecto, la pereza se ha instalado en la sociedad respecto a la política. El fracaso del diálogo y el bloqueo institucional del Estado es un argumento de peso; pero también lo es la falta de ideas que expresan los principales protagonistas de la política española.

 

         La política embarrada y digital de hoy da pereza, sí, pero aún dan más pereza los políticos perezosos, incapaces de plantear propuestas constructivas y positivas, que antepongan el interés general de la sociedad y de sus ciudadanos, a sus intereses partidistas y a sus urgencias políticas personales. Hemos dejado de lado y olvidado que la pereza no se analiza ni se combate, simplemente la hemos ignorado, porque lo que no se vive a fondo, no se cita a fondo. Sería terrible si nos pasara eso. ¿Es un factor dominante en nuestro comportamiento? La pereza se manifiesta como falta de voluntad, de energía, de decisión, en no hacer lo que tenemos que hacer, en no tener criterio, en falta de carácter, en una especie de vacío lleno de tibieza. Ese individualismo comodón y miedoso, indiferente, pesimista, no es precisamente un ejercicio de la libertad responsable; porque vivimos en sociedad, nadie vive aislado, nadie puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia.

 

         La política española y la catalana, deben sacudirse la pereza que alimenta el “no hay alternativa” para resolver nuestros problemas políticos y económicos. Es hora de entender que el libre mercado y el capitalismo sostenible y responsable son necesarios e indiscutibles. Es necesario dar un giro al actual orden de las cosas porque no da más de sí, y resetear como asumen hasta los más escépticos y que promueven los líderes más audaces, comprometidos y responsables. La política es hacerse las preguntas adecuadas, pensar sin apriorismos, reiniciar procesos, avanzar con determinación. Los populismos sólo ofrecen respuestas que no transforman, son atajos y espejismos. Combatir la pereza es el principal objetivo. ¿Cómo? Ya lo decía el filósofo Diego S. Garrocho: “En un tiempo como el nuestro, en el que la belleza queda restringida al cultivo de la imagen, no existe nada más revolucionario que invocar la belleza del pensamiento”.

         Las maneras de abordar un problema son parte de las soluciones del mismo. Si la mirada a los retos es siempre desde la misma perspectiva, posición y ángulo, difícilmente se encontrarán nuevas opciones; porque no hay innovación en lo previsible y necesitamos –más que nunca—nuevas ideas capaces de enfrentarse a todo tipo de determinismos que nos paralizan y que reducen la política, a un hecho gerencial o notarial, sin ninguna capacidad de controlarlo ni dirigirlo. La facilidad nos vuelve torpes y la política puede quedar atrapada entre la pereza y el cinismo; pereza para no buscar soluciones a los problemas, y cinismo para no venerar el “no hay alternativa” como respuesta indolente a los retos urgentes que hay que resolver de inmediato. Parte de la política se ha contaminado.

 

         Hemos dejado de pensar y vamos con el piloto automático. Hemos mecanizado  nuestras respuestas de forma automática, sin consideración previa debido a la falta de una alternativa viable. Es, precisamente, la falta de imaginación sobre horizontes nuevos lo que impide pensar en alternativas, no la viabilidad de su consecución. Estamos atrapados por las soluciones y respuestas automáticas propias de los sistemas informáticos. Así, las inercias se convierten en carencias. Nadie duda cuando no tiene opciones; y cuando no se duda, no se piensa. Así se encuentra buena parte de nuestra política. Luchemos contra la pereza y la indolencia políticas. Renunciar a explorar nuevos caminos nos aleja de nuevas soluciones. La desafección ciudadana respecto a buena parte de la política, no radica sólo y simplemente en un juicio a los errores (gestión), o los excesos (corrupción). La crítica más contundente está en la percepción de renuncia a dirigir. Más pensamiento y menos inercia. Los retos que tenemos por delante no se gestionan con pilotos automáticos, sino con auténticos pilotos.

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

 

 

 

martes, 1 de junio de 2021

ES HORA DE HACER BALANCE

 

El éxito del P.P. en las elecciones madrileñas que roza la mayoría absoluta, ha sido una sorpresa para todo el mundo. Nadie podía esperar que su victoria fuera tan contundente. Los conservadores, que gobiernan Madrid desde hace 26 años, capitalizaron la arriesgada política de medidas laxas promovida por Díaz Ayuso, que se tradujo en la apertura continuada de bares, restaurantes y salas de espectáculos. Una resistencia atroz a las presiones del gobierno central para que endureciera restricciones, le valió amplias simpatías entre la restauración que bautizó cervezas o pizzas en su honor. Pero, ¿por qué ese triunfo tan arrollador?, ¿qué ha hecho que la gente que antes votaban a PSOE y Cs, se hallan decantado por Díaz Ayuso?

 

         Sin duda los vaivenes y cambios de opinión del ejecutivo han tenido mucho que ver desde antes de ser Presidente del Gobierno. Desde “el no podría dormir” si su socio fuera Unidas Podemos, a abrazarlo y ser compañero de viaje,  pasar de ser un fervoroso defensor de la aplicación del 155, a ceder en algo tan simbólico como es el carácter del castellano como lengua vehicular en la educación, han podido ser algunas de las causas. Partiendo de la base de que cualquier cesión ante los nacionalistas no sirve para resolver el problema de fondo, sino que es un paso más en su camino hacia la independencia, y aquí incluyo al PNV que es más paciente que sus homólogos catalanes, pero que comparten el mismo objetivo, que “traicionan” su propia historia pues catalanes y vascos construyeron, con el resto de españoles, esta gran nación. Y es que, al margen de los slogans de ambos bandos,  las elecciones en Madrid fueron planteadas desde Podemos, el PSOE y Más Madrid, como un combate entre “Democracia o fascismo”. En mi opinión, la campaña que han hecho los tres partidos de izquierda, ha sido sombría, con un discurso trasnochado, caduco y rancio, de otro tiempo, en la que sólo ofrecían rencor e ira y ninguna solución a los problemas de los ciudadanos. 

 

         Otro de los errores fue la prometida transparencia en la gestión del Ejecutivo. Después de lo prometido nada; sobre todo en lo referente a ciertos viajes del Presidente. Han sido transparentes como un gato negro flotando en un pozo de petróleo una noche sin luna. Que duda cabe que la gestión de la pandemia ha oscilado entre el voluntarismo y la propaganda, sin duda con las mejores intenciones, pero sin reformar el marco legal y establecer un equipo de expertos como sería exigible y que es lo que marca el sentido común. El 4M se votó con una alta participación (76%) y el PP de Ayuso ganó en todos los distritos de Madrid: en 177 de 179 municipios. Las elecciones madrileñas, que han sido mucho más que madrileñas como todos imaginábamos, habría que preguntarse qué parte de culpa tiene la izquierda en no haber sabido combatir determinados discursos, en haberse plegado a políticas económicas que no diferían, de lo sustancial, de las aplicadas por formaciones conservadoras, de haber abandonado, en la práctica,  a su suerte muchos barrios y de gestionar un fenómeno tan complejo como la migración con una estrategia que lo mínimo que puede decirse es que es hipócrita.

