Desde
hace algún tiempo, curiosamente desde que Podemos está ya inmerso en
las Instituciones, el término “casta” ha desaparecido de su vocabulario. Ha jubilado definitivamente esta definición y
pretende abrir paso un nuevo término con el que identificar su discurso. El concepto
de casta, se sustituye ahora por “la trama”. En las últimas semanas dirigentes
de la formación han insistido en esta idea. La “trama”, según Pablo Iglesias,
“podría ser la palabra que sirva para entender cómo corrupción e impunidad están
asociados a un modelo de desarrollo económico y de gobernanza que ha
fracasado”. El nuevo discurso no apunta sólo a la clase política —donde ahora
se encuentra Podemos— sino también a empresarios y jueces. ¿Qué es la trama,
según Podemos?
Se trata de “una red de altos cargos del Estado, destacados políticos, y
también de destacados empresarios, que mandan en este país en lugar de este
Parlamento”, le espetó Irene Montero, portavoz parlamentaria de Podemos,
al ministro de Justicia, Rafael Catalá, hace unos días.
Pero,
¿de verdad creemos que por cambiar la definición de una palabra, hemos
inventado algo nuevo? Los privilegios de los políticos, de los empresarios, bancos,
etc., siguen siendo los mismos. Incluso se dice que en los Ayuntamientos que controla Podemos,
se están designando a dedo muchos más asesores y puestos de confianza que
existían antes. Nada ha cambiado. Hablemos claro, España es un país donde hasta
un tercio de los desempleados trabaja en negro a la vez que cobra el desempleo;
donde saltarse la ley para provecho propio es más la regla que la excepción.
Pero, ¿cuál es nuestro modelo, nuestro ejemplo?, ¿nuestra clase política española?,
¿los que mandan?... Son un grupo cerrado, homogéneo donde los herederos tienen
mucho camino recorrido. Basta ojear por los despachos de europarlamentarios
españoles en Estrasburgo para encontrar antecedentes genealógicas: un hijo de
Alfonso Guerra, un cuñado de Aznar... Sí, ahora son hijos, sobrinos, nietos o
conocidos de los históricos del PP y del PSOE los que hacen de escuderos de la
casta en Europa. El Parlamento Europeo ha pasado de cementerio de elefantes a
campo de entrenamiento. Las oficinas del hemiciclo son ahora un lugar donde los
herederos del trono electoral, forjan contactos y curten sus espuelas. Son La
Casta o Trama, da igual. ¿Qué futuro tiene un país donde las casi 80.000
personas que forman la clase política están envueltas en un velo informativo
sobre el despilfarro de sus privilegios?
Tal
es el descontrol, que en España no hay ni una sola institución que conozca
cuántos políticos cobran del Estado. Un
español tiene una pensión máxima de 32.000 euros anuales, pero los políticos
tienen derecho a pensiones vitalicias muy superiores: pueden llegar hasta 74.000
€. Además, estas pensiones no son
incompatibles con otros sueldos de la Administración o con otras actividades
económicas. Un diputado o senador tiene que estar sólo siete años en el cargo
para optar a la pensión máxima (32.000 euros), mientras que un trabajador
autónomo o por cuenta ajena necesita 35 años cotizados. La retención de las nóminas
de diputados y senadores es sólo del 4,5%
¿Sabía usted que paga de su bolsillo las multas que la DGT impone a los
políticos? ¿Y que además las paga con recargo?
¿Viajes innecesarios? Una comisión del Congreso pide permiso para que 60
diputados viajen cuatro días a Canarias para estudiar el cultivo del plátano. Tampoco
existen datos oficiales sobre la falta al trabajo de los políticos, o al menos,
no se han hecho públicos; los diputados pueden utilizar a su antojo con cargo a
las arcas del Estado aviones, trenes o barcos. Disponen de 5.000.000 € al año
para viajes; por no hablar de la flota de automóviles (14 de los 17 presidentes
autonómicos utilizan Audi de alta gama), y no mencionar que cada español debe a
los bancos casi 600€ por la deuda de los ayuntamientos. Podríamos seguir
poniendo ejemplos, pero sólo alimentaria nuestra indignación.
Podemos, ha imitado el modus
operandi político de las potencias capitalistas. El capitalismo
decente no existe pero deseamos lo básico: Regenerar el país, modernizarlo,
acabar con las redes de complicidades y los clientelismos. Somos un país de
intolerantes, algunos diputados, cuando no les gusta lo que se acuerda en el
Congreso, es decir, lo que acuerda la mayoría, abandonan el hemiciclo en señal
de protesta. Se les ha designado para que dialoguen, hablen, acuerden, no para
que muestren su pataleta…. Así nos va. ¿Seguimos cambiando palabras, o alguien
se atreve a cambiar poco a poco esto?
Miguel
F. Canser
www.cansermmiguel.blogspot.com