
La crisis ha hecho saltar las costuras del Estado. La ayuda financiera a la banca, las millonarias pensiones de los ejecutivos causantes del derrumbe financiero, las "semanas caribeñas" del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Dívar, el caso Urdangarín, por no citar los errores del Monarca, el desmantelamiento de los servicios sociales y el encarecimiento de las medicinas, etc., tienen un impacto devastador en una sociedad de tono vital muy bajo, sacudida por el empobrecimiento de las clases medias y la caída en la práctica miseria de segmentos de las clases bajas. Y, sobre todo, los 5,6 millones de parados, cifra que no deja de subir. El umbral del dolor de los ciudadanos se pone a prueba cada día.
Ocasionalmente nos viene un soplo de aire fresco que nos deja respirar de tanta asfixia. Cuando escribo estas líneas se acaba de producir la proclamación de campeones de Europa de nuestro equipo de fútbol. Desde hace unos años estos jugadores nos tienen acostumbrados a ganar cada competición oficial que juegan; esto se traduce en una euforia colectiva que trasciende todo lo imaginable. La gente se echa a la calle celebrando una de las poquísimas alegrías de que dispone, y además comprueba que no les cuesta nada. Es gratis. Se trata de un estado interior generador de energía acumulada y una poderosa disposición hacia la acción constructiva. El futbol nos une. Aquí no hay rivalidad entre Comunidades, todos bajo un mismo color. Las fachadas y los coches se llenan de banderas españolas animando primero, y celebrando después el éxito. Es una demostración de euforia donde todos nos manifestamos de la misma manera y con un mismo objetivo: compartir con los demás el éxito conseguido. Parece como si nos buscáramos unos a otros en esta demostración de alegría; aquí no existen ideologías, ni diferencias de pensamiento, ni intereses personales. Todos junstos bajo un mismo afán.
¡¡Qué distinto sería si nos comportáramos así en solucionar los verdaderos problemas de nuestro País!! ¡¡Si nuestros políticos expresaran su voluntad decidida de unirse, por encima de intereses personales, para intentar dar una respuesta coherente y seria, en solucionar los problemas que atosigan a la población!! Pero desgraciadamente no es así. Nuestros gobernantes se afanan más en quitar del pedestal al rival para ponerse ellos, sin importarles otra cosa. La izquierda acusa a la derecha de apropiarse de la bandera para sus propios fines, y la izquierda utiliza la otra bandera para lo mismo. Es una lucha de poder perpetua al margen de los verdaderos deseos de la población. Si todos nos echáramos a la calle para decir ¡¡basta ya!! a tanto recorte, injusticia y lesión democrática de las instituticiones, y exigir a nuestros gobernantes la unión necesaria y decidida para que este barco llamado España no pierda el rumbo, otro gallo nos cantaría.
Alguna vez leí en algún sitio que "la democracia debe ser algo más que dos lobos y una oveja votando qué van a comer".
Miguel F. Canser