 

         La escuela concertada y privada es un valor seguro para la derecha. Según datos oficiales, el 46% de los alumnos se matricularon en colegios concertados y centros privados y es que el PP de Madrid arrasa en las urnas en aquellos distritos y municipios donde la escuela pública es minoritaria. Si la educación es competencia de las CCAA, y si en nuestra Comunidad lleva el PP gobernando más de un cuarto de siglo, blanco y en botella. El discurso de la izquierda no puede reducirse a dejar de subvencionar la enseñanza concertada, sin crear más recursos públicos. Por otra parte, Madrid es la comunidad autónoma con una mayor penetración del seguro privado en el conjunto del Estado. Es la región donde un mayor número de ciudadanos cuentan con seguros privados de salud y, por tanto, utilizan y hacen poco caso del Sistema Nacional de Salud. Según el CIS, en una encuesta de calidad de vida y satisfacción con los servicios públicos, sólo el 2,9% de los madrileños señalaron la calidad de la sanidad pública, la falta de servicios médicos o las listas de espera como preocupantes y que afectan a los ciudadanos.

 

         Concluyeron las elecciones y, de pronto, todo fueron anuncios poco agradables para nuestro futuro procedentes del Gobierno:  lo de subir los impuestos de manera inminente, suprimir los beneficios (más tarde o más temprano llegará) a las declaraciones conjuntas de la renta, sube la luz que ya se grava con el 21% de IVA,  sube la presión fiscal al diesel, los billetes de avión y, quizá, (llegará también) habrá peajes en todas las carreteras que afectará a las ventas de coches que lastrará nuestros planes profesionales y de ocio sin un mínimo consenso con las fuerzas políticas y sociales, sin olvidar los indultos a los protagonistas del “procés”. La falta de seguridad jurídica, la opacidad como principio rector de las acciones gubernamentales, no son modos y maneras porque generan una profunda desconfianza hacia sus representantes, y no hay que buscar el varapalo sufrido por el PSOE, ni en que si las cañas y los berberechos de Ayuso, ni en la sosería de un candidato. Autocrítica y rectificación. Madrid puede ser sólo el principio. ¿Seguirán así?

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 


lunes, 3 de mayo de 2021

INCONGRUENTE

 

¿Qué significa incongruencia? Es sencillamente, falta de coherencia en actitudes, conductas y creencias; decir lo opuesto a lo que pensamos y hacer lo contrario de lo que decimos. De ahí el famoso refrán: “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”. ¿Por qué hablar de las incongruencias? Pues porque a pesar de que soy una persona cargada de defectos (como todo ser humano que se precie), me considero bastante coherente, o por lo menos intento serlo. Y tener que transigir con una clara falta de coherencia en algunas áreas de nuestra sociedad actual, simplemente me fastidia. Seguramente muchas veces hemos oído hablar de la congruencia y lo que implica ser alguien coherente; o quizá hemos escuchado el típico comentario de “¡Es un incongruente!, hace una cosa y dice otra, no hay quién lo entienda”.

 

         Pues parece que ser congruente está ligado a cierta transparencia de la persona tanto interna como externa. En cambio, las personas que actúan de manera incongruente, son aquéllas que generan ciertos quebraderos de cabeza tanto para ellos, como para los demás. Se alejan de lo que son, se comportan de una manera diferente a como sienten, a cómo piensan. “Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es” (Jean Paul Sartre). Las personas congruentes suelen generar confianza en los demás, no muestran otra cara diferente a lo que sienten, ni se esfuerzan por fingir o disimular su estado interno. Se muestran tal y como son, sin matices. Vivimos en una sociedad en la que no se nos ha enseñado precisamente, a mostrar lo que sentimos.

 

         España tiene una monarquía parlamentaria como forma política, tal como se consagra en el artículo 1 punto 3 de nuestra Carta Magna. Habrá quien prefiera un sistema basado en la República, y otros que no. Ambos legítimos. Dicho esto, sigue siendo una manifiesta incongruencia que determinados políticos, con escaño en el Congreso, aseveren que no tienen rey. No dejan de ser nada coherentes con sus argumentos; también incongruente es, –me refiero a nuestro Gobierno-- que debas configurar tu organigrama no en función de la eficiencia, sino de la satisfacción de otras exigencias que ostentan la llave de la gobernabilidad, y no dudan en proclamar que ésta les importa un comino; por lo que el Sr. Sánchez deba elegir entre amnistía o elecciones; porque no es coherente que nuestro gobierno descanse sobre el capricho de quienes trabajan a diario para romper con ella. Pero ya se sabe que cuanto más débil es uno, más necesidad tiene de aparentar lo contrario.

 

         Hace tiempo que, cuando se celebra alguna sesión en el Congreso, de las que se califican de solemnes como la investidura o constitución, se producen escenas nada edificantes, dado que se acaba cuestionando la representación institucional. Las buenas maneras o la cortesía parlamentaria ha pasado a mejor vida, y ahora sólo privan los postureos políticos cuya finalidad no es otra que buscar el impacto mediático. Podría poner muchos ejemplos de incongruencia, pero sólo me voy a dedicar a uno: estamos en un Estado aconfesional, por lo que no es congruente que sigamos impartiendo la asignatura de religión en los colegios públicos. Lo que se aprende en la escuela e institutos,  debería servir de utilidad pues serán los futuros ciudadanos que regirán el país con su trabajo, esfuerzo, y educación. Nada que decir si se imparte en la enseñanza privada si así lo desean sus tutores, pero estamos en un Estado laico cuya Constitución no reconoce religión oficial alguna. Hay que ser coherentes.

 

         Cuando este artículo salga a la luz, ya se habrán celebrado las elecciones en la Comunidad de Madrid. Ha sido una campaña que ha saltado por los aires, a raíz de las amenazas de muerte sufridas por Pablo Iglesias, el Sr. Marlaska, y la directora de la Guardia Civil. La palabra fascista ha sido la predominante, sustituyendo a las promesas de los programas (no han vivido el fascismo, hablan de oído, ni lo han sufrido en sus carnes), se han perdido el respeto y no han estado a la altura de cómo tiene que comportarse un dirigente político. Los que verdaderamente hemos perdido hemos sido los ciudadanos. Sus acciones son distintas a las teorías que anuncian. Son todos incongruentes.

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

        

        

 

jueves, 1 de abril de 2021

ESTUPIDEZ

 “Una persona estúpida es aquélla que causa un daño a otra persona o grupos de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Esta definición no es mía, nos lo dice el historiador y catedrático Carlo María Cipolla en la “Tercera ley fundamental”. La estupidez, según él, es la forma de ser más dañina. Es peor aún que la maldad porque, al menos, el malvado, obtiene algún beneficio para sí mismo, aunque sea a costa del perjuicio ajeno. Todos cometemos estupideces. Todos somos estúpidos en mayor o menor grado. Una vida sin tonterías sería demasiado aburrida. Quizá, discurrir sobre la estupidez sea también una soberana necedad, pero…., si la Humanidad se halla en un estado deplorable, repleto de penurias, injusticias, miseria y desdichas, es por causa de la estupidez generalizada que conspira contra el bienestar y la felicidad. 

         ¿Qué se puede entender por estupidez? Pues según el filósofo Johann Erdmann, se refiere a la estrechez de miras; de ahí la palabra “mentecato”, privado de mente. Estúpido es el que sólo tiene en cuenta un punto de vista: el suyo. Cuanto más se multipliquen los puntos de vista, menor será la estupidez y mayor la inteligencia. Los griegos inventaron la palabra “idiota”, aquel que considera todo desde su óptica personal; que juzga cualquier cosa desde su minúscula visión, la única defendible, válida e indiscutible. El estúpido padece egoísmo intelectual, es tosco y fanfarrón; niega la complejidad y difunde su simplicidad de forma dogmática. Opina sobre todo como si estuviese en posesión de la verdad absoluta. Es un ciego que se cree clarividente. Hay estúpidos en todos los estratos económicos, culturales y políticos; incluso alguien puede pensar que yo mismo adolezco de una estupidez envanecida, y no le faltaría razón. 

              Y en estos pensamientos estaba yo, cuando me vienen a la mente los líderes políticos que nos hemos dado en suerte y de los que, en mayor o menor medida, depende nuestro momento actual y futuro. Y pienso en analizar sus decisiones, con reparo, pues aunque hablo de unas personas que han recibido el apoyo de millones de españoles en las urnas, mi leído Carlo María Cipolla señala que “la probabilidad de que alguien sea estúpido, es independiente de cualquier otra característica que le adorne”. Veamos: Mantener a la población española restringida de movimientos en su Comunidad Autónoma para limitar los contagios y, sin embargo, los ciudadanos de otros países puedan venir y moverse libremente, es estúpido. Después del parón, tardar cuatro días más cuando el resto de Europa reinició enseguida la vacunación con AstraZéneca, es estúpido. Que, aún hoy, gente de 80 años o más esté sin vacunar, es estúpido. Que los políticos sigan apelando a la responsabilidad individual (díganselo a los jóvenes) para combatir esta pandemia, con el cansancio acumulado de más de un año de confinamiento y restricciones, y no incidir en que la única solución es que la vacunación masiva se produzca cuanto antes, es estúpido. Anunciar mociones de censura y convocar elecciones en plena pandemia, no siendo prioritario ni del deseo e interés de los ciudadanos, es estúpido. Que nuestros políticos estén enfrascados en la pelea constante, en el acoso y derribo del rival político, y no se preocupen de los verdaderos problemas que interesan a la población: (paro, calidad de empleo, crisis económica, sanidad, corrupción, fraude, vivienda, violencia de género, lentitud de la justicia etc.), es estúpido. 

         Todos, en algún momento, podemos ser estúpidos ocasionales, pero lo que distingue al obcecado funcional, es la incapacidad permanente para apreciar lo significativo. ¿Qué es importante y qué no? La ignorancia es altamente contagiosa y se alimenta de grandes ideales difusos, de proclamas simplistas: todo es negro o todo es blanco. El único punto de vista legítimo es el de un grupo social y político determinado, el de una facción concreta: la nuestra. La estupidez se emparenta con la intolerancia y la ausencia de diálogo; se expande mediante consignas vanidosas y sin fundamento, coreadas en un clamor colectivo grotesco. 

         "Somos rápidos para repartir lo que es ajeno. Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar, porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso sería el fin" (A. Rogers)..., esto está pasando y es estúpido. Ya lo dijo Felipe González, "el error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez". Y también Francisco de Quevedo: "Todos los que parecen estúpidos lo son y, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen". 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com


 


lunes, 1 de marzo de 2021

¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN U OTRA COSA?


 El artículo 19 de la Declaración universal de derechos Humanos, dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; ese derecho incluye no ser molestado a causas de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. También, nuestra Constitución, en su artículo 20 proporciona un mayor contenido a la libertad de expresión que incluye asimismo, unos límites. Así, en su apartado 6, dice: “estas libertades tienen su límite en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”.

 

 Hoy en día, cada vez son más personas las que, mediante distintos medios como son las redes sociales, las canciones o la prensa escrita, aprovechan para realizar una crítica social de la realidad que están viviendo, haciendo en muchos casos afirmaciones y amenazas que podrían ser constitutivos de multa o, en ocasiones, penas de prisión. La mayoría de las personas que se ven inmersas en este tipo de situaciones, creen estar a salvo por lo que se conoce como el derecho a la libertad de expresión, (derecho fundamental y característico de toda democracia), ignorando que este derecho, por ley, tiene limitaciones, aunque sin libertad de expresión no podría haber participación de la sociedad en la toma de decisiones políticas y, por tanto, no podríamos hablar de democracia.

 

En Madrid, Lérida, Tarragona, Valencia y, con más gravedad en Barcelona, cientos de encapuchados arrasan lo que se les pone por delante, quemando mobiliario urbano, apedreando policías, destruyendo escaparates y saqueando comercios, (sólo los de marca y lujo y ninguna librería. Robar un libro, ¿para qué?) con la excusa de protestar por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél reivindicando libertad de expresión. Las declaraciones del portavoz del partido de Podemos que gobierna en coalición—ignoran que forman parte del gobierno, que no están en la oposición--, no ayudan a calmar los ánimos y sí a echar gasolina al fuego al manifestar “todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles”. Lo vivido hace días en las calles de Barcelona, no es defender la libertad de expresión, ni es manifestación pacífica. La tibieza en las manifestaciones de algunos dirigentes políticos incluidos en el Gobierno en no condenar la violencia, y reclamar “elementos de control democrático” sobre los medios de comunicación, vuelve a poner en entredicho su defensa de la libertad de expresión.

 

Seguramente, cuando estas líneas salgan a la luz, se habrán olvidado de Pablo Hasél. Ésta ha sido la espita que aprovechan pequeños grupos antisistemas, todos jovencísimos, a los que se unen consabidos delincuentes (el 90% de los detenidos son reincidentes y ya fichados por la policía), que ven una oportunidad para sembrar el caos y realizar los saqueos. Unos pocos incitan a muchos y parece que son más, pero no es así. Las protestas son el síntoma de un malestar más profundo entre los jóvenes que no se concreta con el encarcelamiento de un rapero en particular. La juventud es muy amplia y, sobre todo, muy diversa y hablar siempre de los jóvenes nos genera el problema de que metemos en el mismo saco a gente que, en realidad, tiene muy poco que ver al margen de su edad biológica. Con una tasa de paro del 40% para los menores de 25 años, es posible hablar de un mayor impacto de la crisis entre ellos.

 

Se produce una generación descreída, que no confía en lo que le dicen porque son promesas vacías. A la generación de la crisis de 2008 le pasó eso. Les dijeron que tenían que estudiar y formarse; luego estudió, se formó y acabó en el extranjero. Los que vienen después se dan cuenta, porque han tenido hermanos mayores o han visto a los que se han ido antes, que han hecho mucho y han obtenido poco. Y ahora les dicen desde el Gobierno que tienen que hacer esto o lo otro, y no se lo creen. Los sucesivos escándalos de corrupción de la clase política, las revelaciones sobre la Corona en los últimos años, ha impactado también en los jóvenes. Esta incertidumbre genera mucha ansiedad en ellos y sirve como caldo de cultivo para cualquier tipo de brote o situación que pueda acabar desencadenando un conflicto en el futuro. ¿Hasta qué punto va a ser sostenible a largo plazo? Hay muchos jóvenes que viven de sus padres y de la estabilidad de sus padres con un futuro incierto. A largo plazo la situación es complicada que habría que ir corrigiendo ya, sin más dilación.

 

Libertad de expresión sí, sin cortapisas con las limitaciones que incluyan injurias, calumnias, apología de la violencia, incitación al odio y especialmente, respetando el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen. Y si queremos otra cosa, cambiemos la ley.

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

        

 

 

        

 

lunes, 1 de febrero de 2021

LOS MALES DE NUESTRA POLÍTICA


 

Aunque existen muchas definidades para catalogar los males de nuestra política, se podrían sintetizar en tres palabras: autoritarismo, corrupción e ineptitud. “Los políticos son todos iguales”…, la frase es el titular que se repite cada día. No indagamos por hartazgo, desinterés o apatía, pero nos tienta meter a todos, buenos y mediocres, en el mismo saco; aunque los representantes públicos hacen bien poco para mejorar esta imagen. La barra de cada bar (bueno, ahora con la pandemia no) es a veces la mejor encuesta del CIS que existe. El mundo y los países en particular están pasando por una etapa de problemas, algunos muy preocupantes, y lo más fácil, (yo lo hago a menudo) es echar la culpa a los políticos. Es casi algo común oírlo decir: por su ineficiencia, sus defectos, su facilidad para corromperse, y así, un largo etcétera. Pero, ¿son lo políticos los culpables de todos los males?, ¿cuáles son los defectos que hacen que los cargos públicos sean incapaces de solucionar problemas y, en muchos casos, sólo los agraven?

 

         Podemos decir que esta culpa está compartida por una gran cantidad de factores. No debe atribuirse sólo a los representantes públicos. Es verdad que los políticos tienden, en muchos casos, quizá demasiados, en poner sus intereses y/o los de su partido por encima de los intereses generales; sus ambiciones de poder, su autoritarismo a veces,  les hacen perder la visión de los verdaderos problemas. La falta de honestidad y ética en sus actuaciones, la tendencia a nombrar asesores que, casi siempre, carecen de la preparación adecuada para el puesto, pues se trata de amigos, cuando no de familiares e incondicionales creando redes de poder basadas en una cadena de favores que les asegura su mantenimiento (y aquí meto a derecha e izquierda). La ausencia de un protocolo de requisitos que hace que entren en el mundo de la política personas sin preparación, y que su único objetivo es su propio beneficio personal. La falta de responsabilidad política en el cumplimiento de su cargo, la ausencia de valores que, en definitiva, ocasiona un gran problema de falta de credibilidad. No existe respeto a sus rivales, la crispación y las continuas peleas, su excesivo ego, la demagogia, la mentira usada a discreción y con facilidad que es un desprecio a la inteligencia de los votantes, etc., etc., etc.

 

         Pero, por mucha rabia que nos den estas situaciones, hay que recalcar que estos hechos no son generalizados y debemos ser capaces de distinguir los actos que se hacen con honestidad. Son personas humanas como cualquiera de nosotros y, por tanto, tan imperfectos como cualquiera, aunque no renunciemos a la inestimable crítica que debemos efectuar sobre ellos. Ya hemos dicho que la culpa es compartida por una cantidad de factores. Por ejemplo, los medios de comunicación también tienen su parte de culpa; en ocasiones por su excesiva parcialidad y otras veces porque los periodistas se deben a lo que la línea editorial ordena. El resultado es que lo que llega a los lectores, está contaminado.

 

         También influye el sistema electoral. No es lo mismo votar a una lista que a un candidato determinado, y usar un sistema basado en la Ley D´Hondt que no es más que una fórmula matemática que, quizá no sea ni la más proporcional ni la más justa, pues se toma como circunscripción la provincia, en vez de la comunidad autónoma o, si me apuran, el territorio nacional. En el sistema que tenemos en España ya sabemos que los escaños que se adjudican a las distintas candidaturas, no se corresponden con el número de votos recibidos. Así, “Ezquerra R. de Cataluña” (ERC) tiene 13 escaños con 875.000 votos, mientras que “Cs” con 1,6 millones le corresponden 10 escaños. “Teruel Existe” tiene 1 escaño con 19.700 votos, mientras que “Bloque N. Galego” (BNG), con 120.000 votos también tiene 1 escaño. Mención aparte merece el “Voto en Blanco” que debería tratarse como una candidatura más y, si le correspondiera algún escaño, debería estar vacío porque así lo han manifestado los votantes. Esto no existe.

 

         Pero no pensemos que toda la culpa es de los partidos y de los políticos. También nosotros, los votantes, tenemos mucha culpa pues quizá votamos con los sentimientos y no con la razón. Hay gente que, dependiendo de su ideología, siempre votará a esa tendencia. Puede cambiar de partido político, pero votará siempre en esa línea. También están los que la ideología no les importe tanto, y prefieren buenos gestores, sin importarles su trayectoria ideológica. Hay de todo, pero al final, somos los verdaderos responsables de tener un gobierno u otro. En resumen, los políticos son culpables de muchas cosas, pero su culpa es compartida. Y si queremos que nuestra democracia, con todas sus imperfecciones, sea mejor, debemos comenzar por comprender que es una responsabilidad de todos, absolutamente de todos. Y si algo no nos gusta debemos luchar para que eso cambie.

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

          

 

 

 

 

 

 

sábado, 2 de enero de 2021

ADIÓS 2020


       

Por fin se fue. ¡Qué ganas teníamos! Es probable que este año que ha terminado, haya sido el peor de la historia para muchas personas o al menos de sus vidas. Aunque la humanidad haya vivido dos guerras mundiales, una Gran Depresión y muchas otras pandemias, lo cierto es que el 2020 ha tenido una serie de connotaciones que nos han obligado a reflexionar sobre el valor de la vida, la fragilidad del ser humano y, por supuesto, el enorme papel de la ciencia y la tecnología para contribuir en el progreso de los países. Ante una debacle como la vivida durante este año, no importa si unos países son más ricos que otros, las empresas más grandes o pequeñas o incluso qué tan poderosas desde la perspectiva económica, lo más importante es la capacidad de sus ciudadanos de entender que del cuidado particular, depende el bienestar colectivo. No se me olvidará aquel día que todo se detuvo: empresas, gobiernos, las personas y, en general, todo lo que representara exponerse en las calles. Esa escena de mirar por la ventana y encontrar la desolación y ausencia de todo, nos invitará a recordar la necesidad de la familia, los amigos y la interacción social. Hemos aprendido que no hay que confundir lo urgente con lo importante, que el mundo no es nuestro, sino que habitamos en él.

 

          La pandemia ha reforzado el concepto de que no somos inmortales, ni invencibles; por el contrario, hemos sido testigos cómo de un simple plumazo, se puede borrar por completo el mundo como lo conocíamos y creíamos inalterable. Este país cuya principal fuente de ingresos es el turismo, ¿podríamos imaginar que se necesitara un rescate para la hostelería? Un sector que, junto al turismo, mayores divisas genera en España. Este 2020 que hemos dejado ha sido un año atípico. No puede compararse con cualquier otro. Nos ha inducido a esforzarnos más ante los cambios, nos ha obligado a un nuevo aprendizaje y resiliencia (capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc.). No pudimos viajar, pero quizá pudimos dedicarle más tiempo a nuestros seres queridos. Tuvimos que ponernos una mascarilla, pero al menos pudimos continuar respirando. No pudimos abrazar y besar a nuestros padres y abuelos, pero también aprendimos a decirles más veces “te quiero”. Si, el 2020 nos ha quitado muchas cosas, pero nos ha enseñado a valorar mucho más las que tenemos. 

 

          Con las nuevas vacunas parece que todo podrá volver pronto a la normalidad. Después de un año duro, de no poder ver a muchos de nuestros familiares,  la situación no va a ser diferente. El calor humano, los besos, los abrazos seguirán siendo los grandes ausentes.  Este hecho me hace, una vez más, darme cuenta de que el aprendizaje del año que dejamos es el de disfrutar nuestra libertad, de las pequeñas cosas y de los momentos compartidos que podíamos disfrutar y no valoráramos lo suficiente, pues era algo que conseguíamos sin hacer ningún esfuerzo, algo que dábamos por hecho que siempre tendríamos. Esto ha sido 2020 un año que se va, nos deja, para no volver jamás salvo en forma de triste recuerdo. Y en su lugar llega 2021 que nace con esperanza, pues es lo único que no nos puede quitar el virus, pero sin que sepamos a ciencia cierta cómo llegará a ser finalmente. Es la vida misma. El año 2020 será único e irrepetible; por la crudeza de sus días y la enseñanza de su tiempo y en honor a todas las personas que se fueron, y con amor para todas las que seguimos.

 

          Ya se sabe que la primera víctima de cualquier conflicto es la verdad. Oyes a unos, lees a otros, y te das cuenta de que cada responsable político nos está enviando mensajes que buscan, o bien eludir su responsabilidad, o bien proclamar sus logros. Es inadmisible que en este país haya 17 formas distintas de protocolos para combatir la pandemia, para tratar la Navidad, etc., es una dejación de funciones manifiesta. La guerra no es contra el coronavirus, es entre ellos. Los profesionales sanitarios, que conocen la verdad porque la viven en sus carnes, se indignan y lo hacen saber a través de las redes sociales o a sus sindicatos, que funcionan como resguardo del derecho al pataleo. La verdad existe y sólo nos llega con cuentagotas.

 

          Un año que nos ha dejado demostrándonos que el tiempo es un gigante que no se detiene, que nos deja amistades y vacios por quienes se fueron y que, además, es una oportunidad para volver a empezar. Hoy el mundo sigue girando y nuestros problemas seguirán siendo los mismos, pero también podremos sonreír al tener una página en blanco y mil historias por escribir y otras más que contar; que tenemos sonrisas nuevas por descubrir y también canciones por cantar, amores por vivir, viajes que hacer y música por escuchar. Seguir avanzando. El primer paso no nos lleva donde queremos ir, pero nos saca de donde estamos. Nunca es demasiado tarde para establecer un nuevo objetivo o para soñar un nuevo sueño. ¡¡Bienvenido 2021!!

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspost.com

 

 

 

 




 

 

 

 

martes, 1 de diciembre de 2020

TEORÍA Y PRÁCTICA


         Una idea siempre es el principio de algo aunque no esté basada en  la experiencia. Dicen que “la experiencia es la madre de la ciencia”, y cierto es que se trata de una maestra excepcional pero no consiste sólo en lo que se ha vivido, sino en lo que se ha reflexionado. Decía Albert Einstein que “la teoría es cuando uno sabe todo y nada funciona, y la práctica es cuando todo funciona y nadie sabe por qué”. Se trata de la relación entre idea y realidad, palabra y acción, concepto y objeto, pensar y obrar; la cuestión de teoría y práctica puede tomarse incluso como un sinónimo filosófico. La teoría no está de espaldas a la práctica y no es un impedimento para actuar con acierto, sino justamente, el mejor camino para hacerlo. Establecer objetivos, tomar decisiones, construir relaciones, solucionar conflictos, etc., son actividades que implican acción. Pero no menos que cualquier teoría. Podría entenderse que, sólo la práctica, conduce a una acción positiva pero no es exactamente así, pues la práctica tiene detrás una teoría que la explica y, además, existe una teoría procedente de la práctica producto de la reflexión de otros; por eso resulta inadecuado que algunas personas, especialmente los que se consideran prácticos, intenten presentar las teorías del por qué de las cosas. 

 

         Siempre hemos oído que “el amor es lo que mueve al mundo”. ¡Ojalá fuera cierto! Esa es la teoría o el deseo pero, la práctica nos hace no estar convencidos de ello. Quien examine de una manera profunda el desenvolvimiento económico y político del presente sistema social, le será fácil reconocer que tales acciones no nacen de las ideas utópicas de unos cuantos innovadores imaginativos, sino que son consecuencia lógica de un estudio a fondo del presente desbarajuste social que cada día se pone en evidencia de la manera más nociva. El moderno monopolio, disfrazado de no serlo pero que actúa como tal, el capitalismo salvaje y el Estado, no son más que los últimos términos de un desarrollo que no podía culminar en otros resultados. Todos los días recibimos mensajes, unos más subliminales que otros, de cómo tenemos que actuar (teoría) ante cualquier situación en nuestra vida. Nos indican el surco y el camino que debemos tomar (práctica) por el bien de todos. Nos adoctrinan y, muchas veces, comprobamos que lo que nos dicen, ellos no lo cumplen.

 

         La prueba más palmaria es nuestra mayoría clase política. El enorme desarrollo del global vigente sistema económico, que lleva a una inmensa acumulación de la riqueza social en manos de las minorías privilegiadas y el continuo empobrecimiento de las grandes masas populares, preparó el camino para la presente reacción política y social, favoreciéndola en todos los sentidos. Ha sacrificado los intereses generales de la sociedad humana (teoría), a los intereses privados e individuales (práctica) y, con ello, minó sistemáticamente las relaciones de persona a persona. La industria, por ejemplo, no es un fin en sí misma, sino que debiera constituir el medio de asegurar a la persona su sostén y hacerla accesible a los beneficios de una actividad superior (teoría). Allí donde la actividad empresarial y política lo es todo y  la persona no es nada, comienza el reino de un despiadado totalitarismo económico, consecuencia de una desastrosa actuación de absolutismo político (práctica). Esto da a entender que la política tiene sus propias reglas que nada tienen que ver con lo que consagra su teoría. Es decir, que una cosa es lo que debería ser, y otra es lo que es, y que pasar por alto esto es deslizarse hacia lo utópico. Hoy tildar a alguien de teórico no suele ser precisamente signo de alabanza o reconocimiento; más bien equivale a tacharle de iluso y dotado de una lamentable falta de realismo.

 

         Resulta entonces que la actividad política se reduce a pura correlación de fuerzas, a trasiego de intereses, a un juego de astucia e influencias inconfesables, obviando cualquier principio ético e ideal de la justicia, hasta calificarla incluso de falsa democracia. La actividad política debe velar, principalmente, por no causar males a nadie, debe buscar en todo momento, el bien común, respetar la autonomía de las personas y organizaciones de la sociedad civil, y practicar la equidad evitando siempre caer en cualquier forma de discriminación arbitraria. La clase política habla, y habla mucho. Sus discursos están llenos de teorías y buenas intenciones, pero en la práctica….., se desdicen, cambian de opinión y su excusa son las circunstancias actuales que vivimos. Lo que antes criticaron, ahora lo obvian porque ellos terminan haciendo lo mismo. Y es que no existe diferencia entre teoría y práctica aunque…, en la práctica, sí la hay.

 

         Un ejemplo. Si montamos el gobierno de Madrid tenemos que pensar en lo mínimo: Un presidente, ministros, secretarias, ordenadores para trabajar y una sede para poder recibir a gente. ¿Es necesario un palacio? No. ¿Coches oficiales para todos? Tampoco. Ahora multiplicamos esto por 17 autonomías, y salen millones de euros tirados a la basura. Hay que manejar la economía, el dinero que no es tuyo con prudencia, pero, ¿qué pasaría? Que saldría muchísima gente que sobra, incluidos los asesores. Si los impuestos se emplearan íntegramente en sanidad, educación y vivienda, todos pagaríamos con gusto (teoría). Sin embargo escuece pagar los sueldos de políticos inútiles, de instituciones duplicadas e ineficientes, y estructuras burocráticas estatales que no sirven para nada. (Práctica).

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

 

lunes, 2 de noviembre de 2020

ENVEJECER CON EL VIRUS


 El pasado mes de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Personas de Edad, que sirve para reivindicar las necesidades que tiene este importante colectivo de la sociedad, donde me incluyo. Y este año, además, cobra especial relevancia por las terribles consecuencias que la pandemia ha provocado y que se ha cebado en la tercera edad. Los datos oficiales dicen que la media de edad de fallecidos como consecuencia del coronavirus en España se sitúa entre los 78-80 años. Prácticamente todos presentaban patologías previas y el 33% de los contagiados/as tiene más de 65 años. De ellos, el 18% tiene más de 75 y el 32% son enfermos graves con neumonía. Ya sabemos que todos los indicadores demográficos muestran un claro envejecimiento de la población, y para el año 2068 (yo no lo veré),  se estima que alcanzará el 29,4%.Actualmente, según el INE, casi 5 millones de personas viven solas y, de ellas, más de 850.000 tienen 80 años o más; pues tenemos la esperanza de vida más elevada de la Unión Europea: 83,4 años.

 

         Ante esta situación, y agravado por la excepcionalidad del año que vivimos, los efectos psicológicos de la pandemia y el confinamiento, han agravado los problemas en las personas mayores no sólo los que viven en sus domicilios, sino los que están en residencias. De hecho, el confinamiento y el aislamiento que han sufrido pueden conducir a desarrollar síntomas de ansiedad y depresión, al igual que en el resto de la población. Se producen reacciones típicas de temor, desesperanza, miedo a la infección, estrés, problemas de sueño, etc. Muchas de estas personas mayores combatían su soledad, participando en las actividades que les ofrecían los diversos centros de participación: Centros de Día, actividades y talleres, etc. Pero han visto interrumpida su vida, sus rutinas y sus mecanismos para compensar esa soledad no deseada por lo que han sufrido un empeoramiento de su salud física y emocional.

 

         En las residencias, lugares donde el foco de la pandemia más se ha cebado con las personas mayores, se están produciendo cambios emocionales con la aparición de síntomas de depresión, ansiedad y otras psicopatologías, debido a la menor interacción social con otros residentes, con el personal y, sobre todo, con la ausencia de sus familias: apatía, tristeza, aburrimiento, preocupación o miedo. Muchos han perdido a un ser querido, añadido a la imposibilidad de despedirse y la dificultad de procesar esa pérdida. Este virus nos ha puesto a todos a prueba. Ha revelado muchas flaquezas, pero también ha puesto de manifiesto la fuerza de la solidaridad y el poder de reacción de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, en especial el de nuestros mayores aún a pesar de ser el colectivo peor tratado política y socialmente. Hay una relación estrecha entre aislamiento y soledad, pero no es lo mismo. Lo malo no es ser viejo, sino sentirse viejo. Es peor la vejez psíquica que la biológica. La sabiduría de los mayores es un valor necesario para que nuestra sociedad se desarrolle.

 

         Creo que no ha sido justa ni la infantilización, ni la sobreprotección, ni el olvido de las personas mayores durante la pandemia. No les hemos tratado como adultos con plenos derechos que son: personas absolutamente capaces de llevar las riendas de su vida, exceptuando situaciones de dependencia severa y deterioro cognitivo. La vulnerabilidad física frente al virus está ahí, pero eso no significa que sea también vulnerabilidad psicológica o social. Las personas mayores han seguido siendo, en muchos casos, el centro de gravedad de la solidaridad familiar y nos dan, continuamente, grandes lecciones de vida. Todos estos efectos pueden darse en mayor o menor escala pero, en cualquier caso, la ayuda pasa por tratar de normalizar esta situación; siendo necesario aprender a convivir con el virus y gestionar ese temor y miedo al posible contagio. Darnos la oportunidad de volver a empezar, reformular objetivos y añadir nuevos hábitos. Leí una vez: “la muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja”. El anciano es, quizá, la persona que menos miedo tiene a la vida, y, por supuesto, a la muerte. Añadamos vida a los años, no años a la vida; las personas podrán morir, pero nunca lo harán sus ideas.

 

         Cuidemos a nuestros mayores, respetemos y aprendamos de sus decisiones. Intentemos ser más tolerantes y respetar todas las posturas que veremos en la sociedad, desde las más temerarias y de personas que no llevan bien las restricciones de libertad, hasta las personas híper prudentes. Cada uno gestiona de forma diferente sus sentimientos, por lo que el nivel de emociones negativas y sensaciones desagradables, ocasionadas por el miedo al contagio, o el miedo a volver a estar confinados, puede ser muy alto. La sociedad necesita a las personas mayores. No los utilicemos sólo cuando nos interesa. Sentirse necesarios y útiles es  importantísimo; y es que “tengo esa maldita edad en la que todos los que tienen la misma que yo, me parecen mucho más viejos”.  

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

                 

 

 

jueves, 1 de octubre de 2020

DESENCUENTRO


 Llevamos prácticamente todo el año 2020 con una pandemia que nos ha atado de pies y manos, y no nos ha dejado emprender y atender los numerosos problemas y necesidades que nuestro País necesita; y cuando nos hemos dedicado a cosas distintas del Covid-19, ha sido para fijarse en temas que a la ciudadanía no le preocupa. Tras meses de desencuentro, el presidente Sánchez y la presidenta de Madrid Díaz Ayuso, han vuelto a reunirse. Parecía que, por fin, iban a limarse asperezas, acusaciones mutuas, evitar las peleas constantes y las trifulcas a diario, los insultos…., pero no.  Sólo han sido necesarios cuatro días para volver a lo de antes. Mucha parafernalia protocolaria, mucha bandera (demasiadas), mientras los responsables de la Comunidad daban una rueda de prensa anunciando que restringe la movilidad en algunas zonas de Madrid, el Ministro de Sanidad del Gobierno, convoca, sin avisar, otra rueda de prensa a la misma hora para anunciar que las medidas adoptadas por la Presidenta Díaz Ayuso, no son las adecuadas; instando a que la restricción sea para todo Madrid. Escasas horas después, se convoca una manifestación en la Puerta del Sol para protestar por las medidas adoptadas por la Comunidad, y por la discrepancia con la política de Díaz Ayuso; manifestación autorizada por el Delegado del Gobierno en Madrid, que no es otro que el Secretario General del PSOE en Madrid. Es inconcebible que se puedan compaginar ambos cargos. No debería ser así. A mi modo de ver, demuestra poca sensibilidad democrática. El desencuentro, en la práctica, es total. Y los verdaderos perjudicados somos los de siempre,  ¿Es todo esto un teatro? 

 

         A mi juicio, y atendiendo a las recomendaciones del personal sanitario y científico, creo que las medidas adoptada por la Comunidad, pueden no ser suficientes. Se da el caso que una calle puede dividirse en dos zonas distintas de confinamiento; por lo que se produce la circunstancia de que establecimientos que se dedican a lo mismo, en una acera tienen que cerrar a una hora, y los de enfrente más tarde. Esto es imposible de controlar, porque los que habitan en un sitio, pueden perfectamente pasarse al otro lado y la medida no será efectiva. Los médicos y científicos han sabido poner el dedo en la llaga. Todos piden a los políticos unidad. Apuntan que es necesario fortalecer y reforzar los mecanismos de coordinación entre las autonomías y el gobierno central, sin menoscabar el ejercicio de las competencias sanitarias de cada uno. Todas las personas e instituciones que tienen responsabilidades políticas en la gestión de la pandemia, deben guiarse por criterios estrictamente sanitarios basados en la mejor evidencia científica disponible.

 

         Pero claro, el político también mira hacia la economía, que el tejido empresarial sufra lo menos posible, que los puestos de trabajo se sigan manteniendo, etc. Y hay un hecho cierto: no existe salud sin economía,  ni economía sin salud. Además, la medida que se propone de cerrar Madrid, ¿supone también cerrar el aeropuerto, el Ave, y medios de transporte? Difícil decisión que no interesa a ninguna de las partes. Hay quien cree que existe una orden de acoso y derribo contra la Presidenta de la CAM. No lo sé, pero tufillo hay, porque cuando Cataluña y Aragón estaban peor que Madrid, y ahora Navarra, y no hay la misma exigencia. Lo que ha pasado es que no se han hecho los deberes. En Madrid tuvimos demasiada prisa para que se acabara el estado de alarma, incluso protestaron (CAM) porque los demás avanzaban y aquí no. Hemos afrontado el verano pensando que el virus ya no existía, y no han sido previsores para atender las necesidades sanitarias de contratación de personal, rastreadores, enfermer@s, etc. Hemos llenado las calles, las playas, las terrazas, como si ya estuviera todo superado. Craso error. ¿De qué ha servido el confinamiento total que hemos padecido? Somos el primer país de Europa en número de contagios, y los políticos –todos-- de vacaciones sin hacer su trabajo.

 

         A esto se añade la renuncia del experto en enfermedades infecciosas y microbiología Emilio Bouza como portavoz del Grupo Covid-19 dos días después de su nombramiento. En su carta de renuncia afirma que las circunstancias presenciadas en los dos días transcurridos, no le dejan más salida que su dimisión. “Creí en lo que se prometía y, tras unas horas de reflexión, acepté como una obligación y como un deber para mi comunidad y mi nación”.  Una vez más, se demuestra la disociación entre los políticos, y los expertos profesionales ¡Qué habrá observado para que, en sólo dos días, haya renunciado! No sé qué será mejor para Madrid, sin confinarla o aplicar restricciones de movilidad pues no dispongo de datos; lo que si veo es que nadie quiere asumir la responsabilidad del confinamiento por el desgaste político que pudiera suponer.

 

         Esta es la situación actual cuando escribo, pero cuando este artículo salga a la luz, seguro que habrán cambiado muchas cosas. La lucha contra la Covid necesita más científicos y menos políticos. La tan cacareada “nueva normalidad”, ¿significa que, desde que se inició, tenemos menos parados?, ¿qué desaparecieron las listas de espera para ir al especialista o al quirófano?, ¿Qué no se retrasan consultas y operaciones quirúrgicas a causa de la pandemia? ¿A que no? Pues eso, ahí estamos. Nuestros representantes tienen tarea para rato y, mientras, la pandemia nos sigue ganando la batalla y la mediocridad política, también.

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

 

 

 

martes, 1 de septiembre de 2020

DEJADEZ DE FUNCIONES Y APATÍA POLÍTICA

Se acabaron las vacaciones, y los políticos vuelven a sus respectivas responsabilidades. Si hacemos balance del año que llevamos vivido por culpa del (¿o la?) Covid-19, nuestros representantes políticos han trabajado muy poquito. Eso sí, todos merecedores de vacaciones estivales porque están muy cansados: ¡Pobres! Me dirán que siempre estoy con la misma matraca, que me meto mucho con ellos, que no les doy respiro…., pero no. He estado todo el mes de agosto sin decirles nada; no por mí, sino porque ellos están descansando pues se han cansado mucho. Cuando escribo estas líneas, se reúnen los responsables de las distintas Comunidades Autónomas, con el Ministerio de Educación que, en un solo día, han llegado a un acuerdo protocolario para la asistencia a clase del próximo curso. Se tomará la temperatura cada día a la llegada al centro, se mantendrá la distancia de 1,5 metros, la ventilación de las aulas deberá ser muy frecuente, y los niños deberán lavarse las manos cinco veces al día. Bienvenido sea el acuerdo, cuando hay voluntad, se llega al consenso rápidamente; aunque creo han tardado mucho en ponerse a trabajar pues el curso escolar comienza en pocos días, y no era cuestión de tener 17 protocolos distintos dependiendo de cada Comunidad Autónoma. Veremos si, al final, todos cumplen al unísono, o cada cual va por su lado. Y los principales sindicatos proponiendo huelga…, ¿no saben hacer otra cosa?, ¿no existe otra alternativa?

 

         Aunque sí es cierto que, en materia sanitaria, y con los miles de contagiados, hospitalizaciones y fallecimientos diarios, cada comunidad va por libre, hecho en falta una directriz central, básica, un protocolo mínimo de actuación generalizado que cada uno desarrolle de acuerdo a sus circunstancias personales, pues el Gobierno de la Nación, no puede delegar sin más en que es responsabilidad de las CCAA porque lo tengan transferido. No me gusta –aunque parezca lo contrario--, criticarlo todo y no favorecer acuerdos que permitan hacer camino al andar; pero tampoco me resultan propicios los silencios y la dejadez de quienes, tras llegar al poder, y no me refiero sólo al Gobierno central, parece que no tuvieran otra opción política que la de aguantar, esperar y ver qué pasa. ¿De verdad creen que así se pueden solucionar unos problemas que tienen toda la traza de querer enconarse y perdurar? Con el panorama que se nos avecina: Profesionales sanitarios insuficientes, incluso en residencias de mayores, falta de rastreadores, finalización de los ERTES, un aumento del paro descomunal, turismo inexistente, el PIB enfermo, autónomos y pequeños negocios cerrados, la ineludible subida de impuestos (porque no hay otra) que pagaremos siempre los mismos, etc. Pero…, las vacaciones hay que disfrutarlas, son sagradas.

 

         Hemos celebrado y aplaudido el acuerdo al que hemos llegado con la C.E. en relación a los fondos que han destinado a España y, efectivamente, ha sido un excelente trabajo; pero nos llenamos la boca hablando de generación de empleo, de tantos millones en inversiones, y me pregunto: ¿Dónde se está invirtiendo?, ¿en más construcción?, ¿en más zonas grises?, ¿en más cemento? Porque lo que está claro es que no se invierte en más investigación, desarrollo, innovación, ni el mantenimiento de nuestro patrimonio cultural, ni en la limpieza de nuestros ríos y barrancos, ni en la protección de nuestros ecosistemas y medio ambiente. Necesitamos otra forma de hacer política, otros políticos y políticas que no miren su interés personal o el de su partido, y que busquen soluciones. En realidad, aunque parezca increíble, a un polític@ español se le exige menos que a un barrendero municipal o a una secretaria. No aceptan que se les pidan títulos, ni conocimientos de idiomas, ni experiencia, nada. Pero ya es hora de exigirles un mínimo de vida laboral y profesional, títulos que demuestren su preparación y algunos valores y compromisos, tales como la lealtad, la decencia, el respeto y la disposición a dimitir cuando se comenten errores graves, como le ocurre a cualquier trabajador de a pie en sus distintos trabajos. Esta gente, auto-convertida en una odiosa casta de privilegios y semidioses sin grandeza, deben aprender que el pueblo les paga, y que están obligados a servirle, algo que en el presente parecen desconocer.

 

         Decía Montesquieu que “la corrupción rara vez comienza por el pueblo”. Esto está demostrado pero la parálisis y apatía que se fomenta o se consiente desde el poder (no sólo gubernamental), es algo que se paga antes o después. Por ello, es tan necesario clamar por una coalición y entendimiento aunque como dijo Mollet, ésta sea “el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que salgan callos”.  Por favor, empecemos por tomar medidas, ayudar al Gobierno de turno con ideas y propuestas, y que éste las estudie y acepte sin son interesantes. En definitiva, ponernos a trabajar para combatir lo que se nos viene encima. ¿Y si comenzamos por rebajar el tremendo gasto político que tenemos? La coalición PSOE-Podemos lleva a récord los altos cargos de un Gobierno con, nada menos, que 732…. ¡Y siempre nos pilla el toro porque llegamos tarde a todo!

 

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com